jueves, 25 de octubre de 2012

“DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO”

Texto: José G. Martínez
Correción y edición final: Winder Ñañez


      Como siempre, es un gusto y un orgullo para nosotros, este equipo que hemos conformado Winder Ñañez y mi persona saludarles en nombre de “MIS HISTORIAS”, además, de agradecerles sus comentaros y opiniones.

         En esta oportunidad, tocaré una historia que no solo me fue contada por mi abuela, también fue corroborada por mi madre, quién para esa época ya estaba grandecita, aproximadamente de 10 años, en esta historia se ve envuelta la abuela de mi abuela… Mi tatarabuela Quintina.

         Así se llamaba mi tatarabuela, quién, refiere mi viejita, fue quien la crió, ya que su propia madre, o sea, mi bisabuela, falleció a los pocos días de nacida ella, y por eso fue que esta viejecita se encargó de los destinos de mi abuela.

         Cuenta mi abuela, que era una viejecita linda, pequeña, pero con una entereza única, trabajaba como cocinera en un hotel que existía acá en La Vela, lo que indicaba que había al menos ingresos y la vida no era tan fuerte. Mi madre relata, que era una viejecita adorable, que los quería a todos, sobre todo a mi tío Jorge, el tercer de los hijos de mi abuela, con un cariño único, lo consentía hasta más no poder.

         Así transcurrió la vida por mucho tiempo, hasta que abuela Quintina cayó en cama, por cosas de la misma vejez, ya que contaba con 98 años de edad, aunque tenía su mente lúcida, su deambular se hizo nulo y permanecía acostada. Desde este período de cama, se comenzaron a suscitar unas extraordinarias narraciones por parte de mi tatarabuela Quintina, lo contaba mi abuela, y lo corrobora mi madre, hasta al momento de escribir esta historia, lo que también quiero agradecer públicamente, ese gran recurso viviente que ha resultado, quién me apoya en la narración de estas historias.

         Un detalle que me contó mi vieja, y que voy a tratar de describir al máximo para que tengan una idea de lo que decía tata Quintina era que según ella, le decía a mi abuela: -“Hija: acá detrás de mí, a la cabecera de la cama, está una mujer, toda vestida de negro, y hay como un velo muy grande, que me está cubriendo poco a poco, y sé, que me voy a ir cuando ese velo me cubra por completo”, Mi abuela le decía: -“Ay mamá Quintina, usted sí que inventa, aquí no hay nadie, solo estamos usted y yo”, ella le decía: -“Está bien, tu no me crees, pero allí está, y no solo eso, allí al lado tuyo está parada tu mamá, mi mamá y mi papá y también mi comadre Claudia, ellos me están esperando, me vienen a ver siempre”.

         Me dijo mi abuela, para el momento que me contó esa historia, que cuando ella le hizo referencia a estas personas, le vio rodar dos lágrimas silentes. Refería mi abuela, que tata Quintina fue siempre una mujer de buen vivir, de esas personas que ni un mal pensamiento cruza por sus mentes, de esas personas que en vida se entregan a hacer el bien, no son santas, pero nadie tiene el valor de señalarles.

         Otra persona especial a quien le hizo referencia que estaba presente, era un hermano de mi abuela, que había fallecido ahogado meses atrás, y por no herirla, no le había dicho nada: -“¡Carajo María! -le increpó- No me dijiste nada que mi hijo se había muerto, ¡Míralo, allí está parado!. Tanto el médico del dispensario, como el cura de la iglesia, le decían a mi abuela, que ella, estuviese pendiente, porque de un momento a otro, la iba a encontrar dormida, ya en el sueño eterno. El doctor le mencionó, que no valía la pena llevarla al hospital, porque de todo estaba bien, no tenía enfermedad alguna, sino el proceso involutivo de la vida, la curva de la campana de Gauss, que partimos de cero y a cero llegamos, por su parte, el sacerdote, ya le había aplicado el sacramento de la extremaunción.

         Así pasaban los días, mi abuela la mantenía limpiecita, aseada, le daba muchas muestras de amor, ya que esa fue la única figura materna que vio. Seguían esas narraciones y una tarde luego de dormir unas horas, se despertó llamando a mi abuela, que por favor, le pasara agua, agua fresca: -“Mijita, por favor, ¿Me puedes dar un poco de agua fresca?, vengo cansada”. Mi abuela extrañada de preguntó: -“¿De dónde viene mamá?”. Ella le respondió: -“Dile a Ángel, que se venga, que aún no va a conseguir nada, lo acompañé desde el cine, donde se metió desesperado, muy preocupado porque no consigue trabajo, hasta la casa donde está viviendo, y le hice una maldad, le tiré una piedrecita que le pegó en la espalda, y él inmediatamente volteó jajaja”. Me refirieron tanto mi abuela, como mi madre, que mi abuelo, se encontraba en esos días en la población de La Guaira, en busca de un mejor porvenir, pero la búsqueda de empleo fue infructuosa en esa oportunidad. Esto dejó a mi abuela sin decir una palabra.

         Los períodos de sueño se fueron prolongando mucho más, lo que mantenía a mi abuela muy pendiente de su abuela, se le acercaba a ver si estaba respirando aún, en muchas ocasiones, se reían ambas, porque ella despertaba cuando mi abuela estaba cerquita, le decía: -“¿Qué fue mijita?, jajaja, aún no me voy”. Mi abuela le preguntó que por qué le decía eso, a lo que le contestó: -“Porque precisamente, fui allá, allá, adonde voy a ir, mija, era un camino laaargo y muy delgado, hacia un lado era lleno de flores hermosas, pero hacia el otro lado, era oscuro, tenebroso y caliente, delante de mi iba gente y detrás también, y unas personas resbalaban y caían a ese abismo y se escuchaban sus gritos, hasta que llegué a una gran puerta, hermosa, altísima, donde estaba un señor muuuuuy viejito, con una bata blanca, y una barba que le caía a la barriga, también tenía unas llaves grandes colgando en un cordón a la cintura. Cuando iba a entrar, ese hombre imponente me dijo: <”No, no es su turno ahora, váyase por este otro camino, pero ya falta poco”>, por eso te digo que aún no me voy”. Estas palabras dejaban a mi abuela cada vez más sin nada que decir.

         De hecho, me refirieron, tanto mi abuela como mi mamá, que ya para esos días, les era prohibido entrar a la habitación donde estaba mi tata Quintina, ya que un episodio extraño, puso a pensar a mi abuela. Cuentan que en un momento que la estaban limpiando y aseando, de repente mi tata se puso a llorar, mi abuela se desesperó preguntándole que qué le pasaba, a lo que le contestó: -“María, ¿Por qué tu no me das a Jorge mija, para llevármelo? <DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO>”. A lo que mi abuela se le abrieron los ojos de la impresión y le dijo con mucha calma: -“¡Nooo Mamá Quintina! Cómo cree usted eso, ¿Cómo le voy a dar a Jorge? ¿Qué le digo después a Ángel? No señora, Usted vino sola, y sola le toca irse, y luego iremos nosotros y nos encontraremos ¿Verdad?. Ella se encogió de hombros, como muchachita regañada, aunque mi abuela usó más bien una voz suave, y le dijo: -“Está bien hija, tienes razón”. Lo que generó la orden que ninguno de los muchachos, (Instrucciones precisas a mi madre), debía de entrar solo a ver a Mamá Quintina. (Mi madre me contó para en momento de redactar esta historia, que ella se enteró de eso, que mi tata Quintina pedía a mi tío Jorge, mucho tiempo después de fallecida mi tata).

         Decía mi tata Quintina, que ese velo negro ya estaba casi cerrado, era como un mosquitero de una malla muy tenue, era como si esa mujer que estaba detrás de ella, estaba juntando sus brazos extendidos hacia el frente, juntándolos poco a poco. Demás está decir, que mi abuela me refería que mi tata no era una persona lidiosa, no se quejaba, no sentía ningún tipo de dolor, pesar o malestar alguno, sencillamente. (Voy a intervenir para aclarar, aunque no deba en la historia, pero pienso debo hacerlo, ya que es una de las historias que más me impresionan, puesto que me acerca mucho más con la muerte), se estaba cerrando un ciclo de vida, el paso de un estado a otro.

         Un buen día, el último de esta conmovedora y verdadera historia, relata mi abuela, que mi tata Quintina, amaneció algo más despierta e intranquila, si se le puede decir así, que de costumbre, a golpe de mediodía, mi tata llama a mi abuela, luego de que ya estaba aseada y almorzada: -“¡Maríaaa, ven un momento mijita!, ¿Me puedes hacer un favor?. A lo que mi abuela vino inmediatamente, nunca la desatendió, ni le pesó atenderla, ni se imaginaba que ya el final estaba cerca, que ya prontamente su madre, aquella que le tocó criarla luego de su propia madre haber partido de este mundo con solo apenas días de mi abuela nacida.

-¿Dígame mamá Quintina?. Le dijo mi abuela, a lo que ella le respondió: -“¿Puedes traerme a los muchachos? Les quiero echar la bendición”. A mi abuela, se le hizo un nudo en la garganta al escuchar esas palabras, y comenzó a llamar a mi madre y mis tíos, así pasaron uno a uno, mi madre, mi tío Iván, quién le seguía a mi mamá y mi tío Cheo (Jorge, ese que ella le pidió para llevárselo). Ella les fue bendiciendo, besándolos y abrazándolos, ellos no entendían lo que pasaba.

Luego que se despidió de los chiquillos, la llamó a ella y le dijo: -“Manda, por favor a Mercedes a casa de los Gutiérrez, que en este momento están por ponerle la comida a Feluncho y me le dices, que por favor, venga un momento, a leerme la biblia”. Así mismo lo hizo mi abuela, mandó con mi madre en búsqueda de Félix Gutiérrez (Amigo de la casa), relata mi madre, que cuando estaba por tocar la puerta de la referida casa de los Gutiérrez cuando escuchó: -“¡Féeelix, vení pa’ que comás, ya está servido!”. Mi madre lo llamó: -“Señor Félix, que le manda a decir mi mamá, que por favor vaya un momentico, se trata de mi abuela Quintina que lo mandó a llamar”. Félix Gutiérrez (Quién con el pasar de los años se convirtió en mi padrino, y a quién vestí yo luego de fallecido), acudió inmediatamente al llamado.

Al llegar, allí la vio, se sonrió y le dijo: -“Ibas a comer ¿Verdad Feluncho?. Éste contestó: -“Si, pero no se preocupe, yo me traje mi biblia, ¿Qué quiere que le lea?”. Ella le dijo: -“No te preocupes, lo que tú quieras, lo primero que abras”. Félix Gutiérrez al abrir, lo primero que vio fue el salmo:CXXVI del libro del mismo nombre que reza: “Nada podemos sin el auxilio ni la bendición de dios”. Así estuvo por un rato, hasta que ella, le puso la mano en el hombro, ya que él estaba sentado al lado de ella, en una silletica muy humilde, ella acostada en un katrecito, diciéndole: -“Ya puedes ir a comer, tu comida está caliente, esto no lo olvidaré nunca Feluncho, Gracias por ayudarme a bien morir, Dios te bendiga”. Hubo un gran silencio, mi abuela acompañó a Feluncho a la puerta y cuando estaba de regreso a la habitación, ya mi tata Quintina, estaba dormida, en el sueño eterno, murió tranquila, sin un lamento, sin un grito, sin una queja, sin una lágrima, al contrario, llena de paz, de tranquilidad, de amor.

Quiero hacer otra intervención, espero me disculpen, pero de todas las historias que me ha tocado contar, a todas las quiero, forman parte de mí, de mi legado, de mis vivencias, pero ésta en especial, es una de las más conmovedoras, por tratarse de una adorable viejecita. ¿Quiénes no han tenido una?

Como siempre, esperamos les haya gustado esta historia, y también, como siempre, esperamos sus comentarios y observaciones. No me quiero despedir, sin antes agradecerles por su acogida a estas, “MIS HISTORIAS”, también de dejarles mis interrogantes y dejarles el nombre de la siguiente entrega, la cual llevará por título: “LAS VIMOS”.

1.  ¿Quién era esa “Señora” vestida de negro detrás de la cama de mi tata Quintina?
2.    ¿Por qué pedía a mi tío; o cómo iba a llevárselo?
3.    ¿Será cierto que realizaba esos viajes tan largos?
4.    De ser ciertos esos viajes… ¿Por qué y hacia dónde se caían esas personas?
5.  ¿Quién era ese personaje de barba y bata blanca, con las llaves a la cintura, parado en esa enorme puerta?
6.    ¿Por qué habló de “bien morir”?

Gracias mil.

3 comentarios:

  1. Me encantó esta historia, me parecen súper interesantes todas las historias que compartes con nosotros, pero ésta me conmovió mucho.
    Contesto algunas de tus preguntas desde mi muy particular punto de vista, sin intentar desmentir o descalificar en ningún sentido el relato que nos cuentas:
    0. ¿Quiénes no han tenido una? YO ;(
    1. Supongo que era la Muerte, la 'Niña Blanca',.. (así la llaman acá en México, es un culto a la 'Santa Muerte'), sinceramente yo creo que la muerte no es un 'ente' que se encarga de darnos o quitarnos la vida, es simplemente un hecho que forma parte de la vida, quizás sea el término de ésta pero sólo es eso: un suceso. En relación a lo que se narra en la historia creo que a veces nuestra mente nos juega bromitas mientras dormimos y nuestra mente hace analogías con respecto a lo que vivimos, quizás al sentir que se acercaba el momento de morir, experimentemos este tipo de 'sueños' que nos llevan a 'ver' cosas que hasta cierto punto para algunos son poco creíbles. Por otra parte puede que me equivoque y en verdad haya un 'personaje' encargado de llevarnos o ayudarnos a dar este paso de la vida a la muerte.
    3. Es posible que esos 'viajes' se generen en nuestra mente justo antes de morir al menos eso lo vi en un documental acerca de la muerte. Voy a tratar de investigar sobre el tema y si puedo les recomiendo el documental que les comento.
    4. Supongo que en el 'viaje-sueño' se hacía una analogía con el infierno. ¿Existirá tal lugar?
    6. Habló de "bien morir" por que con la lectura de la Biblia podría en cierto sentido acercarnos a Dios y en ese caso morir en paz, o acercarnos más al cielo. Vuelvo a repetir la pregunta que hice en la respuesta anterior. ¿Existirá tal lugar?
    Creo que me extendí un poco con mi respuesta, pero en verdad me agradó la historia, nuevamente te agradezco que las compartas. Saludos!

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    1. Vaya... no tengo respuestas a este hermoso comentario, Solo que felicitarte y agradecerte por comentar, tan extensamente... tan decentemente... tan agradablemente... Muchas gracias UNKNOWN

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  2. ...Gracias a ti, espero seguir leyendote, por cierto ya no soy unknown!!! =P
    Saludos!

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