martes, 25 de octubre de 2022

-"Padrino Bendición, pero ¿Usted qué hace aqui?"

Autor: José "Cheo" Martínez

Revisión: Alexis Aguirreche 


        Me siento nervioso, siento esa misma cosquilla como la que sentí el primer día, ese cuando publiqué mi primera historia. Ya han pasado varios años sin entrar a compartir con este viejo amigo, mi blogcito de historias. Hoy me decidí a retomarlo, porque siento que es el momento propio para hacerlo. Creo que quienes me hayan leído antes, estarán facultados para opinar acerca del desempeño y algún cambio que pueden notar en mi pluma, les sabré agradecer por esa sutuleza de su parte.

        También quiero comentarles, por si no se han dado cuenta, que tengo un nuevo corrector, se trata del Sr. Alexis Aguirreche, excelente amigo, nativo de La Vela, docente de matemáticas por muchos años y gran barista de café, bebida cordial que hemos compartido en numerosas ocasiones en el remanso de paz de su casa, en largas tertulias del acontecer del planeta en todas las épocas. Gracias Alexis por aceptar pasearte tu primero por estas líneas y hacer tus acotaciones para que nuestros lectores disfruten al pleno de estos relatos, por cierto, verdaderos.

        Esta es la continuación de una historia que ya había comenzado, La historia de Frankie. rodeada de sucesos algo extraños para mi, donde una vez más me siento involucrado de alguna u otra manera; pueden leerla: "Quiero comer pescado".

        Fallecido el niño, mi Padrino (Que es el protagonista agregado de esta segunda historia), mandó a hacer en su porche, un piso, con el fin de celebrar una reunión íntima con vecinos y amigos, ya que en la costumbre católica, no se les reza a los niños, al menos ellos quisieron hacer algo con qué compartir, ya que estas personas eran muy queridas.

        Echado el piso , el albañil procedió a taparlo con un plástico en la tarde al final de la faena, también para que gatos no lo fueran a deformar pasándole por encima. (No sé qué misterio habrá que perros y gatos les fascina pasar sobre cemento fresco).

        Cual fue la mayor sorpresa, cuando el albañil vino al día siguiente y destapó el piso. Unas huellas o pisadas de pies descalzos de un niño de aproximadamente 4 a 5 años, la edad de Frankie al momento de su muerte se dirigían en sentido hacia la puerta de la sala de la casa de mi padrino. Todos se asombraron ante aquel suceso, no le encontraban explicación y hubo llantos.


        Si, hubo llantos ante tal acontecimiento, pero la vida continuó. En la casa de mi Padrino se entraba por la puerta de atrás, ellos hicieron ese acceso como principal. Entraba uno al porchecito, inmediatamente se conseguía con el comedor, sobrio colonial y un seiboo del mismo juego. Como dando la bienvenida y directamente frenta a la puerta, estaba la foto de Frankie, una que le tomaron, y con ella hicieron un afiche de aproximadamente 50 cm. x 65 cm, eso era costumbre en mi época de niño. La foto era de primer plano y estaba no exactamente de frente, sino mejor,de 1/4 de lado, con la cabeza mirando hacia la puerta. Esa foto estaba en la pared que sería de apoyo a las escaleras que conducían al segundo piso de la casa de mi Padrino. Frankie era un niño particularmente bello, tenía el cabello muy liso, negro azabache y como decimos aqui en Venezuela, corte totuma, parecía un indígena.

Así más o menos era Frankie

        A Frankie siempre lo recordamos con mucho cariño, por habernos dejado impactados de lo inteligente que fue, pese a sus escasos 4 años de edad. Yo siempre que iba a casa de mi Padrino, me llamaba la atención esa foto, le tenía como cierto respeto, cierta extraña admiración, yo sentía para ser exacto mis apreciados lectores, que Frankie siempre estaba ahí, que nunca se había ido. eso sentía yo. Y por lo que se ve, no me equivoqué.

       Los años pasaron, crecí, comencé a trabajar, me casé, hay algo que si quiero hacer notar, mi Padrino, fue para mi, como esa figura paterna, de hecho, cuando conocí a mi padre, él fue que me cargó por la emoción que me dio y el llanto que agarré a los 7 años. Mi Padrino fue lo máximo, sobre todo un dominocista espectacular. Mis primeras cervezas las tomé con él, bajo su tutela. Siempre anduvo muy al pendiente de mi familia, eran dos familias muy unidas.

        Estando yo viviendo ya aqui en Caujarito, se enferma mi Padrino, me entero y voy, al llegar me informan que necesitan donantes de sangre, a lo que de manera inmediata me ofrecí para ser el primero. Doné la sangre y luego, por motivos de obligaciones laborales, tuve que devolverme a casa el día lunes.         

        Nunca mejoró, no se volvió a levantar de la sala de cuidados intensivos, todo fue muy rápido, finalmente, mi Padrino falleció, ese hombre de temple alegre, conciliador, con un enorme sentido dela justicia y lleno de valores como nunca vi en otra persona, ese hombre que tuvo la responsabilidad de presentarme a mi padre y hacer que lo aceptara tal cual era, me dejó, se fue, sencillamente; murió.

        No pude acudir a sus excequias, ya que entre estar algo corto de dinero y los compromisos laborales, no me lo permitieron. Lloré a ese Padrino de manera inconsolable, mi esposa me dio mucho aliento, porque ella sabía lo que quise a mi Padrino, tanto, que ella también aprendio a quererlo.

        Cuando fui a presentar a la Jefatura Civil a mi hija mayor, le dije a mi Padrino que si quería ser testigo del acto y firmar su partida de nacimiento, me dijo que con mucho gusto, que era un honor. Y hablando de honor, debo decir que cuando le preguntaron a mi Padrino su profesión para asentarla en el acta, el orgullosamente dijo: Militar. Si, mi Padrino era un Guardia Nacional del período de los años 40 del siglo pasado y esos Guardias Nacionales tenían un lema que rezaba: "El Honor es su Divisa",  él era uno de ellos.

        Pude ir, solo al último rezo de mi Padrino, les cuento, que cuando llegué a la que fue su casa esa tarde, las lágrimas de sus hijos al verme fueron entristecedoras para el resto de los presentes, sabían todos como me quiso ese Padrino.

        Quiero hacer notar de aqui en adelante, que si han leído mis otras publicaciones, en algunas les manifiesto muy sinceramente que he tenido experiencias extra sensoriales de forma oníricas, o sea, no sé que será, pero mis sueños son extraños, a veces reveladores; a veces me dicen cosas que van a pasar, como a veces son tristes con personas que ya no estan en este plano de los vivos. En reiteradas oportunidades he soñado con personas ya fallecidas, no me asustan, sé que de alguna manera o se trasladan hacia donde estoy, o al contrario, soy yo quien se traslada adonde ellos estan.


         Una noche, luego de la última noche de mi Padrino, como al mes de esos sucesos, aún con el pesar de su partida, me acuesto, normal, como siempre. ¡Qué me voy a imaginar que entrando en el mundo onírico de mis revelaciones sin proponérmelo, me voy a encontrar con zendas personalidades de mi vida! Comienzo a soñar, y veo que voy llegando a la casa de mi Padrino, entro al porchecito, paso, abro la puerta que conduce al comedor colonial antes mencionado, desde la puerta observo todo el movimiario lentamente, el seiboo, cuadros, un tinajero hermoso, todo en el comedor de la casa de mi Padrino, pero me falta algo que no vi, dirijo la vista a donde estaba el foto-afiche de Frankie y cual es mi sorpresa que no estaba, en su lugar estaba parado el propio Frankie, sé que es él por su cabello, pero ya es hombre, está parado en la base antesala de las escaleras que conducen al segundo piso, nos vemos ambos con una mirada fuerte, les expreso mis lectores, que sentí un poco de miedo en el sueño, pero caminé hacia él. Él, me siguió hacia si con su mirada, serios ambos, le llegué entre 35 a 40 cm de separación, cara a cara.

        Me veía, lo veía, nos hablamos con la mirada pero nunca nos dijimos nada, sé que nos hablamos con las miradas, pero nunca pude escucharle en mi mente, él quería solo que lo viera para que notara lo que había crecido, eso lo capté desde el principio. Para cuando tuve ese sueño, contaba yo con 41 años de edad aproximadamente y si mal no recuerdo. Frankie falleció a los 4, yo tenía apenas 7, o sea, mucha agua había pasado por debajo del puente de nuestras vidas, pero su recuerdo en mi estaba intacto. Nunca más lo olvidaré, y ellos se encargaron de que eso fuese así. De hecho, sé de antemano, que los voy a volver a ver, y eso es material para la tercera y última historia de esta trilogía.

        En eso que estamos cara a cara Frankie y yo, de repente percibo a mi costado superior izquierdo, que viene entrando una lusz intensa, que de repente se tornó algo segadora. Venía caminando, adentrándose por las paredes y el piso. Quiero hacer un alto y explicar algo. Las escaleras eran de dos tramos con un descanso a la mitad, subía a la izquierda de mi, y doblaba hacia mi espalda, o sea, hacia la puerta de entrada. cuando yo me percato de la luz, volteo, me viro de medio cuerpo y veo envuelto en esa luz fuerte a mi Padrino. Su uniforme impecable, era verde, lo sé, pero toda su humanidad la vi algo transparente o mejor dicho, traslúcida; entonces, ese uniforme era verde militar traslúcido, llevaba puesta su gorra, todo impecable. Al verlo me asombré, bajó hasta el descanso de la escalinata.


         Tomé valor y a él si le hablé, asumí la iniciativa. le dije muy fuerte y claro: -"¡ Padrinoooo, Bendición, pero ¿Usted que hace aqui?", y me contestó en el acto: -"Dios te bendiga Joseíto; ¿Lo viste? Está grande y hermoso ¿Verdad?"; le respondí, luego de virar la cabeza a ver a Frankie nuevamente y voltear hacia él para retomar el diálogo: -"Si Padrino, grande y hermoso". Aqui mi Padrino se extendió a hablar algo que luego de ese sueño, me siguió inquitendo por años, Me reveló: -"No nos podemos ir aún, el primero fue él, luego me tocó a mi, pero no podemos irnos, porque nos faltan dos mas todavía", Esto me lo dijo con un dejo de nostalgia, tanto así fue, que me encogí de hombros en el sueño, ya que me sentí solidario con él, o sea, me contagió su nostalgia. 

         Mi Padrino se despidió momentáneamente de mi, me dijo: -"Bueno, ahora me toca irme, Síguete portando bien como siempre lo has hecho, y recibe mis Bendiciones. Dios te Bendiga". Eso lo dijo, levantando su mano en señal de la Cruz, recuerdo que le dije: -"Amén Padrino", solo eso le dije, porque me dio la espalda, comenzó a ascender las escalinatas, estuvo de mi, a una distancia de aproximadamente 2 metros, con él se fue yendo la luz fuerte y algo enceguecedora hasta que desapareció por completo. Al percatarme que había desaparecido la luz, y todavía absorto por ese diálogo tan extraño y enredado que casi me dejan en shock, viré a ver a Frankie, pero este ya no estaba tampoco, en su lugar estaba el foto-afiche con su cara angelical de niño de 4 años como siempre hubo estado en el sitio de costumbre, en la base de las escalinatas al segundo piso en la casa de Mi Padrino.

        Cuando soy presa de estas interesantes manifestaciones, me despierto algo cansado, ya que son sueños, al menos estos donde no estoy corriendo ni llevando a cabo esfuerzos físicos como en otros que ya me sucedieron, donde siempre mi cuerpo físico da saltos en la cama, me volteo brúscamente en varias direcciones y siempre que me sucedía, encontraba, al despertarme, a mi esposa (Cuando vivíamos juntos antes de separarnos), sentada a una orilla de la cama, fumandose un cigarro y al despertar, por lo general sudado y reventando en lágrimas, ella muy serenamente me decía: -"Aqui estoy mijito, esperando a que me cuentes el sueño", y por lo general, luego de contarle el sueño, nos poníamos a rezar.

        Esas revelaciones en ese suelo con mi Padrino son iinteresantes que analice en esta entrega, y de ese análisis me quedaron las siguientes interrogantes apreciados lesctores:

1.-    ¿Sigue el crecimiento y desarrollo físico luego que morimos, o fue que Frankie             murió de forma prematura y está cumpliendo su ciclo hasta que le llegue el                 hacer su viaje final?

2.-    ¿Será cierto que el día que tenemos que partir de este mundo terrenal no nos             vamos solos, o sea, nos vienen a buscar?

3.-    De ser así ¿Por qué han de venir a buscarnos?; ¿Corremos peligros al estar                 solos o nos podemos perderen el viaje? y finalmente:

4.-    ¿Por qué mi Padrino me reveló que no se podían ir? ¿Porque faltaban dos más          aún?

        Interrogantes que les voy a dejar en el tintero de sus retinas, para la próxima entrega del desenlace de esta trilogía que pienso titular: -"Y diciéndome adios, se fueron". Mil gracias de mi parte y en nombre de mi amigo y corrector Alexis Aguirreche, por sus comentarios y espero en veerdad que estas historias les gusten tanto, como me gustan a mi.

martes, 20 de agosto de 2013

“LAVADA Y PLANCHADA”

Contentos los integrantes de este equipo: Winder Ñañez y mi persona, por el trato preferencial que les dan a “MIS HISTORIAS”, y alegres a la vez por estar de vuelta para despertar el interés y su curiosidad en estas narraciones, ya definitivamente viviendo acá en La Vela, en este enigmático y hermoso pueblo; como siempre, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano. Pidiendo también de antemano, disculpas por la prolongada ausencia del Blog.

            La historia que nos ocupa hoy me llega de la mano de un gran amigo que he conocido acá en el Museo Comunitario La Vela, artista plástico y de una gran calidad humana; Julio Quintero, “Quinterito” de cariño. Les confieso, que cuando me contó esta historia, esa noche tenía que pernoctar solo acá en este recinto, La Antigua Aduana, desde donde estoy escribiendo estas historias, y puedo decir, que sentí algo de miedo, yo, que me jacto que esas cosas no me asustan.

            Su narración fue tan realista, que le animé a escribirlo, y otras historias que esa noche me regaló y que voy a ir publicándolas paulatinamente.
            Refiere “Quinterito” que se quedaba al cuido de una casona de muy vieja data, de esas que hoy día pertenecen al Patrimonio de la Humanidad decretado por la UNESCO hace ya algún tiempo, o sea, una casa de más de 100 años de construida, y perteneciente a la Familia Reyes (Sra. Anita Reyes). No solamente “Quinterito” se quedaba a dormir en ella, sino que en oportunidades, cuando este no podía, se quedaban allí varios de sus compañeros de la Universidad a pasar la noche. Pero, refieren estos compañeros, que en muchas oportunidades, tuvieron que salir algo asustados y despavoridos, porque al estar dormidos en hamacas, sentían que les eran agitadas con mucha fuerza las “cabulleras[1]” y al día siguiente le contaban a “Quinterito” lo ocurrido, no tomándolo éste en serio.

            Pero el mismo Quintero, también fue testigo de algo, que a mi modo de ver, es tan impresionante e increíble, y dicho sea esto, es de tener como decimos los venezolanos, las “metras” (Canicas), bien atornilladas para aún estar vivo y contarlo, por eso, les sugiero mis apreciados lectores, no pierdan ningún detalle a esta increíble y escalofriante narración, llena de todo el realismo que la envuelve.

            Por eso voy a pasar a contarlo de su misma viva voz:

            -“La casa en cuestión era algo sombría, sumamente grande y da de una cuadra a otra, mucho polvo, y algunas habitaciones estaban con llave, en total eran siete, dos baños y un zaguán, cocina al fondo, patio central con un “aljibe” y en la parte posterior un solar grande frondoso. Yo, dormía en el corredor, porque como dije, estaba solo al cuido y había muchas pertenencias y objetos de gran valor. Y también, porque en ese corredor me habían dejado un aparato de TV para que me distrajera, y al costado de la hamaca siempre tenía una silla, donde yo acostumbraba a dejar mis pertenencias y algunas ropas.”
            -“Eran ya pasadas las 10:00 de la noche cuando llegué tan cansado, que ni me duché, a tal punto inclusive, que teniendo la ropa sucia, solo me quité la camisa y la tiré a la silla, que como dije, estaba a un costado de la hamaca.”
            “Quinterito” acá hace referencia que en esta casa, el acceso de noche era a plena oscuridad, y que las bombillas las tenía que dejar semi-roscadas y apretarlas cuando entraba y a tientas, por el mal estado de los interruptores. Y prosiguió su narración:

            -“Cuando me fui a acostar, encendí la TV y me tumbé en la hamaca, no podía conciliar el sueño de inmediato, por el fragor del cansancio y la faena del día, pasada media hora, decidí apagar el aparato y definitivamente caí rendido. No sé a ciencia cierta cuanto tiempo pasó cuando sentí que una mirada estaba sobre mis hombros, horadándome, en eso me desperté y cuando miré, vi parada frente a mi a una mujer alta, de tez blanca, cabello liso y ojos negros hasta la cintura y una bata manga larga que le llegaba hasta los pies, de un salto me senté y allí estaba ella, de pie, frente a mi, mirándome fijamente, yo sin miedo, pero sin reaccionar y fue ella quien me habló primero y me increpó con mucha autoridad: “-Te me vas de mi casa”.

            Impactante este relato de mi amigo “Quinterito”, les confieso de verdad, que yo no podía creer lo que escuchaba, pero el prosiguió:

            -“En eso un escalofrío entró por mi columna y toda mi piel se erizó. Inmediatamente me levanté para salir corriendo, pero al estar a su lado, como realmente no sabía si era un sueño o estaba de verdad despierto, la miré y le dije: -“Bueno… ¿Quién está cuidando la casa…? ¿Tu o yo?”.

            -“Ella bajó la mirada y me respondió: -“Entonces, de ser así, ¿Será que puedo quedarme en la casa?”. A lo que dije: -“Dale pues, pero… Ya déjame dormir”.

            -“En eso ella se retiró por el pasillo hacia el zaguán donde desapareció entre la oscuridad, yo volví a la hamaca a acostarme, pero cual es mi sorpresa, que en ese ínterin, veo que entra, en esta oportunidad otra mujer, ataviada como una mucama de servicio, era blanca, de cabello corto, y portaba en su mano un paño de servidumbre y me habló también, me dijo, eso si, con la mirada al piso: -“Buenas noches señor… ¿Puedo servirle en algo?”.

            Acá Quintero me relata que ya estaba algo molesto, primero una mujer que le exigía que se fuera de la casa y luego otra ¿Qué estaba sucediendo en esa casa?, pero prosiguió con su extraña historia:
            -“Inmediatamente le respondí con un si y asentí con la cabeza, tomé la camisa que estaba en la silla y se la lancé a las manos: -“Bueno, lávame esta camisa”, con algo de voz de mando, o mejor, de molestia. –“Pero ya, de una vez por todas, déjenme dormir”. Ella la tomó y la puso sobre el delantalcito que llevaba en el brazo derecho y se retiró eso si, caminando hacia atrás sin darme la espalda y como en una señal de reverencia y también se perdió en la oscuridad. Yo quedé de verdad extrañado porque aún, insisto, no sabía si estaba despierto o dormido. Me dirigí hacia la cocina de la misteriosa casa la cual se encontraba llena de polvo y telarañas, el techo casi en el suelo. Fue allí donde, a pesar del cansancio, me decidí a revisar toda la casa. Me devolví por el pasillo revisando cada cuarto o habitación, lógicamente, si estaba abierta. Ya voy llegando al zaguán cuando me vuelvo a quedar asombrado, porque veo de nuevo a la primera mujer, pero esta vez, ella venía empujando una silla de ruedas donde se encontraba un señor blanco y flaco pero algo pálido, de cabello negro, sudando, temblando y arropado con una sábana blanca. Al verme venir, la mujer puso una cara de asombro y me dijo en esta oportunidad: -“¿También él puede quedarse?... No podía creer lo que estaba observando, pero no sé cómo me llené de valor y le dije con voz muy segura y algo enérgico: -“¡No!… estas tu, está aquella sirvienta ¿Y ahora él? No, se me van, se me van yendo de la casa”. A lo que ella se retiró caminando de igual manera hacia atrás, halando la silla de ruedas con el extraño, tembloroso y sudado hombre que parecía estar muy enfermo, perdiéndose en la oscuridad del zaguán.

            ¿Increíble verdad mis queridos lectores de MIS HISTORIAS? Les juro, que he ido conociendo a “Quinterito” y me doy cuenta que es una persona totalmente equilibrada, además, como dije, un artista plástico muy dedicado, no creo que esté inventando estas historias. Pero sigamos con este interesantísimo relato.

            -“Yo seguí derecho al zaguán y pude notar que tenía las mismas características de las habitaciones y por ende, del resto de la casa, telarañas, polvoriento, yo, sin miedo, o simplemente no le di importancia, me devolví hacia mi hamaca, pero cuando voy llegando, sale la mucama de la cocina, con su mismo atuendo y en esta oportunidad me pregunta: -“Señor, disculpe, ¿Desea usted comer algo?”. Yo le respondí, ya medio harto: -“¡Si!, cualquier cosa con tal y me dejen dormir”. A lo que esta mujer se retiró, igual, de la misma manera, sin darme la espalda, y allí si, de verdad, me volví a acostar en la hamaca y caí profundamente dormido, no me pregunten por cuanto tiempo, hasta que un delicioso aroma a café recién colado me despertó, era tal ese aroma, que me levanté una vez más y comencé a revisar de qué parte de la casa extraña provenía ese exquisito olor. Al revisar la casa una vez más, pero de manera infructuosa, pensé que ese aroma podía provenir de la casa vecina donde estuviesen haciendo café, pero insisto que el olor era tan rico, que fui al patio central para orientarme en su búsqueda. Una vez allí, me pegó una ráfaga de brisa en la cara y ese aroma se desvaneció de manera extraña. Me percaté que ya estaba amaneciendo, y yo sin dormir, y el cansancio intacto, me devolví hacia la hamaca a ver si de alguna manera podía descansar algo, y en lo que me siento en ella y dirigir la mirada curiosa hacia la silla donde se encontraba mi camisa sucia anteriormente, ¡Oh sorpresa me llevé! ¡Allí se encontraba mi camisa, si, la misma que le entregué a la mucama, pero en esta oportunidad, perfectamente <LAVADA Y PLANCHADA> y sutilmente doblada.

            Lectores de MIS HISTORIAS, he contado muchos relatos, pero “Quinterito” me ha sorprendido con este grandioso; pero yo no me quedé así, le hice miles de preguntas a las cuales me respondía perfectamente a todas mis interrogantes.

            -“José”, Me dice Quintero, “Ni yo mismo tengo las respuestas de este extraño suceso, pero, es real, cierto, fue verídico, eso lo viví yo”.

            -“A la mañana, me fui a contar el suceso a mis amigos, esos mismos, que salían en carrera de la casa cuando les halaban las cabulleras y estos no me creyeron”.

            Bueno mis amados lectores de MIS HISTORIAS, espero que con esta haya logrado satisfacer sus expectativas, no me despido antes sin dejarles mis interrogantes:

-       ¿Quiénes eran estas personas?

-       ¿Será que en esa casa existe un portal al más allá?

-       ¿Un mundo paralelo?

-       ¿Cómo es posible que un ser del más allá pueda lavar y planchar una prenda de vestir tangible y de el acá y del hoy?

También quiero agradecerles en el nombre de mi corrector oficial Winder Ñañez y en el mío propio su deferencia para con este Blog, no sin antes decirles que el título de nuestra siguiente historia será: “ELIO… ¿TU COMISTE PAN?”, que obviamente también es de “Quinterito”.

De nuestra parte y en el de mi amigo “Quinterito” Mil gracias.




[1] Venezolanismo: Atado de cordeles con los cuales se amarran las sogas de las hamacas

jueves, 25 de octubre de 2012

“LAS VIMOS”

Texto: José G. Martínez
Edición y correcciones finales: Winder Ñañez


           Agradecidos mil los integrantes de este equipo: Winder Ñañez y mi persona, por el trato preferencial que les dan a “MIS HISTORIAS”, como siempre, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano. Pidiendo también de antemano, disculpas por los problemas técnicos con mi PC y con la caída del Internet, problemas, que estoy tratando de solucionar al término de la distancia.

       La historia que nos ocupa hoy está compuesta por dos narraciones, que sucedieron en La Vela, una la de una chica quinceañera a quien llamaremos Margaret y la segunda, muy parecida o similar, le ocurrió a mi madre y a mi tío Jorge estando aún muy niños, aproximadamente de 12 y 9 años respectivamente.

       Contaba mi abuela (QEPD), quién es prácticamente la inspiradora de estas historias, que este caso de esta chica, fue muy famoso acá en este hermoso pueblito, enclavado en la costa nor-occidental de Venezuela y que fue muy comentado por muchos años, ya que sucedió delante de muchos testigos y es una referencia que marcó a las personas de acá, que con los difuntos no se juega.

         La referida niña, Margaret, se encontraba en vísperas de sus quince primaveras, fecha única de una jovencita, tanto en aquella época, como en estas, ilusión de una joven, su fiesta de quince años, su presentación social, todo alegría en la casa, con su familia, preparativos por todas partes, como dicen acá, “A botar la casa por la ventana”. Ropas??? nuevas, el traje de 15 años, estrenos para todos, el vals, los caballeros y las damas de honor, la decoración y todos los prolegómenos que rodean un evento de tal magnitud.

         Pudiéremos decir que los jóvenes son irreverentes, son adolescentes porque exactamente adolecen de conocimientos, narra mi abuela, que en esos preparativos, también tocó ir al cementerio, a llevar flores a los abuelos y familiares fallecidos y Margaret asistió con sus padres. Una vez puestas las ofrendas, y al momento de ya dejar el sitio, la niña, se volteó, casi en la puerta del cementerio a la salida, y dijo estas palabras, de forma muy inocente si se quiere: -“Estoy tan alegre por mis 15 años, que hasta a todos ustedes también los invito a mi fiesta, espero no vayan a dejar de ir” y soltó una risa de ironía.

         El suceso pasó y los preparativos continuaron, la frase pronunciada en el cementerio fue olvidada por las emociones del magno evento, fiesta de rigor de orquesta, de comidas y platillos exquisitos, ya que la familia de Margaret era de las que acá denominaban “mantuana” o pudiente, la chiquilla, única hija, una flor en esencia.

         Ya todos los preparativos cuidados hasta el último detalle, se aproxima el gran día, Sábado en la noche, mesas dispuestas con zendos centros de mesa, con nombres para los invitados en letras doradas, nervios en toda la casa confundidos con la alegría de dicho evento, todo debe de salir a la perfección ya que nada se ha dejado al azar.

         Comienzan a llegar los invitados y todo es alegría reinante, todo va marchando según lo acordado, llega la hora del Vals y todo queda de un rigor único, el tiempo era perfecto, una vez terminado el vals, cuenta mi abuela que de repente, hizo una extraña ráfaga de brisa que hizo volar algunos adornos, pero fue tomado sin interés, ya que este es un pueblo donde sopla demasiada brisa.

         Las mesas estaban todas completas, todos asistieron. ¡Si, todos!. Porque luego de esa brisa extraña, los padres de Margaret comenzaron a notar a unas personas raras que comenzaron a llegar en grupos de tres, de cuatro, con niños, gente desconocida, totalmente extrañas, pero se les siguió atendiendo, se comenzaron a improvisar mesas, se pidieron prestadas sillas a los vecinos, ya casi los extraños superaban en cantidad a los propios invitados. Los padres de Margaret no hallaban que hacer, ya rondaba la desesperación, la madre de la chica le preguntaba a su esposo que de dónde habían salido esas personas.

         Llamaron a la chica a preguntarle y esta, algo confundida no sabía qué decir. A lo que el padre se dirigió al medio de la pista mandando a detener la música, porque había una muchedumbre que se encontraba de pié, y con bochorno le preguntó a un caballero que parecía resaltar entre el grupo de extraños, de manera seria y respetuosa: -“Honorable caballero, ¿Puede decirnos quienes son ustedes? ¿Quién de esta casa les ha invitado? Por favor, ya que no son personas ni conocidas mías, ni de mi esposa y mucho menos de mi bella Margaret”, a lo que el hombre, también de manera muy respetuosa le dijo: -“Nosotras somos las Ánimas del Purgatorio”.

         Gritos y llantos, de horror y de sorpresa, pero el padre de Margaret no perdió la compostura y les dijo: -“Pero…¿Pueden decirme quienes les ha invitado? ¿Por qué están acá en los 15 años de mi hija?. A lo que el hombre, dirigiendo una mirada penetrante a la joven Margaret replicó: -“¡Ella!”, señalándola con el índice cadavérico, “Hace tres días, en las puertas del cementerio cuando llevaban flores a sus difuntos, nos dijo que <estábamos todas y todos invitados y que no dejáramos de asistir> y pues, acá estamos”.

         Continuó diciendo el enigmático hombre: -“Esta es una lección que hemos querido venir a darle, para que respete la paz de los muertos, ya que con los muertos no se juega, que la sigan pasando bien”, dicho esto, sopló otra fuerte brisa, y se fueron desapareciendo una a una esas personas, mujeres, hombres y hasta niños, frente la atónita mirada de todos los asistentes al magno evento de los 15 años de Margaret, obviamente, entre las personas invitadas comenzaron los comentarios alarmados, varias señoras se desmayaron y tanto la madre, como la niña, prorrumpieron el llanto, apenadas por el suceso.

         En esta ocasión, no voy a hacer ninguna interrogante, solo voy a decir, que mi abuela, siempre nos inculcaba que a los muertos se les respetaba, que el cementerio era un lugar de paz y de reposo para las almas y eso siempre he profesado.

         La segunda historia, tiene como testigos presenciales tanto a mi madre, como a mi tío Cheo (Jorge), ¿El lugar?, si, el mismo pueblito de La Vela, llamado por mí, el pueblo de lo posible, donde las cosas más inverosímiles suceden.

       Acontece, que mi abuelo, que se encontraba trabajando en la ciudad de Maracaibo, le ha enviado a mi abuela una remesa de mercado, tanto en víveres, como en dinero. Mi abuela, que era una mujer de un noble corazón, llama a mi tío Cheo, a que vaya, con un racimo de plátanos a que sus dos comadres y unas amigas muy de la casa, a repartir la encomienda, mi tío, que era un llorón de primera le dice: -“Noo, vieja, usted sabe que allá en la casa de su comadre, hay una lora que no me puede ver, porque salta encima a picotearme, que Tera (Diminutivo de Mercedes, mi madre) vaya conmigo. Mi abuela, en su buen lenguaje veleño le dijo: ­-“Pero este muchacho parece PENDEJO… Está bien, ¡Teraaa ‘vaye’ usted con el pendejo este, pero que lo cargue él, y se vienen ya!.

         Así emprendieron el mandado, fueron donde las dos comadres, las dos amigas y la comadre de la “lora”, obviamente, mi madre fue quien hizo las entregas. De regreso, tenían que pasar por una quebradita, y venían jugando, como todo muchacho al fin, cuando de repente, saliendo a la cima de la quebradita, para retomar el camino y ya a casi las 6 en punto de la tarde, escucharon: -“¡Padre Nuestro, que estas en los cielos, Santificado sea tu nombre…!, una voz que sonaba de ultratumba, y fue mi tío quién haló por el hombro a mi madre y se agacharon al borde de la quebradita. Allí vieron una multitud de personas, las voy a detallar, tal cual me las detalló mi madre y mi mismo tío en infinidad de oportunidades.

         Eran personas o entes, que no pisaban el suelo, con una especie de batas blancas y unos capuchones en sus cabezas, portaban en las manos unos farolitos con una vela o cirio encendido, todas acompasadas, mujeres y hombres y el de adelante hablaba y a la mitad, el resto le contestó: -“¡Danos hoy el pan de cada día y perdona nuestras deudas como también nosotros…!”.

         Mi madre dice que era ensordecedor, que ese murmullo perfectamente audible, le taladraba los oídos y que le provocaba gritar, pero el miedo les tenía congelados a ambos, que se agarraron de las manitos.

         Prosiguieron pasando y de repente escucharon de nuevo: -¡Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo…!, mucho más asustados se pusieron mi madre y mi tío, ya que no podía ir hacia ningún lado, ese era el camino obligado, y el tiempo seguía avanzando, el rosario en pleno y miles y miles iban apareciendo, en su camino, directo al cementerio, hacia allá se dirigían.

         Así se tuvieron que quedar, hasta que ya, finalmente se fue acabando la peregrinación de almas, en su camino al descanso, ellos muertos del pánico petrificados, sin saber qué hacer. Hasta que cuando ya, habían pasado como tres a 5 minutos que no pasaba ninguna más, se atrevieron a salir y como decimos en cristiano, “Paticas, pa’ que te tengo”, pegaron una carrera rumbo a la casa.

         Al llegar, mi abuela les estaba esperando en puerta con una correa en la mano, puesto que se tardaron muchísimo más de lo necesario, y fue mi madre quien habló: -“Mama, si quiere, péguenos, pero: “LAS VIMOS MAMA, LAS VIMOS”, Mi abuela bajó la guardia, al verle las caras, así sería tal sus expresiones de susto, pánico y miedo: -“¿Pero qué vieron…? Díganme”, los dos al unísono le dijeron casi en llanto, que habían visto a las Ánimas del Purgatorio, miles, vestidas de blanco, con unos capuchones en las cabezas y con un farolito en la mano cada una.

         Obviamente, mi abuela, aprovechó (Como se usaba de antes) para asustarles más: -“Eso es, para que cuando les diga que me hagan un mandado, vayan y vengan rápido y no se queden jugando”.

         Esta vez, tampoco creo tener muchas interrogantes, solo decir, que el tránsito entre la vida y la muerte es perfecto, aunque si me pregunto: ¿Realmente existe el Purgatorio, donde supuestamente se expían las culpas y pecados cometidos en este mundo terrenal?.

         Como siempre, muchas gracias, sabré compartir sus opiniones, las que nos fortalecen, para seguir contando estas “MIS HISTORIAS”, Nos despedimos en nombre del equipo, Winder Ñañez y este su amigo, José G. Martínez, no sin antes dejarles el tema de la próxima entrega… Hmmm, pensándolo bien no, eso será una sorpresa… pero espero de verdad, seguir contando con ustedes en “MIS HISTORIAS”, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano.

“DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO”

Texto: José G. Martínez
Correción y edición final: Winder Ñañez


      Como siempre, es un gusto y un orgullo para nosotros, este equipo que hemos conformado Winder Ñañez y mi persona saludarles en nombre de “MIS HISTORIAS”, además, de agradecerles sus comentaros y opiniones.

         En esta oportunidad, tocaré una historia que no solo me fue contada por mi abuela, también fue corroborada por mi madre, quién para esa época ya estaba grandecita, aproximadamente de 10 años, en esta historia se ve envuelta la abuela de mi abuela… Mi tatarabuela Quintina.

         Así se llamaba mi tatarabuela, quién, refiere mi viejita, fue quien la crió, ya que su propia madre, o sea, mi bisabuela, falleció a los pocos días de nacida ella, y por eso fue que esta viejecita se encargó de los destinos de mi abuela.

         Cuenta mi abuela, que era una viejecita linda, pequeña, pero con una entereza única, trabajaba como cocinera en un hotel que existía acá en La Vela, lo que indicaba que había al menos ingresos y la vida no era tan fuerte. Mi madre relata, que era una viejecita adorable, que los quería a todos, sobre todo a mi tío Jorge, el tercer de los hijos de mi abuela, con un cariño único, lo consentía hasta más no poder.

         Así transcurrió la vida por mucho tiempo, hasta que abuela Quintina cayó en cama, por cosas de la misma vejez, ya que contaba con 98 años de edad, aunque tenía su mente lúcida, su deambular se hizo nulo y permanecía acostada. Desde este período de cama, se comenzaron a suscitar unas extraordinarias narraciones por parte de mi tatarabuela Quintina, lo contaba mi abuela, y lo corrobora mi madre, hasta al momento de escribir esta historia, lo que también quiero agradecer públicamente, ese gran recurso viviente que ha resultado, quién me apoya en la narración de estas historias.

         Un detalle que me contó mi vieja, y que voy a tratar de describir al máximo para que tengan una idea de lo que decía tata Quintina era que según ella, le decía a mi abuela: -“Hija: acá detrás de mí, a la cabecera de la cama, está una mujer, toda vestida de negro, y hay como un velo muy grande, que me está cubriendo poco a poco, y sé, que me voy a ir cuando ese velo me cubra por completo”, Mi abuela le decía: -“Ay mamá Quintina, usted sí que inventa, aquí no hay nadie, solo estamos usted y yo”, ella le decía: -“Está bien, tu no me crees, pero allí está, y no solo eso, allí al lado tuyo está parada tu mamá, mi mamá y mi papá y también mi comadre Claudia, ellos me están esperando, me vienen a ver siempre”.

         Me dijo mi abuela, para el momento que me contó esa historia, que cuando ella le hizo referencia a estas personas, le vio rodar dos lágrimas silentes. Refería mi abuela, que tata Quintina fue siempre una mujer de buen vivir, de esas personas que ni un mal pensamiento cruza por sus mentes, de esas personas que en vida se entregan a hacer el bien, no son santas, pero nadie tiene el valor de señalarles.

         Otra persona especial a quien le hizo referencia que estaba presente, era un hermano de mi abuela, que había fallecido ahogado meses atrás, y por no herirla, no le había dicho nada: -“¡Carajo María! -le increpó- No me dijiste nada que mi hijo se había muerto, ¡Míralo, allí está parado!. Tanto el médico del dispensario, como el cura de la iglesia, le decían a mi abuela, que ella, estuviese pendiente, porque de un momento a otro, la iba a encontrar dormida, ya en el sueño eterno. El doctor le mencionó, que no valía la pena llevarla al hospital, porque de todo estaba bien, no tenía enfermedad alguna, sino el proceso involutivo de la vida, la curva de la campana de Gauss, que partimos de cero y a cero llegamos, por su parte, el sacerdote, ya le había aplicado el sacramento de la extremaunción.

         Así pasaban los días, mi abuela la mantenía limpiecita, aseada, le daba muchas muestras de amor, ya que esa fue la única figura materna que vio. Seguían esas narraciones y una tarde luego de dormir unas horas, se despertó llamando a mi abuela, que por favor, le pasara agua, agua fresca: -“Mijita, por favor, ¿Me puedes dar un poco de agua fresca?, vengo cansada”. Mi abuela extrañada de preguntó: -“¿De dónde viene mamá?”. Ella le respondió: -“Dile a Ángel, que se venga, que aún no va a conseguir nada, lo acompañé desde el cine, donde se metió desesperado, muy preocupado porque no consigue trabajo, hasta la casa donde está viviendo, y le hice una maldad, le tiré una piedrecita que le pegó en la espalda, y él inmediatamente volteó jajaja”. Me refirieron tanto mi abuela, como mi madre, que mi abuelo, se encontraba en esos días en la población de La Guaira, en busca de un mejor porvenir, pero la búsqueda de empleo fue infructuosa en esa oportunidad. Esto dejó a mi abuela sin decir una palabra.

         Los períodos de sueño se fueron prolongando mucho más, lo que mantenía a mi abuela muy pendiente de su abuela, se le acercaba a ver si estaba respirando aún, en muchas ocasiones, se reían ambas, porque ella despertaba cuando mi abuela estaba cerquita, le decía: -“¿Qué fue mijita?, jajaja, aún no me voy”. Mi abuela le preguntó que por qué le decía eso, a lo que le contestó: -“Porque precisamente, fui allá, allá, adonde voy a ir, mija, era un camino laaargo y muy delgado, hacia un lado era lleno de flores hermosas, pero hacia el otro lado, era oscuro, tenebroso y caliente, delante de mi iba gente y detrás también, y unas personas resbalaban y caían a ese abismo y se escuchaban sus gritos, hasta que llegué a una gran puerta, hermosa, altísima, donde estaba un señor muuuuuy viejito, con una bata blanca, y una barba que le caía a la barriga, también tenía unas llaves grandes colgando en un cordón a la cintura. Cuando iba a entrar, ese hombre imponente me dijo: <”No, no es su turno ahora, váyase por este otro camino, pero ya falta poco”>, por eso te digo que aún no me voy”. Estas palabras dejaban a mi abuela cada vez más sin nada que decir.

         De hecho, me refirieron, tanto mi abuela como mi mamá, que ya para esos días, les era prohibido entrar a la habitación donde estaba mi tata Quintina, ya que un episodio extraño, puso a pensar a mi abuela. Cuentan que en un momento que la estaban limpiando y aseando, de repente mi tata se puso a llorar, mi abuela se desesperó preguntándole que qué le pasaba, a lo que le contestó: -“María, ¿Por qué tu no me das a Jorge mija, para llevármelo? <DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO>”. A lo que mi abuela se le abrieron los ojos de la impresión y le dijo con mucha calma: -“¡Nooo Mamá Quintina! Cómo cree usted eso, ¿Cómo le voy a dar a Jorge? ¿Qué le digo después a Ángel? No señora, Usted vino sola, y sola le toca irse, y luego iremos nosotros y nos encontraremos ¿Verdad?. Ella se encogió de hombros, como muchachita regañada, aunque mi abuela usó más bien una voz suave, y le dijo: -“Está bien hija, tienes razón”. Lo que generó la orden que ninguno de los muchachos, (Instrucciones precisas a mi madre), debía de entrar solo a ver a Mamá Quintina. (Mi madre me contó para en momento de redactar esta historia, que ella se enteró de eso, que mi tata Quintina pedía a mi tío Jorge, mucho tiempo después de fallecida mi tata).

         Decía mi tata Quintina, que ese velo negro ya estaba casi cerrado, era como un mosquitero de una malla muy tenue, era como si esa mujer que estaba detrás de ella, estaba juntando sus brazos extendidos hacia el frente, juntándolos poco a poco. Demás está decir, que mi abuela me refería que mi tata no era una persona lidiosa, no se quejaba, no sentía ningún tipo de dolor, pesar o malestar alguno, sencillamente. (Voy a intervenir para aclarar, aunque no deba en la historia, pero pienso debo hacerlo, ya que es una de las historias que más me impresionan, puesto que me acerca mucho más con la muerte), se estaba cerrando un ciclo de vida, el paso de un estado a otro.

         Un buen día, el último de esta conmovedora y verdadera historia, relata mi abuela, que mi tata Quintina, amaneció algo más despierta e intranquila, si se le puede decir así, que de costumbre, a golpe de mediodía, mi tata llama a mi abuela, luego de que ya estaba aseada y almorzada: -“¡Maríaaa, ven un momento mijita!, ¿Me puedes hacer un favor?. A lo que mi abuela vino inmediatamente, nunca la desatendió, ni le pesó atenderla, ni se imaginaba que ya el final estaba cerca, que ya prontamente su madre, aquella que le tocó criarla luego de su propia madre haber partido de este mundo con solo apenas días de mi abuela nacida.

-¿Dígame mamá Quintina?. Le dijo mi abuela, a lo que ella le respondió: -“¿Puedes traerme a los muchachos? Les quiero echar la bendición”. A mi abuela, se le hizo un nudo en la garganta al escuchar esas palabras, y comenzó a llamar a mi madre y mis tíos, así pasaron uno a uno, mi madre, mi tío Iván, quién le seguía a mi mamá y mi tío Cheo (Jorge, ese que ella le pidió para llevárselo). Ella les fue bendiciendo, besándolos y abrazándolos, ellos no entendían lo que pasaba.

Luego que se despidió de los chiquillos, la llamó a ella y le dijo: -“Manda, por favor a Mercedes a casa de los Gutiérrez, que en este momento están por ponerle la comida a Feluncho y me le dices, que por favor, venga un momento, a leerme la biblia”. Así mismo lo hizo mi abuela, mandó con mi madre en búsqueda de Félix Gutiérrez (Amigo de la casa), relata mi madre, que cuando estaba por tocar la puerta de la referida casa de los Gutiérrez cuando escuchó: -“¡Féeelix, vení pa’ que comás, ya está servido!”. Mi madre lo llamó: -“Señor Félix, que le manda a decir mi mamá, que por favor vaya un momentico, se trata de mi abuela Quintina que lo mandó a llamar”. Félix Gutiérrez (Quién con el pasar de los años se convirtió en mi padrino, y a quién vestí yo luego de fallecido), acudió inmediatamente al llamado.

Al llegar, allí la vio, se sonrió y le dijo: -“Ibas a comer ¿Verdad Feluncho?. Éste contestó: -“Si, pero no se preocupe, yo me traje mi biblia, ¿Qué quiere que le lea?”. Ella le dijo: -“No te preocupes, lo que tú quieras, lo primero que abras”. Félix Gutiérrez al abrir, lo primero que vio fue el salmo:CXXVI del libro del mismo nombre que reza: “Nada podemos sin el auxilio ni la bendición de dios”. Así estuvo por un rato, hasta que ella, le puso la mano en el hombro, ya que él estaba sentado al lado de ella, en una silletica muy humilde, ella acostada en un katrecito, diciéndole: -“Ya puedes ir a comer, tu comida está caliente, esto no lo olvidaré nunca Feluncho, Gracias por ayudarme a bien morir, Dios te bendiga”. Hubo un gran silencio, mi abuela acompañó a Feluncho a la puerta y cuando estaba de regreso a la habitación, ya mi tata Quintina, estaba dormida, en el sueño eterno, murió tranquila, sin un lamento, sin un grito, sin una queja, sin una lágrima, al contrario, llena de paz, de tranquilidad, de amor.

Quiero hacer otra intervención, espero me disculpen, pero de todas las historias que me ha tocado contar, a todas las quiero, forman parte de mí, de mi legado, de mis vivencias, pero ésta en especial, es una de las más conmovedoras, por tratarse de una adorable viejecita. ¿Quiénes no han tenido una?

Como siempre, esperamos les haya gustado esta historia, y también, como siempre, esperamos sus comentarios y observaciones. No me quiero despedir, sin antes agradecerles por su acogida a estas, “MIS HISTORIAS”, también de dejarles mis interrogantes y dejarles el nombre de la siguiente entrega, la cual llevará por título: “LAS VIMOS”.

1.  ¿Quién era esa “Señora” vestida de negro detrás de la cama de mi tata Quintina?
2.    ¿Por qué pedía a mi tío; o cómo iba a llevárselo?
3.    ¿Será cierto que realizaba esos viajes tan largos?
4.    De ser ciertos esos viajes… ¿Por qué y hacia dónde se caían esas personas?
5.  ¿Quién era ese personaje de barba y bata blanca, con las llaves a la cintura, parado en esa enorme puerta?
6.    ¿Por qué habló de “bien morir”?

Gracias mil.

miércoles, 3 de octubre de 2012

“ESPÉREME UN SEGUNDO, QUE YA LE CANCELO”

Texto e historia: José G. Martínez
Revisión, corrección y edición: Winder Ñañez


         ¡Saludos cordiales a todos los lectoras y lectores de este, su blog, “MIS HISTORIAS”!, mi amigo Winder Ñañez y yo, les damos la bienvenida.

         Acostumbrados como siempre, les agradecemos por sus comentarios en nuestras entregas anteriores, esperando que cada historia que publicamos les sean de su agrado.

         La que nos ocupa en esta oportunidad es un tanto curioso, lo he escuchado en varias partes, lo escuché y vi en video en una carretera de Portugal, lo he escuchado también desde Colombia, según mis contactos, pero, lo más interesante, es que lo vivimos en casa, de manos de mi tío, y de la mano de un gran amigo de mi padre, que se dedicaba a taxista, un hombre serio y que a raíz de este caso, estuvo en tratamiento médico, ya que le alteró casi por completo.


         En Vargas, el estado donde yo nací, existe un poblado llamado Naiguatá, población a la orilla de la playa, ya que Vargas es un estado costero, separado de Caracas, por la Cordillera de la Costa, cerros y elevaciones que bordean el Valle de nuestra capital. Las carreteras de acceso a estas localidades como Naiguatá, Los Caracas, Carmen de Uria, Etc, van por toda la orilla del mar y de espalda a los imponentes cerros y montañas ya mencionados.
              En el primer caso, a mi tío, le sucedió que venía manejando desde la población vacacional de Los Caracas, y en un puente, antes de llegar aproximadamente a unos 300mts, en la noche y en compañía de algunos amigos, vieron a una mujer parada en la salida del puente, venían tres personas. Y acercándose, notaron que la mujer desapareció repentinamente, eso les obligó a ser cautelosos.

         Pasaron lentamente por el puente, donde segundos antes habían divisado a la extraña mujer, porque la definieron bien, llevaba una falda, cabello largo y blusa. La sorpresa fue, que al frenar el vehículo, quedaron estupefactos, al ver solo sobre la defensa del puente “dos manos de mujer sangrando”.

         Ese avistamiento les asustó mucho, y mi tío aceleró el vehículo despavorido, lo que más les dejó atónitos, fue que, tanto los dos amigos de mi tío que volteaban hacia atrás llenos de miedo, como mi tío que miraba en oportunidades por el retrovisor, vieron de repente aparecer a la extraña mujer en una segunda oportunidad en el puente, y esta vez les despedía con un saludo de brazo alzado.
     Recuerdo bien esa noche que mi tío llegó a la casa, despavorido contando esa historia.

       El segundo caso, se le presentó a nuestro amigo de casa, Graciano, deportista, jugador de béisbol junto a mi padre, taxista de profesión por muchos años. Una persona seria, y sobre todo a mí, me tenía mucho cariño.

         Refiere la historia, que a este señor, le toca hacer una carrera de taxi a una pareja de esposos con un niño pequeño a la población de Naiguatá, esto sucede a las cuatro de la tarde, van conversando normalmente en el camino y llegan al destino, les deja en la dirección que le refirieron y toma el camino de regreso, a todas estas, son las cinco treinta de la tarde, de camino de regreso, y cerca del puente donde mi tío anteriormente con sus amigos tuvieron ese amargo suceso, el amigo Graciano divisa a una chica con una bolsa en la mano, que le hace seña a que se detenga.
    Aclaro, que son las cinco y media de la tarde (05:30pm) aproximadamente, o sea, hay luz del sol aún. Graciano se detiene, y la joven, muy simpática, seria y con resolución le dice: -“Buenas tardes señor, ¿Me podría hacer la carrera a la entrada del barrio El Brillante?, es en toda la vía. ¿Será que puede? A lo que nuestro amigo le contestó con voz amable: -“Claro que sí, con mucho gusto, súbase, yo la llevo”. La joven se subió al taxi en la parte trasera, y allí, durante el recorrido, entablaron una conversación amena, mi amigo la veía por el retrovisor, la chica le contaba que estaba muy contenta, porque estaba por cumplir sus diez y ocho años y que había venido a esta población a recoger su traje para la fiesta que su familia le estaba preparando.

         Al acercarse al destino, la joven le hizo indicación a Graciano por la calle donde debía de entrar, llegaron a una casa en toda la orilla de la calle, la joven le dijo: -“¿Cuánto le debo señor, ha sido usted muy amable?”. Graciano le dijo: ­-“Gracias, son solo 20 Bolívares”. La chica le dijo con una amable sonrisa: -“¿Puede esperarse solo unos segundos, mientras dejo esto dentro y busco para completar los 20 Bolívares? Ya salgo, ESPÉREME UN SEGUNDO, QUE YA LE CANCELO”. A lo que mi amigo le respondió: -“No se preocupe, yo la espero”.

        Graciano, deja el vehículo encendido, observa como la chica saca de una carterita las llaves de la puerta, la abre, se introduce a la casa y cierra la puerta, pero antes de cerrar, le hace señas con la mano, que ya regresa.

         Allí comenzó una espera, que se fue alargando, pasaron cinco minutos, luego siete, luego diez, hasta llegar a 15 minutos. A los 10 minutos de espera, Graciano apagó el motor de su vehículo, salió y se recostó a la puerta del carro. Estaba indeciso si tocar a la puerta o no tocar.
         Pero una sensación de impaciencia le abordó, se llenó de valor y tocó a la puerta, donde estaba segurísimo que esa chica había acabado de entrar unos momentos antes. Lo hizo la primera vez, medio tímido, y esperó aproximadamente dos minutos. Pero no le gustó mucho, no tanto porque la chica le cancelara o no, ya que le conocí, y puedo dar fe de que era un hombre de muy buenos sentimientos, desprendido y honesto.

        Decidió marcharse, pero algo le dijo que tocara la puerta por segunda oportunidad, pero cuando se acercó de nuevo, sintió que se abría la puerta con una llave desde dentro. Se sonrió, porque sus pensamientos se hicieron humo, y vería a la chica aparecer a cancelarle, pero en eso, su mirada se tornó confusa, su frente se arrugó de extrañeza, porque quien se asomó a la puerta no fue la chica que pocos minutos antes había entrado, sino que fue una señora entrada en años y le dijo, con la puerta semi abierta, donde solamente le veía el rostro: -“Si, buenas tardes señor, ¿Puedo servirle en algo?”.

         Graciano dudó unos instantes, porque la señora venía con cara de haber estado dormida, pero ya que el mal estaba hecho, apenado le solicitó el favor, excusándose antes de que le llamara por favor a la chica que acababa de entrar: -“Doñita, buenas tardes y disculpe si la levanté, pero toqué la puerta, ya que la chica que traje hace unos 15 minutos, me dijo que ya salía a cancelarme la carrera”.

         La señora un algoaturdida le dijo: -“Mijo, acá no ha entrado nadie, yo vivo sola, desde hace mucho. ¿De quién me habla?. Graciano solo hizo una sencilla aclaratoria, porque no quiso ponerse a discutir con la señora: -“Doñita, le juro que si, a esa chica la acabo de traer en mi taxi desde Naiguatá, me dijo muchas cosas como que estaba allá porq…”, en eso, la mirada curiosa de mi amigo, vio una foto colgada en la pared de la sala y exclamó, señalando con el dedo: -“¡¡¡Esa, es ella, esa misma muchacha acabo yo mismo de traerla en mi taxi!!!, …no me diga que no está allí, yo la traje y ella entró acá…, ¿Va a negármelo ahora?”.

        La señora, viró atrás y volteó a verle con los ojos algo llenos de lágrimas, eso sorprendió mucho a mi amigo que le preguntó si le pasaba algo a la señora. Ella, hizo una pausa y respiró profundo y le dijo: -“Ay hijo, perdóneme, y perdónela usted a ella, esa era mi hija, que falleció trágicamente en esa carretera -un día como hoy- hace 15 años, en la víspera de sus 18 años, cuando iba a buscar su vestido para la fiesta, eso fue para nosotros un profundo dolor, si quiere, espérese, que yo le pago la carrera, pero por favor, perdónenos”.

         Graciano no podía creer lo que estaba escuchando, eso le ocasionó un shock y cayó sentado en la acera ¿Pueden imaginarse? Viajar con una persona en su vehículo, conversar con ella todo el trayecto y verla entrar en su casa y enterarse que había fallecido hacía 15 años.

         Obviamente, mi amigo le dijo a la señora, que no le debía nada, trató de serenarse, pero aún estaba en un estado de nervios impresionante, se dirigió a su casa, le pidió a su esposa que le acompañara a buscar la ayuda de un médico, de un Psicólogo, para tratar de superar ese trauma causado por ese suceso.

         Como siempre, esperando que estos relatos de hoy les hayan gustado, y como siempre, mis interrogantes:

1. ¿Será que esta alma queda vagando porque si existen partidas prematuras de este mundo?
2.   ¿Existe un vórtice del tiempo?
3. ¿Será este el llamado purgatorio, hasta que se cumpla el plazo o tiempo total?

       De nuevo, muchas gracias por tomar su valioso tiempo en leer “MIS HISTORIAS”, e informarles el nombre de la siguiente entrega: “DÁMELO PARA QUE SE VAYA CONMIGO”


-"Padrino Bendición, pero ¿Usted qué hace aqui?"

Autor: José "Cheo" Martínez Revisión: Alexis Aguirreche             Me siento nervioso, siento esa misma cosquilla como la que sen...