jueves, 25 de octubre de 2012

“LAS VIMOS”

Texto: José G. Martínez
Edición y correcciones finales: Winder Ñañez


           Agradecidos mil los integrantes de este equipo: Winder Ñañez y mi persona, por el trato preferencial que les dan a “MIS HISTORIAS”, como siempre, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano. Pidiendo también de antemano, disculpas por los problemas técnicos con mi PC y con la caída del Internet, problemas, que estoy tratando de solucionar al término de la distancia.

       La historia que nos ocupa hoy está compuesta por dos narraciones, que sucedieron en La Vela, una la de una chica quinceañera a quien llamaremos Margaret y la segunda, muy parecida o similar, le ocurrió a mi madre y a mi tío Jorge estando aún muy niños, aproximadamente de 12 y 9 años respectivamente.

       Contaba mi abuela (QEPD), quién es prácticamente la inspiradora de estas historias, que este caso de esta chica, fue muy famoso acá en este hermoso pueblito, enclavado en la costa nor-occidental de Venezuela y que fue muy comentado por muchos años, ya que sucedió delante de muchos testigos y es una referencia que marcó a las personas de acá, que con los difuntos no se juega.

         La referida niña, Margaret, se encontraba en vísperas de sus quince primaveras, fecha única de una jovencita, tanto en aquella época, como en estas, ilusión de una joven, su fiesta de quince años, su presentación social, todo alegría en la casa, con su familia, preparativos por todas partes, como dicen acá, “A botar la casa por la ventana”. Ropas??? nuevas, el traje de 15 años, estrenos para todos, el vals, los caballeros y las damas de honor, la decoración y todos los prolegómenos que rodean un evento de tal magnitud.

         Pudiéremos decir que los jóvenes son irreverentes, son adolescentes porque exactamente adolecen de conocimientos, narra mi abuela, que en esos preparativos, también tocó ir al cementerio, a llevar flores a los abuelos y familiares fallecidos y Margaret asistió con sus padres. Una vez puestas las ofrendas, y al momento de ya dejar el sitio, la niña, se volteó, casi en la puerta del cementerio a la salida, y dijo estas palabras, de forma muy inocente si se quiere: -“Estoy tan alegre por mis 15 años, que hasta a todos ustedes también los invito a mi fiesta, espero no vayan a dejar de ir” y soltó una risa de ironía.

         El suceso pasó y los preparativos continuaron, la frase pronunciada en el cementerio fue olvidada por las emociones del magno evento, fiesta de rigor de orquesta, de comidas y platillos exquisitos, ya que la familia de Margaret era de las que acá denominaban “mantuana” o pudiente, la chiquilla, única hija, una flor en esencia.

         Ya todos los preparativos cuidados hasta el último detalle, se aproxima el gran día, Sábado en la noche, mesas dispuestas con zendos centros de mesa, con nombres para los invitados en letras doradas, nervios en toda la casa confundidos con la alegría de dicho evento, todo debe de salir a la perfección ya que nada se ha dejado al azar.

         Comienzan a llegar los invitados y todo es alegría reinante, todo va marchando según lo acordado, llega la hora del Vals y todo queda de un rigor único, el tiempo era perfecto, una vez terminado el vals, cuenta mi abuela que de repente, hizo una extraña ráfaga de brisa que hizo volar algunos adornos, pero fue tomado sin interés, ya que este es un pueblo donde sopla demasiada brisa.

         Las mesas estaban todas completas, todos asistieron. ¡Si, todos!. Porque luego de esa brisa extraña, los padres de Margaret comenzaron a notar a unas personas raras que comenzaron a llegar en grupos de tres, de cuatro, con niños, gente desconocida, totalmente extrañas, pero se les siguió atendiendo, se comenzaron a improvisar mesas, se pidieron prestadas sillas a los vecinos, ya casi los extraños superaban en cantidad a los propios invitados. Los padres de Margaret no hallaban que hacer, ya rondaba la desesperación, la madre de la chica le preguntaba a su esposo que de dónde habían salido esas personas.

         Llamaron a la chica a preguntarle y esta, algo confundida no sabía qué decir. A lo que el padre se dirigió al medio de la pista mandando a detener la música, porque había una muchedumbre que se encontraba de pié, y con bochorno le preguntó a un caballero que parecía resaltar entre el grupo de extraños, de manera seria y respetuosa: -“Honorable caballero, ¿Puede decirnos quienes son ustedes? ¿Quién de esta casa les ha invitado? Por favor, ya que no son personas ni conocidas mías, ni de mi esposa y mucho menos de mi bella Margaret”, a lo que el hombre, también de manera muy respetuosa le dijo: -“Nosotras somos las Ánimas del Purgatorio”.

         Gritos y llantos, de horror y de sorpresa, pero el padre de Margaret no perdió la compostura y les dijo: -“Pero…¿Pueden decirme quienes les ha invitado? ¿Por qué están acá en los 15 años de mi hija?. A lo que el hombre, dirigiendo una mirada penetrante a la joven Margaret replicó: -“¡Ella!”, señalándola con el índice cadavérico, “Hace tres días, en las puertas del cementerio cuando llevaban flores a sus difuntos, nos dijo que <estábamos todas y todos invitados y que no dejáramos de asistir> y pues, acá estamos”.

         Continuó diciendo el enigmático hombre: -“Esta es una lección que hemos querido venir a darle, para que respete la paz de los muertos, ya que con los muertos no se juega, que la sigan pasando bien”, dicho esto, sopló otra fuerte brisa, y se fueron desapareciendo una a una esas personas, mujeres, hombres y hasta niños, frente la atónita mirada de todos los asistentes al magno evento de los 15 años de Margaret, obviamente, entre las personas invitadas comenzaron los comentarios alarmados, varias señoras se desmayaron y tanto la madre, como la niña, prorrumpieron el llanto, apenadas por el suceso.

         En esta ocasión, no voy a hacer ninguna interrogante, solo voy a decir, que mi abuela, siempre nos inculcaba que a los muertos se les respetaba, que el cementerio era un lugar de paz y de reposo para las almas y eso siempre he profesado.

         La segunda historia, tiene como testigos presenciales tanto a mi madre, como a mi tío Cheo (Jorge), ¿El lugar?, si, el mismo pueblito de La Vela, llamado por mí, el pueblo de lo posible, donde las cosas más inverosímiles suceden.

       Acontece, que mi abuelo, que se encontraba trabajando en la ciudad de Maracaibo, le ha enviado a mi abuela una remesa de mercado, tanto en víveres, como en dinero. Mi abuela, que era una mujer de un noble corazón, llama a mi tío Cheo, a que vaya, con un racimo de plátanos a que sus dos comadres y unas amigas muy de la casa, a repartir la encomienda, mi tío, que era un llorón de primera le dice: -“Noo, vieja, usted sabe que allá en la casa de su comadre, hay una lora que no me puede ver, porque salta encima a picotearme, que Tera (Diminutivo de Mercedes, mi madre) vaya conmigo. Mi abuela, en su buen lenguaje veleño le dijo: ­-“Pero este muchacho parece PENDEJO… Está bien, ¡Teraaa ‘vaye’ usted con el pendejo este, pero que lo cargue él, y se vienen ya!.

         Así emprendieron el mandado, fueron donde las dos comadres, las dos amigas y la comadre de la “lora”, obviamente, mi madre fue quien hizo las entregas. De regreso, tenían que pasar por una quebradita, y venían jugando, como todo muchacho al fin, cuando de repente, saliendo a la cima de la quebradita, para retomar el camino y ya a casi las 6 en punto de la tarde, escucharon: -“¡Padre Nuestro, que estas en los cielos, Santificado sea tu nombre…!, una voz que sonaba de ultratumba, y fue mi tío quién haló por el hombro a mi madre y se agacharon al borde de la quebradita. Allí vieron una multitud de personas, las voy a detallar, tal cual me las detalló mi madre y mi mismo tío en infinidad de oportunidades.

         Eran personas o entes, que no pisaban el suelo, con una especie de batas blancas y unos capuchones en sus cabezas, portaban en las manos unos farolitos con una vela o cirio encendido, todas acompasadas, mujeres y hombres y el de adelante hablaba y a la mitad, el resto le contestó: -“¡Danos hoy el pan de cada día y perdona nuestras deudas como también nosotros…!”.

         Mi madre dice que era ensordecedor, que ese murmullo perfectamente audible, le taladraba los oídos y que le provocaba gritar, pero el miedo les tenía congelados a ambos, que se agarraron de las manitos.

         Prosiguieron pasando y de repente escucharon de nuevo: -¡Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo…!, mucho más asustados se pusieron mi madre y mi tío, ya que no podía ir hacia ningún lado, ese era el camino obligado, y el tiempo seguía avanzando, el rosario en pleno y miles y miles iban apareciendo, en su camino, directo al cementerio, hacia allá se dirigían.

         Así se tuvieron que quedar, hasta que ya, finalmente se fue acabando la peregrinación de almas, en su camino al descanso, ellos muertos del pánico petrificados, sin saber qué hacer. Hasta que cuando ya, habían pasado como tres a 5 minutos que no pasaba ninguna más, se atrevieron a salir y como decimos en cristiano, “Paticas, pa’ que te tengo”, pegaron una carrera rumbo a la casa.

         Al llegar, mi abuela les estaba esperando en puerta con una correa en la mano, puesto que se tardaron muchísimo más de lo necesario, y fue mi madre quien habló: -“Mama, si quiere, péguenos, pero: “LAS VIMOS MAMA, LAS VIMOS”, Mi abuela bajó la guardia, al verle las caras, así sería tal sus expresiones de susto, pánico y miedo: -“¿Pero qué vieron…? Díganme”, los dos al unísono le dijeron casi en llanto, que habían visto a las Ánimas del Purgatorio, miles, vestidas de blanco, con unos capuchones en las cabezas y con un farolito en la mano cada una.

         Obviamente, mi abuela, aprovechó (Como se usaba de antes) para asustarles más: -“Eso es, para que cuando les diga que me hagan un mandado, vayan y vengan rápido y no se queden jugando”.

         Esta vez, tampoco creo tener muchas interrogantes, solo decir, que el tránsito entre la vida y la muerte es perfecto, aunque si me pregunto: ¿Realmente existe el Purgatorio, donde supuestamente se expían las culpas y pecados cometidos en este mundo terrenal?.

         Como siempre, muchas gracias, sabré compartir sus opiniones, las que nos fortalecen, para seguir contando estas “MIS HISTORIAS”, Nos despedimos en nombre del equipo, Winder Ñañez y este su amigo, José G. Martínez, no sin antes dejarles el tema de la próxima entrega… Hmmm, pensándolo bien no, eso será una sorpresa… pero espero de verdad, seguir contando con ustedes en “MIS HISTORIAS”, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano.

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