jueves, 25 de octubre de 2012

“LAS VIMOS”

Texto: José G. Martínez
Edición y correcciones finales: Winder Ñañez


           Agradecidos mil los integrantes de este equipo: Winder Ñañez y mi persona, por el trato preferencial que les dan a “MIS HISTORIAS”, como siempre, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano. Pidiendo también de antemano, disculpas por los problemas técnicos con mi PC y con la caída del Internet, problemas, que estoy tratando de solucionar al término de la distancia.

       La historia que nos ocupa hoy está compuesta por dos narraciones, que sucedieron en La Vela, una la de una chica quinceañera a quien llamaremos Margaret y la segunda, muy parecida o similar, le ocurrió a mi madre y a mi tío Jorge estando aún muy niños, aproximadamente de 12 y 9 años respectivamente.

       Contaba mi abuela (QEPD), quién es prácticamente la inspiradora de estas historias, que este caso de esta chica, fue muy famoso acá en este hermoso pueblito, enclavado en la costa nor-occidental de Venezuela y que fue muy comentado por muchos años, ya que sucedió delante de muchos testigos y es una referencia que marcó a las personas de acá, que con los difuntos no se juega.

         La referida niña, Margaret, se encontraba en vísperas de sus quince primaveras, fecha única de una jovencita, tanto en aquella época, como en estas, ilusión de una joven, su fiesta de quince años, su presentación social, todo alegría en la casa, con su familia, preparativos por todas partes, como dicen acá, “A botar la casa por la ventana”. Ropas??? nuevas, el traje de 15 años, estrenos para todos, el vals, los caballeros y las damas de honor, la decoración y todos los prolegómenos que rodean un evento de tal magnitud.

         Pudiéremos decir que los jóvenes son irreverentes, son adolescentes porque exactamente adolecen de conocimientos, narra mi abuela, que en esos preparativos, también tocó ir al cementerio, a llevar flores a los abuelos y familiares fallecidos y Margaret asistió con sus padres. Una vez puestas las ofrendas, y al momento de ya dejar el sitio, la niña, se volteó, casi en la puerta del cementerio a la salida, y dijo estas palabras, de forma muy inocente si se quiere: -“Estoy tan alegre por mis 15 años, que hasta a todos ustedes también los invito a mi fiesta, espero no vayan a dejar de ir” y soltó una risa de ironía.

         El suceso pasó y los preparativos continuaron, la frase pronunciada en el cementerio fue olvidada por las emociones del magno evento, fiesta de rigor de orquesta, de comidas y platillos exquisitos, ya que la familia de Margaret era de las que acá denominaban “mantuana” o pudiente, la chiquilla, única hija, una flor en esencia.

         Ya todos los preparativos cuidados hasta el último detalle, se aproxima el gran día, Sábado en la noche, mesas dispuestas con zendos centros de mesa, con nombres para los invitados en letras doradas, nervios en toda la casa confundidos con la alegría de dicho evento, todo debe de salir a la perfección ya que nada se ha dejado al azar.

         Comienzan a llegar los invitados y todo es alegría reinante, todo va marchando según lo acordado, llega la hora del Vals y todo queda de un rigor único, el tiempo era perfecto, una vez terminado el vals, cuenta mi abuela que de repente, hizo una extraña ráfaga de brisa que hizo volar algunos adornos, pero fue tomado sin interés, ya que este es un pueblo donde sopla demasiada brisa.

         Las mesas estaban todas completas, todos asistieron. ¡Si, todos!. Porque luego de esa brisa extraña, los padres de Margaret comenzaron a notar a unas personas raras que comenzaron a llegar en grupos de tres, de cuatro, con niños, gente desconocida, totalmente extrañas, pero se les siguió atendiendo, se comenzaron a improvisar mesas, se pidieron prestadas sillas a los vecinos, ya casi los extraños superaban en cantidad a los propios invitados. Los padres de Margaret no hallaban que hacer, ya rondaba la desesperación, la madre de la chica le preguntaba a su esposo que de dónde habían salido esas personas.

         Llamaron a la chica a preguntarle y esta, algo confundida no sabía qué decir. A lo que el padre se dirigió al medio de la pista mandando a detener la música, porque había una muchedumbre que se encontraba de pié, y con bochorno le preguntó a un caballero que parecía resaltar entre el grupo de extraños, de manera seria y respetuosa: -“Honorable caballero, ¿Puede decirnos quienes son ustedes? ¿Quién de esta casa les ha invitado? Por favor, ya que no son personas ni conocidas mías, ni de mi esposa y mucho menos de mi bella Margaret”, a lo que el hombre, también de manera muy respetuosa le dijo: -“Nosotras somos las Ánimas del Purgatorio”.

         Gritos y llantos, de horror y de sorpresa, pero el padre de Margaret no perdió la compostura y les dijo: -“Pero…¿Pueden decirme quienes les ha invitado? ¿Por qué están acá en los 15 años de mi hija?. A lo que el hombre, dirigiendo una mirada penetrante a la joven Margaret replicó: -“¡Ella!”, señalándola con el índice cadavérico, “Hace tres días, en las puertas del cementerio cuando llevaban flores a sus difuntos, nos dijo que <estábamos todas y todos invitados y que no dejáramos de asistir> y pues, acá estamos”.

         Continuó diciendo el enigmático hombre: -“Esta es una lección que hemos querido venir a darle, para que respete la paz de los muertos, ya que con los muertos no se juega, que la sigan pasando bien”, dicho esto, sopló otra fuerte brisa, y se fueron desapareciendo una a una esas personas, mujeres, hombres y hasta niños, frente la atónita mirada de todos los asistentes al magno evento de los 15 años de Margaret, obviamente, entre las personas invitadas comenzaron los comentarios alarmados, varias señoras se desmayaron y tanto la madre, como la niña, prorrumpieron el llanto, apenadas por el suceso.

         En esta ocasión, no voy a hacer ninguna interrogante, solo voy a decir, que mi abuela, siempre nos inculcaba que a los muertos se les respetaba, que el cementerio era un lugar de paz y de reposo para las almas y eso siempre he profesado.

         La segunda historia, tiene como testigos presenciales tanto a mi madre, como a mi tío Cheo (Jorge), ¿El lugar?, si, el mismo pueblito de La Vela, llamado por mí, el pueblo de lo posible, donde las cosas más inverosímiles suceden.

       Acontece, que mi abuelo, que se encontraba trabajando en la ciudad de Maracaibo, le ha enviado a mi abuela una remesa de mercado, tanto en víveres, como en dinero. Mi abuela, que era una mujer de un noble corazón, llama a mi tío Cheo, a que vaya, con un racimo de plátanos a que sus dos comadres y unas amigas muy de la casa, a repartir la encomienda, mi tío, que era un llorón de primera le dice: -“Noo, vieja, usted sabe que allá en la casa de su comadre, hay una lora que no me puede ver, porque salta encima a picotearme, que Tera (Diminutivo de Mercedes, mi madre) vaya conmigo. Mi abuela, en su buen lenguaje veleño le dijo: ­-“Pero este muchacho parece PENDEJO… Está bien, ¡Teraaa ‘vaye’ usted con el pendejo este, pero que lo cargue él, y se vienen ya!.

         Así emprendieron el mandado, fueron donde las dos comadres, las dos amigas y la comadre de la “lora”, obviamente, mi madre fue quien hizo las entregas. De regreso, tenían que pasar por una quebradita, y venían jugando, como todo muchacho al fin, cuando de repente, saliendo a la cima de la quebradita, para retomar el camino y ya a casi las 6 en punto de la tarde, escucharon: -“¡Padre Nuestro, que estas en los cielos, Santificado sea tu nombre…!, una voz que sonaba de ultratumba, y fue mi tío quién haló por el hombro a mi madre y se agacharon al borde de la quebradita. Allí vieron una multitud de personas, las voy a detallar, tal cual me las detalló mi madre y mi mismo tío en infinidad de oportunidades.

         Eran personas o entes, que no pisaban el suelo, con una especie de batas blancas y unos capuchones en sus cabezas, portaban en las manos unos farolitos con una vela o cirio encendido, todas acompasadas, mujeres y hombres y el de adelante hablaba y a la mitad, el resto le contestó: -“¡Danos hoy el pan de cada día y perdona nuestras deudas como también nosotros…!”.

         Mi madre dice que era ensordecedor, que ese murmullo perfectamente audible, le taladraba los oídos y que le provocaba gritar, pero el miedo les tenía congelados a ambos, que se agarraron de las manitos.

         Prosiguieron pasando y de repente escucharon de nuevo: -¡Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo…!, mucho más asustados se pusieron mi madre y mi tío, ya que no podía ir hacia ningún lado, ese era el camino obligado, y el tiempo seguía avanzando, el rosario en pleno y miles y miles iban apareciendo, en su camino, directo al cementerio, hacia allá se dirigían.

         Así se tuvieron que quedar, hasta que ya, finalmente se fue acabando la peregrinación de almas, en su camino al descanso, ellos muertos del pánico petrificados, sin saber qué hacer. Hasta que cuando ya, habían pasado como tres a 5 minutos que no pasaba ninguna más, se atrevieron a salir y como decimos en cristiano, “Paticas, pa’ que te tengo”, pegaron una carrera rumbo a la casa.

         Al llegar, mi abuela les estaba esperando en puerta con una correa en la mano, puesto que se tardaron muchísimo más de lo necesario, y fue mi madre quien habló: -“Mama, si quiere, péguenos, pero: “LAS VIMOS MAMA, LAS VIMOS”, Mi abuela bajó la guardia, al verle las caras, así sería tal sus expresiones de susto, pánico y miedo: -“¿Pero qué vieron…? Díganme”, los dos al unísono le dijeron casi en llanto, que habían visto a las Ánimas del Purgatorio, miles, vestidas de blanco, con unos capuchones en las cabezas y con un farolito en la mano cada una.

         Obviamente, mi abuela, aprovechó (Como se usaba de antes) para asustarles más: -“Eso es, para que cuando les diga que me hagan un mandado, vayan y vengan rápido y no se queden jugando”.

         Esta vez, tampoco creo tener muchas interrogantes, solo decir, que el tránsito entre la vida y la muerte es perfecto, aunque si me pregunto: ¿Realmente existe el Purgatorio, donde supuestamente se expían las culpas y pecados cometidos en este mundo terrenal?.

         Como siempre, muchas gracias, sabré compartir sus opiniones, las que nos fortalecen, para seguir contando estas “MIS HISTORIAS”, Nos despedimos en nombre del equipo, Winder Ñañez y este su amigo, José G. Martínez, no sin antes dejarles el tema de la próxima entrega… Hmmm, pensándolo bien no, eso será una sorpresa… pero espero de verdad, seguir contando con ustedes en “MIS HISTORIAS”, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano.

“DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO”

Texto: José G. Martínez
Correción y edición final: Winder Ñañez


      Como siempre, es un gusto y un orgullo para nosotros, este equipo que hemos conformado Winder Ñañez y mi persona saludarles en nombre de “MIS HISTORIAS”, además, de agradecerles sus comentaros y opiniones.

         En esta oportunidad, tocaré una historia que no solo me fue contada por mi abuela, también fue corroborada por mi madre, quién para esa época ya estaba grandecita, aproximadamente de 10 años, en esta historia se ve envuelta la abuela de mi abuela… Mi tatarabuela Quintina.

         Así se llamaba mi tatarabuela, quién, refiere mi viejita, fue quien la crió, ya que su propia madre, o sea, mi bisabuela, falleció a los pocos días de nacida ella, y por eso fue que esta viejecita se encargó de los destinos de mi abuela.

         Cuenta mi abuela, que era una viejecita linda, pequeña, pero con una entereza única, trabajaba como cocinera en un hotel que existía acá en La Vela, lo que indicaba que había al menos ingresos y la vida no era tan fuerte. Mi madre relata, que era una viejecita adorable, que los quería a todos, sobre todo a mi tío Jorge, el tercer de los hijos de mi abuela, con un cariño único, lo consentía hasta más no poder.

         Así transcurrió la vida por mucho tiempo, hasta que abuela Quintina cayó en cama, por cosas de la misma vejez, ya que contaba con 98 años de edad, aunque tenía su mente lúcida, su deambular se hizo nulo y permanecía acostada. Desde este período de cama, se comenzaron a suscitar unas extraordinarias narraciones por parte de mi tatarabuela Quintina, lo contaba mi abuela, y lo corrobora mi madre, hasta al momento de escribir esta historia, lo que también quiero agradecer públicamente, ese gran recurso viviente que ha resultado, quién me apoya en la narración de estas historias.

         Un detalle que me contó mi vieja, y que voy a tratar de describir al máximo para que tengan una idea de lo que decía tata Quintina era que según ella, le decía a mi abuela: -“Hija: acá detrás de mí, a la cabecera de la cama, está una mujer, toda vestida de negro, y hay como un velo muy grande, que me está cubriendo poco a poco, y sé, que me voy a ir cuando ese velo me cubra por completo”, Mi abuela le decía: -“Ay mamá Quintina, usted sí que inventa, aquí no hay nadie, solo estamos usted y yo”, ella le decía: -“Está bien, tu no me crees, pero allí está, y no solo eso, allí al lado tuyo está parada tu mamá, mi mamá y mi papá y también mi comadre Claudia, ellos me están esperando, me vienen a ver siempre”.

         Me dijo mi abuela, para el momento que me contó esa historia, que cuando ella le hizo referencia a estas personas, le vio rodar dos lágrimas silentes. Refería mi abuela, que tata Quintina fue siempre una mujer de buen vivir, de esas personas que ni un mal pensamiento cruza por sus mentes, de esas personas que en vida se entregan a hacer el bien, no son santas, pero nadie tiene el valor de señalarles.

         Otra persona especial a quien le hizo referencia que estaba presente, era un hermano de mi abuela, que había fallecido ahogado meses atrás, y por no herirla, no le había dicho nada: -“¡Carajo María! -le increpó- No me dijiste nada que mi hijo se había muerto, ¡Míralo, allí está parado!. Tanto el médico del dispensario, como el cura de la iglesia, le decían a mi abuela, que ella, estuviese pendiente, porque de un momento a otro, la iba a encontrar dormida, ya en el sueño eterno. El doctor le mencionó, que no valía la pena llevarla al hospital, porque de todo estaba bien, no tenía enfermedad alguna, sino el proceso involutivo de la vida, la curva de la campana de Gauss, que partimos de cero y a cero llegamos, por su parte, el sacerdote, ya le había aplicado el sacramento de la extremaunción.

         Así pasaban los días, mi abuela la mantenía limpiecita, aseada, le daba muchas muestras de amor, ya que esa fue la única figura materna que vio. Seguían esas narraciones y una tarde luego de dormir unas horas, se despertó llamando a mi abuela, que por favor, le pasara agua, agua fresca: -“Mijita, por favor, ¿Me puedes dar un poco de agua fresca?, vengo cansada”. Mi abuela extrañada de preguntó: -“¿De dónde viene mamá?”. Ella le respondió: -“Dile a Ángel, que se venga, que aún no va a conseguir nada, lo acompañé desde el cine, donde se metió desesperado, muy preocupado porque no consigue trabajo, hasta la casa donde está viviendo, y le hice una maldad, le tiré una piedrecita que le pegó en la espalda, y él inmediatamente volteó jajaja”. Me refirieron tanto mi abuela, como mi madre, que mi abuelo, se encontraba en esos días en la población de La Guaira, en busca de un mejor porvenir, pero la búsqueda de empleo fue infructuosa en esa oportunidad. Esto dejó a mi abuela sin decir una palabra.

         Los períodos de sueño se fueron prolongando mucho más, lo que mantenía a mi abuela muy pendiente de su abuela, se le acercaba a ver si estaba respirando aún, en muchas ocasiones, se reían ambas, porque ella despertaba cuando mi abuela estaba cerquita, le decía: -“¿Qué fue mijita?, jajaja, aún no me voy”. Mi abuela le preguntó que por qué le decía eso, a lo que le contestó: -“Porque precisamente, fui allá, allá, adonde voy a ir, mija, era un camino laaargo y muy delgado, hacia un lado era lleno de flores hermosas, pero hacia el otro lado, era oscuro, tenebroso y caliente, delante de mi iba gente y detrás también, y unas personas resbalaban y caían a ese abismo y se escuchaban sus gritos, hasta que llegué a una gran puerta, hermosa, altísima, donde estaba un señor muuuuuy viejito, con una bata blanca, y una barba que le caía a la barriga, también tenía unas llaves grandes colgando en un cordón a la cintura. Cuando iba a entrar, ese hombre imponente me dijo: <”No, no es su turno ahora, váyase por este otro camino, pero ya falta poco”>, por eso te digo que aún no me voy”. Estas palabras dejaban a mi abuela cada vez más sin nada que decir.

         De hecho, me refirieron, tanto mi abuela como mi mamá, que ya para esos días, les era prohibido entrar a la habitación donde estaba mi tata Quintina, ya que un episodio extraño, puso a pensar a mi abuela. Cuentan que en un momento que la estaban limpiando y aseando, de repente mi tata se puso a llorar, mi abuela se desesperó preguntándole que qué le pasaba, a lo que le contestó: -“María, ¿Por qué tu no me das a Jorge mija, para llevármelo? <DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO>”. A lo que mi abuela se le abrieron los ojos de la impresión y le dijo con mucha calma: -“¡Nooo Mamá Quintina! Cómo cree usted eso, ¿Cómo le voy a dar a Jorge? ¿Qué le digo después a Ángel? No señora, Usted vino sola, y sola le toca irse, y luego iremos nosotros y nos encontraremos ¿Verdad?. Ella se encogió de hombros, como muchachita regañada, aunque mi abuela usó más bien una voz suave, y le dijo: -“Está bien hija, tienes razón”. Lo que generó la orden que ninguno de los muchachos, (Instrucciones precisas a mi madre), debía de entrar solo a ver a Mamá Quintina. (Mi madre me contó para en momento de redactar esta historia, que ella se enteró de eso, que mi tata Quintina pedía a mi tío Jorge, mucho tiempo después de fallecida mi tata).

         Decía mi tata Quintina, que ese velo negro ya estaba casi cerrado, era como un mosquitero de una malla muy tenue, era como si esa mujer que estaba detrás de ella, estaba juntando sus brazos extendidos hacia el frente, juntándolos poco a poco. Demás está decir, que mi abuela me refería que mi tata no era una persona lidiosa, no se quejaba, no sentía ningún tipo de dolor, pesar o malestar alguno, sencillamente. (Voy a intervenir para aclarar, aunque no deba en la historia, pero pienso debo hacerlo, ya que es una de las historias que más me impresionan, puesto que me acerca mucho más con la muerte), se estaba cerrando un ciclo de vida, el paso de un estado a otro.

         Un buen día, el último de esta conmovedora y verdadera historia, relata mi abuela, que mi tata Quintina, amaneció algo más despierta e intranquila, si se le puede decir así, que de costumbre, a golpe de mediodía, mi tata llama a mi abuela, luego de que ya estaba aseada y almorzada: -“¡Maríaaa, ven un momento mijita!, ¿Me puedes hacer un favor?. A lo que mi abuela vino inmediatamente, nunca la desatendió, ni le pesó atenderla, ni se imaginaba que ya el final estaba cerca, que ya prontamente su madre, aquella que le tocó criarla luego de su propia madre haber partido de este mundo con solo apenas días de mi abuela nacida.

-¿Dígame mamá Quintina?. Le dijo mi abuela, a lo que ella le respondió: -“¿Puedes traerme a los muchachos? Les quiero echar la bendición”. A mi abuela, se le hizo un nudo en la garganta al escuchar esas palabras, y comenzó a llamar a mi madre y mis tíos, así pasaron uno a uno, mi madre, mi tío Iván, quién le seguía a mi mamá y mi tío Cheo (Jorge, ese que ella le pidió para llevárselo). Ella les fue bendiciendo, besándolos y abrazándolos, ellos no entendían lo que pasaba.

Luego que se despidió de los chiquillos, la llamó a ella y le dijo: -“Manda, por favor a Mercedes a casa de los Gutiérrez, que en este momento están por ponerle la comida a Feluncho y me le dices, que por favor, venga un momento, a leerme la biblia”. Así mismo lo hizo mi abuela, mandó con mi madre en búsqueda de Félix Gutiérrez (Amigo de la casa), relata mi madre, que cuando estaba por tocar la puerta de la referida casa de los Gutiérrez cuando escuchó: -“¡Féeelix, vení pa’ que comás, ya está servido!”. Mi madre lo llamó: -“Señor Félix, que le manda a decir mi mamá, que por favor vaya un momentico, se trata de mi abuela Quintina que lo mandó a llamar”. Félix Gutiérrez (Quién con el pasar de los años se convirtió en mi padrino, y a quién vestí yo luego de fallecido), acudió inmediatamente al llamado.

Al llegar, allí la vio, se sonrió y le dijo: -“Ibas a comer ¿Verdad Feluncho?. Éste contestó: -“Si, pero no se preocupe, yo me traje mi biblia, ¿Qué quiere que le lea?”. Ella le dijo: -“No te preocupes, lo que tú quieras, lo primero que abras”. Félix Gutiérrez al abrir, lo primero que vio fue el salmo:CXXVI del libro del mismo nombre que reza: “Nada podemos sin el auxilio ni la bendición de dios”. Así estuvo por un rato, hasta que ella, le puso la mano en el hombro, ya que él estaba sentado al lado de ella, en una silletica muy humilde, ella acostada en un katrecito, diciéndole: -“Ya puedes ir a comer, tu comida está caliente, esto no lo olvidaré nunca Feluncho, Gracias por ayudarme a bien morir, Dios te bendiga”. Hubo un gran silencio, mi abuela acompañó a Feluncho a la puerta y cuando estaba de regreso a la habitación, ya mi tata Quintina, estaba dormida, en el sueño eterno, murió tranquila, sin un lamento, sin un grito, sin una queja, sin una lágrima, al contrario, llena de paz, de tranquilidad, de amor.

Quiero hacer otra intervención, espero me disculpen, pero de todas las historias que me ha tocado contar, a todas las quiero, forman parte de mí, de mi legado, de mis vivencias, pero ésta en especial, es una de las más conmovedoras, por tratarse de una adorable viejecita. ¿Quiénes no han tenido una?

Como siempre, esperamos les haya gustado esta historia, y también, como siempre, esperamos sus comentarios y observaciones. No me quiero despedir, sin antes agradecerles por su acogida a estas, “MIS HISTORIAS”, también de dejarles mis interrogantes y dejarles el nombre de la siguiente entrega, la cual llevará por título: “LAS VIMOS”.

1.  ¿Quién era esa “Señora” vestida de negro detrás de la cama de mi tata Quintina?
2.    ¿Por qué pedía a mi tío; o cómo iba a llevárselo?
3.    ¿Será cierto que realizaba esos viajes tan largos?
4.    De ser ciertos esos viajes… ¿Por qué y hacia dónde se caían esas personas?
5.  ¿Quién era ese personaje de barba y bata blanca, con las llaves a la cintura, parado en esa enorme puerta?
6.    ¿Por qué habló de “bien morir”?

Gracias mil.

miércoles, 3 de octubre de 2012

“ESPÉREME UN SEGUNDO, QUE YA LE CANCELO”

Texto e historia: José G. Martínez
Revisión, corrección y edición: Winder Ñañez


         ¡Saludos cordiales a todos los lectoras y lectores de este, su blog, “MIS HISTORIAS”!, mi amigo Winder Ñañez y yo, les damos la bienvenida.

         Acostumbrados como siempre, les agradecemos por sus comentarios en nuestras entregas anteriores, esperando que cada historia que publicamos les sean de su agrado.

         La que nos ocupa en esta oportunidad es un tanto curioso, lo he escuchado en varias partes, lo escuché y vi en video en una carretera de Portugal, lo he escuchado también desde Colombia, según mis contactos, pero, lo más interesante, es que lo vivimos en casa, de manos de mi tío, y de la mano de un gran amigo de mi padre, que se dedicaba a taxista, un hombre serio y que a raíz de este caso, estuvo en tratamiento médico, ya que le alteró casi por completo.


         En Vargas, el estado donde yo nací, existe un poblado llamado Naiguatá, población a la orilla de la playa, ya que Vargas es un estado costero, separado de Caracas, por la Cordillera de la Costa, cerros y elevaciones que bordean el Valle de nuestra capital. Las carreteras de acceso a estas localidades como Naiguatá, Los Caracas, Carmen de Uria, Etc, van por toda la orilla del mar y de espalda a los imponentes cerros y montañas ya mencionados.
              En el primer caso, a mi tío, le sucedió que venía manejando desde la población vacacional de Los Caracas, y en un puente, antes de llegar aproximadamente a unos 300mts, en la noche y en compañía de algunos amigos, vieron a una mujer parada en la salida del puente, venían tres personas. Y acercándose, notaron que la mujer desapareció repentinamente, eso les obligó a ser cautelosos.

         Pasaron lentamente por el puente, donde segundos antes habían divisado a la extraña mujer, porque la definieron bien, llevaba una falda, cabello largo y blusa. La sorpresa fue, que al frenar el vehículo, quedaron estupefactos, al ver solo sobre la defensa del puente “dos manos de mujer sangrando”.

         Ese avistamiento les asustó mucho, y mi tío aceleró el vehículo despavorido, lo que más les dejó atónitos, fue que, tanto los dos amigos de mi tío que volteaban hacia atrás llenos de miedo, como mi tío que miraba en oportunidades por el retrovisor, vieron de repente aparecer a la extraña mujer en una segunda oportunidad en el puente, y esta vez les despedía con un saludo de brazo alzado.
     Recuerdo bien esa noche que mi tío llegó a la casa, despavorido contando esa historia.

       El segundo caso, se le presentó a nuestro amigo de casa, Graciano, deportista, jugador de béisbol junto a mi padre, taxista de profesión por muchos años. Una persona seria, y sobre todo a mí, me tenía mucho cariño.

         Refiere la historia, que a este señor, le toca hacer una carrera de taxi a una pareja de esposos con un niño pequeño a la población de Naiguatá, esto sucede a las cuatro de la tarde, van conversando normalmente en el camino y llegan al destino, les deja en la dirección que le refirieron y toma el camino de regreso, a todas estas, son las cinco treinta de la tarde, de camino de regreso, y cerca del puente donde mi tío anteriormente con sus amigos tuvieron ese amargo suceso, el amigo Graciano divisa a una chica con una bolsa en la mano, que le hace seña a que se detenga.
    Aclaro, que son las cinco y media de la tarde (05:30pm) aproximadamente, o sea, hay luz del sol aún. Graciano se detiene, y la joven, muy simpática, seria y con resolución le dice: -“Buenas tardes señor, ¿Me podría hacer la carrera a la entrada del barrio El Brillante?, es en toda la vía. ¿Será que puede? A lo que nuestro amigo le contestó con voz amable: -“Claro que sí, con mucho gusto, súbase, yo la llevo”. La joven se subió al taxi en la parte trasera, y allí, durante el recorrido, entablaron una conversación amena, mi amigo la veía por el retrovisor, la chica le contaba que estaba muy contenta, porque estaba por cumplir sus diez y ocho años y que había venido a esta población a recoger su traje para la fiesta que su familia le estaba preparando.

         Al acercarse al destino, la joven le hizo indicación a Graciano por la calle donde debía de entrar, llegaron a una casa en toda la orilla de la calle, la joven le dijo: -“¿Cuánto le debo señor, ha sido usted muy amable?”. Graciano le dijo: ­-“Gracias, son solo 20 Bolívares”. La chica le dijo con una amable sonrisa: -“¿Puede esperarse solo unos segundos, mientras dejo esto dentro y busco para completar los 20 Bolívares? Ya salgo, ESPÉREME UN SEGUNDO, QUE YA LE CANCELO”. A lo que mi amigo le respondió: -“No se preocupe, yo la espero”.

        Graciano, deja el vehículo encendido, observa como la chica saca de una carterita las llaves de la puerta, la abre, se introduce a la casa y cierra la puerta, pero antes de cerrar, le hace señas con la mano, que ya regresa.

         Allí comenzó una espera, que se fue alargando, pasaron cinco minutos, luego siete, luego diez, hasta llegar a 15 minutos. A los 10 minutos de espera, Graciano apagó el motor de su vehículo, salió y se recostó a la puerta del carro. Estaba indeciso si tocar a la puerta o no tocar.
         Pero una sensación de impaciencia le abordó, se llenó de valor y tocó a la puerta, donde estaba segurísimo que esa chica había acabado de entrar unos momentos antes. Lo hizo la primera vez, medio tímido, y esperó aproximadamente dos minutos. Pero no le gustó mucho, no tanto porque la chica le cancelara o no, ya que le conocí, y puedo dar fe de que era un hombre de muy buenos sentimientos, desprendido y honesto.

        Decidió marcharse, pero algo le dijo que tocara la puerta por segunda oportunidad, pero cuando se acercó de nuevo, sintió que se abría la puerta con una llave desde dentro. Se sonrió, porque sus pensamientos se hicieron humo, y vería a la chica aparecer a cancelarle, pero en eso, su mirada se tornó confusa, su frente se arrugó de extrañeza, porque quien se asomó a la puerta no fue la chica que pocos minutos antes había entrado, sino que fue una señora entrada en años y le dijo, con la puerta semi abierta, donde solamente le veía el rostro: -“Si, buenas tardes señor, ¿Puedo servirle en algo?”.

         Graciano dudó unos instantes, porque la señora venía con cara de haber estado dormida, pero ya que el mal estaba hecho, apenado le solicitó el favor, excusándose antes de que le llamara por favor a la chica que acababa de entrar: -“Doñita, buenas tardes y disculpe si la levanté, pero toqué la puerta, ya que la chica que traje hace unos 15 minutos, me dijo que ya salía a cancelarme la carrera”.

         La señora un algoaturdida le dijo: -“Mijo, acá no ha entrado nadie, yo vivo sola, desde hace mucho. ¿De quién me habla?. Graciano solo hizo una sencilla aclaratoria, porque no quiso ponerse a discutir con la señora: -“Doñita, le juro que si, a esa chica la acabo de traer en mi taxi desde Naiguatá, me dijo muchas cosas como que estaba allá porq…”, en eso, la mirada curiosa de mi amigo, vio una foto colgada en la pared de la sala y exclamó, señalando con el dedo: -“¡¡¡Esa, es ella, esa misma muchacha acabo yo mismo de traerla en mi taxi!!!, …no me diga que no está allí, yo la traje y ella entró acá…, ¿Va a negármelo ahora?”.

        La señora, viró atrás y volteó a verle con los ojos algo llenos de lágrimas, eso sorprendió mucho a mi amigo que le preguntó si le pasaba algo a la señora. Ella, hizo una pausa y respiró profundo y le dijo: -“Ay hijo, perdóneme, y perdónela usted a ella, esa era mi hija, que falleció trágicamente en esa carretera -un día como hoy- hace 15 años, en la víspera de sus 18 años, cuando iba a buscar su vestido para la fiesta, eso fue para nosotros un profundo dolor, si quiere, espérese, que yo le pago la carrera, pero por favor, perdónenos”.

         Graciano no podía creer lo que estaba escuchando, eso le ocasionó un shock y cayó sentado en la acera ¿Pueden imaginarse? Viajar con una persona en su vehículo, conversar con ella todo el trayecto y verla entrar en su casa y enterarse que había fallecido hacía 15 años.

         Obviamente, mi amigo le dijo a la señora, que no le debía nada, trató de serenarse, pero aún estaba en un estado de nervios impresionante, se dirigió a su casa, le pidió a su esposa que le acompañara a buscar la ayuda de un médico, de un Psicólogo, para tratar de superar ese trauma causado por ese suceso.

         Como siempre, esperando que estos relatos de hoy les hayan gustado, y como siempre, mis interrogantes:

1. ¿Será que esta alma queda vagando porque si existen partidas prematuras de este mundo?
2.   ¿Existe un vórtice del tiempo?
3. ¿Será este el llamado purgatorio, hasta que se cumpla el plazo o tiempo total?

       De nuevo, muchas gracias por tomar su valioso tiempo en leer “MIS HISTORIAS”, e informarles el nombre de la siguiente entrega: “DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO”


-"Padrino Bendición, pero ¿Usted qué hace aqui?"

Autor: José "Cheo" Martínez Revisión: Alexis Aguirreche             Me siento nervioso, siento esa misma cosquilla como la que sen...