jueves, 27 de septiembre de 2012

“PASE ADELANTE, LA ESTABA ESPERANDO”

Texto e historia: José G. Martínez
Revisión, corrección y edición: Winder Ñañez

        Muchas gracias, estamos complacidos por sus críticas, comentarios y sugerencias, eso nos empuja a seguir escribiendo. Los sucesos paranormales, son algo que nos cautivan a todos, mucho más, cuando no le encontramos explicaciones lógicas. Eso es lo que me anima a contar estas historias, que repito, son reales, porque no son de la inventiva, fueron vividas muchas por mí, otras por mi madre, mi abuela y por amigos de respetada credibilidad.

       La historia que nos ocupa en esta oportunidad, le sucedió a mi bisabuela (La madre de mi abuelo), mucho antes que conociera a mi abuela, esta historia me fue contada por mi abue, y cada vez que la contaba, era exactamente igual, sin quitarle, ni ponerle nada, trataré de ser lo más explícito y descriptivo, como siempre, para que tengan una imagen en su gran sala de cine, su imaginación.

     Refiere mi abuela, que mi bisabuela Plácida, se vino a vivir a La Vela, desde la Península de Paraguaná, huyendo de lo que se conoció acá como: “La peste del 12”, que fue una hambruna que asoló a estas poblaciones, decía mi abuela: -“Hijo, eso fue horrible, las vacas lloraban hambre, sequía, desolación, eran como las 7 plagas de Egipto”, ya mi bisabuela tenía a mi abuelo Ángel, el mayor, mi tía-abuela Tina (Diminutivo de Martina) y a mi tío-abuelo Rico (Diminutivo de Ricardo).


        Vivían en una casita alquilada, muy, pero muy precaria, se decían ser: “Pobres de solemnidad”, mi bisabuela trabajaba vendiendo comida, se ganaba poco, no habían fuentes de trabajo. El negocito de comidas iba bien, tanto, que ya comenzaba a dar dinerito extra, para ahorrar, mi bisabuela vendía “Arepas peladas” y pescado frito, plato típico de estos pueblos costeros, cocinadas a leña, en fogones rudimentarios.
         Una mañana, de un buen día, notó con extrañeza que las arepas, que hasta el día anterior se vendían todas casi antes de estar listas, y el pescado volaba, se quedaron frías, nadie vino a comprarlas. Pensó que podía estar pasando algo, pero no lo tomó mucho en cuenta.

         Al día siguiente, lo mismo, nada se vendía, ya el asunto era preocupante, el negocio estaba trancado, ni las moscas llegaban, esto inquietaba a mi bisabuela, y a todos en casa.

         Desesperada, mi bisabuela tomó el recurso que le quedaba, casi en quiebra y salió a la capital del estado, a Coro, a comprar más insumos, maíz, cal, (Para pelar el maíz para la confección de esta deliciosa arepa), y aceite. Me refiere mi abuela, que mi bisabuela no se explica, como de repente se vio parada en frente de una casa, donde no tenía que pasar para comprar los insumos que necesitaba, pero era algo que venía de muy dentro de ella, cuando de repente, de esa casa, salió una señora y le dijo a mi bisabuela: ­-“¡¡¡PASE ADELANTE, LA ESTABA ESPERANDO!!!”, mi bisabuela estaba como hipnotizada, pero más sin embargo, pasó dentro de esa vivienda, la señora, le ofreció agua, le dijo que se sentara, y luego le invitó a pasar a una habitación, donde tenía una mesita con dos sillas, le ofreció sentarse y le dijo, de una manera directa: -“Yo sé lo que le sucede a usted, y le ofrezco la solución, porque usted es una persona buena, que no se mete con nadie y que solo quiere trabajar para echar a sus tres hijos adelante”, Mi bisabuela no salía de su asombro, estaba en shock, pero de repente, le vino el sentido y le contestó, ya que era una mujer demasiado precavida: -“¿Por qué me dice eso? ¿Eso me va a costar algo? ¿Quién es usted? ¿Por qué estoy aquí?”.

         La extraña señora, que vivía sola en esa casa, le fue explicando y respondiendo a sus inquietudes, mientras hacía algunas cosas con unos objetos extraños que tenía en la mesa, un mechero encendido, unos frascos como de laboratorio con sustancias de colores, unas plumas de ave negra, presumiblemente de una gallina y un espejo de aproximadamente 15cm de alto. Mientras le contestaba, de repente quedaba como en trance, volvía en sí, introducía una pluma en algunos de los frascos, quemaba luego en el mechero y luego pasaba esa pluma por el espejito eso lo hizo repetidas veces.

         Al final, le mostró el espejo a mi bisabuela y ésta se quedó estupefacta, al ver en el espejo, la cara reflejada de una comadre de ella, que vivía justo a dos casas de donde vivía mi bisabuela. Hago un inserto en esta parte de la narración, para decirles que en este pueblo, no tanto ahora, pero antes, se usaba mucho de “Hacer maldad”, con trabajos que eran encargados a la vecina isla de Curaçao, ya que desde tiempo memoriales, ha existido un comercio constante con la bella isla caribeña, visitada por mí en muchas oportunidades de vacaciones, ya que tengo un tío allá.

         Esta enigmática señora le dijo a mi bisabuela, que esta “Comadre” le había preparado un “Trabajo de magia negra” que mandó a hacer en Curaçao, para que ella no echara adelante, y que inclusive, le quitara la vida, porque el trabajo constaba de una raíz de yuca, la cual tenía clavado un papel con el nombre al revés de mi bisabuela con cuatro alfileres en forma de cruz y que cuando esa raíz germinara, ella iba a morir.

         Mi bisabuela no podía creer lo que esta señora le decía, al final, le dijo: ­-“Se va a quedar recostada acá un rato, luego vaya a comprar lo que vino a buscar,(Mi bisabuela nunca le dijo que venía de compras), luego se regresará para acá, y partirá a su casa a las 12 en punto de esta noche, no se preocupe que todo va a ir bien. De camino a su casa, se va a encontrar en la senda con dos toros dándose cachazos (Con los cuernos), usted va a seguir, sin detenerse, sin mirar atrás; después de eso, ya casi llegando al pueblo, se va a topar en su camino de nuevo, esta vez con dos culebras enrolladas, no tema, no le harán daño, siga adelante, y ya amaneciendo, en la entrada al pueblo, se va a encontrar con una amiga suya, camino a lavar al río, con una cesta de ropas en la cabeza, que se va a asombrar de verla a esa hora; usted solo le va a decir que viene de compras.”

         -“Al llegar a su casa, (Prosiguió la enigmática señora), ponga todo en la mesita que tiene en la cocina, e inmediatamente, busque una pala, escarbe justamente en la parte derecha de la puerta de entrada a su casa y allí encontrará la yuca enterrada con el papel con su nombre con los 4 alfileres en cruz, no lo deshaga, simplemente, tómelo con la pala, vaya a la parte posterior de su casa y haga una hoguera y queme eso, por favor, siga mis instrucciones al pie de la letra, si se quiere salvar”.

         -“Una vez que haya hecho todo como le dije, se parará en la puerta de su casa, y verá salir a la persona que le hizo el trabajo maligno de una casa a otra, llevando un plato tapado en la mano, y la saludará, usted la saludará normal, esa mujer, fue la que le mandó a hacer este maleficio. Yo no le pienso cobrar nada, no hago estos trabajos para lucrarme, pero quiero preguntarle algo: ¿Quiere usted hacerle algo a esta gente, que no quería nada bueno para usted y su familia?”.

Mi bisabuela, que no salía de su asombro le dijo, algo asustada: -“¡¡¡No, yo no, yo no hago mal, allá arriba hay un dios, que para abajo ve!!!”. A lo que esta señora le dijo: -“Bueno, entonces déjelo en mis manos, yo le voy a dar donde más le duele, usted se va a acordar de mi por los gritos de dolor”. La señora condujo a mi bisabuela a un cuartito, y le dijo que se recostara, curiosa y misteriosamente, en lo que puso la cabeza en la almohada, quedó profundamente dormida por espacio de tres horas, cuando la señora, le despertó con una comida y una taza de un delicioso café, luego de comer ambas, le dijo que fuera por las compras y que por favor se regresara. Así lo hizo mi bisabuela y ya de regreso a esa misteriosa casa, comenzaron a conversar, más amigablemente. A lo que el tiempo fue transcurriendo sin darse cuenta y cuando se dieron cuenta, se hicieron las doce de la noche. La señora, la despidió con mucho cariño y le dijo que partiera.

        El camino era largo, dos horas a pie, por trocha y carretera de tierra rural, pero mi bisabuela no sentía miedo, esa mujer extraña, le había infundido un valor, iba con su bolsita de los víveres comprados, cuando de repente comenzó a escuchar algo raro: “clack, clack clack, clack” al salir de una cueva, la noche clara, vio a los dos toros, dándose fúrica y frenéticamente con los cachos.
        Mi bisabuela se asustó, pero recordó las indicaciones de aquella señora, y siguió caminando, sin si quiera voltear hacia atrás, aunque la curiosidad la mataba. Siguió la larga caminata, se escuchaban los grillos, y animalitos en el monte, cuando de repente, y para su sorpresa, sintió que por sus pies pasaron dos tremendas culebras, que se le armaron en actitud amenazadora para picarla, pero una vez más vino a su mente la recomendación de la señora, -“Prosiga su camino, que no le harán nada”, así lo hizo, y las culebras, se perdieron en el monte, luego de pasarle por los pies.
          Prosiguió la caminata, que se extendió por toda la noche, ya que mi bisabuela, se sentaba en cualquiera piedra en el camino, para descansar, llevaba también una botellita de agua fresca que esa señora le había dado, para mitigar la sed, y una vez, ya aclarando el día, en la entrada del pueblo, se consiguió, como lo dijo aquella mujer, con una amiga, con su cesta en la cabeza, rumbo al río a lavar muy temprano, al verla venir, la saludó extrañada y le preguntó de dónde venía, a lo que mi bisabuela le dijo: -“De una diligencia, pero se me hizo tarde y vengo llegando a esta hora”.
         Al llegar a casa, sus hijos dormían, puso los víveres en la mesita y fue rápidamente a buscar la pala, y justamente donde la señora misteriosa le dijo, escarbó y su mayor sorpresa fue, que allí estaba enterrada la raíz de la yuca, con un papelito y se leía: “aicraG adicalP” (Plácida García escrito al revés), adherido con cuatro alfileres en forma de cruz, esto le erizó la piel, pero se armó de valor y fue con ese contenido macabro al patio trasero y encendió una hoguerita a leña. Cuando estuvo ardiendo, tiró ese contenido de la raíz, lo que de repente avivó la llama, se encogió de hombros a ver aquello, porque pensó que si ella era una mujer que no se metía con nadie, ¿Por qué habían de tenerle envidia o mala intención contra ella y sus hijos?.

         También se recordó que debía pararse en la puerta de su casa a esperar ver a quien la señora le había mostrado en aquel misterioso espejo, cuál fue su sorpresa, que llegandito a la puerta, vio como salía de dos casas más abajo la susodicha “Comadre” con el plato en la mano, tapado, rumbo a otra casa más abajo. -“¡¡¡Caramba, comadre Plácida, buenos días!!!, usted como que madrugó hoy, tiene días que no vende comida”, ella le contestó solo con un saludo de manos, decepcionada por corroborar la realidad que le había dicho esa señora.

         Ya hecho todo, mi bisabuela continuó al siguiente día con su venta de comida, y para sorpresa, las ventas comenzaron a fluir y hasta con mayor clientela. Los días siguieron pasando en una relativa bonanza en el negocio, pasaron dos semanas, cuando una tarde escuchó alarmada unos gritos desgarradores como a las seis de la tarde, se asomó a la puerta y vio como aquella comadre, desconsolada, tirada en el medio de la calle, de rodillas, ayudada por vecinos y vecinas que la consolaban gritaba: -“¡¡¡NOOO, MIS HIJOS NO, POR DIOS, NOOOO ¿QUÉ VOY A HACER AHORA?!!!, al acercarse a ver lo que sucedía con su comadre, escuchó decir, que la embarcación donde iban sus dos únicos hijos pescadores, había zozobrado y estos habían fallecido ahogados y que aún estaban rastreando por los cuerpos.

         Se fue corriendo a su casa, y volvió a recordarse de lo dicho por la misteriosa y enigmática señora. Al día siguiente, mi bisabuela fue a Coro de nuevo, a la casa de esta señora y lo más grave e inquietante de esta historia de hoy, fue que cuando llegó a esta casa, la misma se encontraba cerrada, ella tocó la puerta, pero nadie abrió. Allí estuvo por espacio de unos 10 minutos, cuando de la casa de al lado, salió un señor que le dijo a mi bisabuela: -“Buenas tardes señora, ¿Puedo ayudarla en algo?. Mi bisabuela le dijo que si, que por favor le dijera si no sabía si la señora que vivía allí había salido, porque estaba tocando la puerta y no salía nadie. Más horrorizada se quedó al escuchar la respuesta del vecino cuando le dijo: -“Señora, debe usted estar en un error, esta casa tiene 15 años deshabitada, ya que la señora que allí vivía, falleció hace esos años aproximadamente. ¿Puedo ayudarle en otra cosa?”. Mi bisabuela al escuchar eso, le entró un calosfrío por todo el cuerpo, le dio las gracias al señor, y se regresó toda confundida a la casa.

         Acá, como siempre, y esperando que esta historia, tanto escalofriante como desconcertante les haya gustado, mis interrogantes, o mejor dicho, la única, aunque espero que ustedes en sus comentarios valiosos hagan muchas más:

 1. ¿Quién o qué era esta enigmática señora, que hasta hizo ir a mi bisabuela como una autómata a su casa y le ofreció esa ayuda, le dijo tantas verdades y hasta le vio su destino?

Como siempre, mi gran amigo Winder Ñañez y yo, le estaremos agradecidos de sus comentarios y de la acogida que dan a “MIS HISTORIAS”.

        Anunciando como siempre el título de nuestra próxima entrega: “ESPÉREME UN SEGUNDO, QUE YA LE CANCELO” (Compendio de varias historias sucedidas en una misteriosa carretera de Venezuela), como siempre nos despedimos, con un apretón de manos y con nuestras sinceras gracias.


martes, 25 de septiembre de 2012

“VOY A QUEBRAR UNA CUENTA DE ROSARIO”

Texto e historia: José G. Martínez
Revisión, corrección y edición: Winder Ñañez


        Permítanme saludarles en nombre de mi amigo Winder Ñañez y en el mío propio, agradecerles por el impulso que le dan a este, su blog “MIS HISTORIAS”.

         La historia que nos ocupa en esta oportunidad, es también real, y les sucedió tanto a mi abuela como a mi abuelo. Ya instalados en una casa alquilada en La Guaira, donde emigraron desde La Vela, como lo dije antes, en busca de futuro y porvenir, como en fin lo lograron. Trabajaba mi abuelo, modestamente en la Aduana del principal puerto naviero mercante, y mi madre, logró instalarse como operaria de la Telefónica de Venezuela, o sea, dos entradas de dinero. Mi abuela ayudaba con los gastos, haciendo comida para vender.

         La casa no era gran cosa, como la describía mi abuela, pero allí lograron estar muy modestamente. Tenía la cocina en la sala, y los dos cuartitos al fondo, el bañito en la parte trasera, al patio, las condiciones de salubridad eran regulares y medio aceptables. Lo que si tenía hacia el frente, era una hermosa vista al puerto de La Guaira y se podía observar todo el movimiento de buques en su incesante carga y descarga de mercancías.
IMAGEN PUERTO LA GUAIRA
           Las primeras manifestaciones de algo extraño las sintió mi madre, cuando en una oportunidad regresó de su trabajo una tarde, y encontró a todos en la casa parados en un miradorcito donde siempre se instalaban a ver ese hermoso puerto. Ella los saludó y pasó a la casa a dejar su cartera e implementos de trabajo. Cuando sintió en el cuarto de mi abuela y abuelo un movimiento fuerte como de papeles de periódico, lo que le pareció sospechoso y dijo desde afuera: -“Bendición papá-Ángel”, así se llamaba mi abuelo, Ángel Custodio.


           A lo que preguntó mi mamá: -“¿Papá, está usted en el cuarto?”, al no escuchar la respuesta de mi abuelo, pero si seguir escuchando el sonido de como reguera de papeles periódicos más fuerte, mi madre se dirigió al cuarto, al levantar la cortinita, ¿Cuál fue su sorpresa?. La habitación estaba perfectamente acomodada, la cama tendida y para mucha mayor sorpresa, el periódico que mi abuelo religiosamente leía todas las tardes, estaba perfectamente ubicado sobre la almohada de él, como siempre solía colocarlo.

         Mi madre sintió un calosfrío, como de una presencia, se quedó asombrada, congelada y lo que hizo entonces, fue pegar una carrera hacia afuera, donde estaban todos reunidos, para, alarmada por el extraño suceso, contarles a todos. Allí estaba mi abuelo, mi abuela, mi tía Tina, (Hermana de mi abuelo) y mi bisabuela Plácida (Madre de mi abuelo). Todos le escucharon atentos, pero mi abuela fue quien habló: -“Mijita, a lo mejor fue el cansancio”, y dirigiéndose a todos dijo: -“Vámonos que ya se acerca la hora de montar el cafecito”.

         El suceso no fue tan tomado en cuenta, no causó relevancia y los días siguieron pasando en aparente normalidad. Hasta que una noche, todos dormían, menos mi abuelo que siempre iba al “Club Tiuna” a jugar dominós y cartas, era su única distracción. Cuando, mi abuela se despertó de repente, porque presintió algo extraño y tanto fue, que se quedó perpleja al ver una lucecita que se levantaba desde el piso hasta una de las paredes del cuartito, eso lo hizo varias veces hasta que se desapareció. Mi abuela, agarró un zapatito de mi madre y lo puso en el sitio de donde apareció esa luz, diciéndoles a todos y todas en la mañana siguiente, que no le fuesen a quitar esa “marquita” de allí.

         No quiso dar explicación, y pasaron dos noches, cuando volvió a ver la misma luz aparecer desde el piso, esta vez, la luz no apareció sola, sino que la imagen de un hombre alto, fornido, con sombrero y camisa manga larga arremangada a los codos, cuando mi abuela intentó detallarle, vio que no pisaba el suelo, estaba parado allí mirándole. Mi abuela pensó para su adentros: -“Carajo, esto es un muerto”, y lentamente se quiso incorporar para darle la espalda, a que le hablase (Decía mi abuela, que a los muertos desconocidos, se les da la espalda, a diferencia de la Sra. Adela López, que les conté anteriormente).


         Mi abuela que se está incorporando, para que la figura ectoplasmática le hablase, cuando de repente, este señor, ese muerto, le saltó encima, en una actitud agresiva, poniendo su mano en el cuello muy fuerte, tanto, que sentía que la estaba ahorcando, de repente comenzó un desesperante forcejeo entre estos dos seres, mi abuela y el muerto, mi abuela le tomó con sus dos manos la mano que le ahorcaba, le veía los ojos enfurecidos, pensaba muchas cosas, como por ejemplo, que ese muerto no estaba de buenas maneras, continuaba el forcejeo, mi abuela no podía pedir auxilio, ya que no la dejaba pronunciar palabra alguna.


         Me relató mi abuela que ese forcejeo duró aproximadamente como cinco minutos, que le parecieron eternos, me refirió que era helado como un témpano y que ese frío se le coló en los huesos, hasta que por algún milagro, mi abuela, logró zafarse de la mano fuerte que le intentaba ahorcar y soltó en forma de grito lo siguiente: -“¡Carajooo, ¿Qué vaina le pasa a usted no joda!”. Al pronunciar estas palabras, el muerto se bajó sobre mi abuela y se escucharon en sus pasos, el reguero de periódicos por todo el cuarto, esta enigmática figura, corrió y se hundió en el piso, donde estaba noches antes y esa misma noche, la lucecita extraña.

         Inmediatamente, mi mamá, mis tíos, mi tía Tina y la abuela Plácida que dormían en el otro cuartito, preguntaron a mi abuela que qué sucedía, a lo que ella dijo: -“¡No pasa un carajo, quédense tranquilos y duérmanse ya, no pasa un coño!”, También la vecina de al lado, como las casitas eran muy pegadas, y en el silencio de la noche, logró escuchar la alarma de mi abuela y también preguntó: -“Señora María, vecina ¿Le sucede algo?”. A lo que mi abuela dijo: -“¡¡¡No, mija, no pasa nada, solo que me salió un muerto y luché contra él, pero ya lo espanté!!!”, de inmediato se escucharon los cuchicheos de miedo de mi madre y del resto.

         A los pocos momentos, llegó mi abuelo de la calle, encontrando a mi abuela embojotada de pie a cabeza, envuelta en las sábanas, tiritando del frío que momentos antes le había dejado la lucha con el alma en pena. Mi abuelo le preguntó a mi abuela que qué le sucedía a lo que esta le contó de la lucha con el muerto minutos antes a lo cual esta fue su respuesta, la escribo, tal cual mi abuela me la contó: -“Jajajajaja María… ¿Un muerto?,¿Tú? ¿Y te estaba ahorcando? Jajajajajaja ¿Y cómo era? Jajajajajaja Mira mujer, a ti te sale un muerto, y te encuentro nadando en mierda, si mujer, te cagas Jajajajaja”.


         -“Ríete, si, ríete”, dijo mi abuela, -“Lo que si te digo es que me salió y me estaba ahorcando, y vos sabés, que con los muertos no se juega”. Se acostaron, y mi abuela no pudo dormir toda la noche, por el malestar que le había dejado el ectoplasma aparecido, estuvo en vela toda la noche y obviamente, tiritando del frío que le heló los huesos, así, hasta despuntar el alba.


         A la mañana siguiente, se levantaron todos, y mi abuela narró lo sucedido, todos estaban espantados por lo desagradable del suceso, hasta la vecina vino a enterarse de lo acontecido, y allí les refirió, que según, en esa casa había un entierro, y que siempre se escuchaban cosas, lo que dejó a casi todos muy pensativos, menos a mi abuelo, que siguió con la sorna y la chanza acerca del muerto: -“Jajajajajaja ¿Un entierro? Jajajajajaja ‘ta buena la vaina, bueno, vamos a sacarlo y seremos ricos… Jajajajaja ya a María no la quiere, la estaba ahorcando anoche, tuve que sacar las sábanas llenas de mierda, se cagó… Jajajajaja.

         -“Ángel, mijito, con los muertos no se juega”. Le dijeron tanto mi abuela como mi bisabuela, él se fue riendo a su trabajo y diciendo cosas.

         Pasó el día, mi abuela no muy bien por el suceso de la noche, y obvio, por el desvelo. Todos se fueron a sus quehaceres, y se quedaron mi tía Tina, mi abuela y mi bisabuela con ese tema de conversación todo el día, hasta que llegó la noche de nuevo, todos se acostaron y la primera en dormirse fue mi abuela, rendida por el desvelo de la noche anterior, no se percató de cuanto durmió, llegó mi abuelo de su habitual noche de juegos, la vio dormida y no quiso despertarla, se acostó con sumo cuidado y se puso con la lamparita, a leer.


            De repente, mi abuela, que estaba de espaldas a mi abuelo, comenzó a sentir un codazo, mi abuela respondió dormida con otro. De inmediato otro codazo más fuerte, y mi abuela respondió sin voltear y con otro codazo: -“¿Qué eeees mijito?”, de inmediato, ya con el tercer codazo enviado por mi abuelo, le escuchó balbucear: -“El mueeerrtooo María, me está ahorcando”, a lo que mi abuela respondió increpándole: -“¡¡¡Aaaah!!!, ¿El muerto? ¡¡¡Caraaajoooo!!! ¿Entonces ahora me crees?


         Allí fue donde mi abuela, no soportando esta engorrosa situación, se armó de valor, al voltear y ver horrorizada como la misma figura misteriosa de la noche anterior, estaba literalmente “encaramado” sobre la humanidad de mi abuelo, ahorcándole también. No pudo sino más que decir: -“¡¡¡Caraaajo, ¿Qué vaina es? Er coño ’e la madre de quien quiera que sea. Ya me voy a levantar a “QUEBRAR UNA CUENTA DE ROSARIO” y a prender periódico para ECHAR SAL EN CANDELA”. Con estas palabras que pronunció mi abuela, vieron ambos como el muerto, se lanzó lejos de la cama, el sonido de papel periódico era ensordecedor, mi madre, abuela Plácida, tía Tina y el resto de mis tíos, estaban todos embojotados de pies a cabezas en sus camas, mudos.

         Hago una aclaratoria, yo, como siempre he sido curioso, le pregunté tanto a mi abuela, como a un sacerdote sobre lo de “quemar sal” y lo de “romper una cuenta de rosario” ambos me dijeron lo mismo, que eran usados para ahuyentar espíritus, pero que se debía de tener mucho valor para hacerlo, por el fuerte alarido que se escuchaba al hacerlo, que iba escuchando elevándose hasta el cielo. El sacerdote, muy amigo mío, Mons. Omar Ramos, me dijo que eso era un pecado mortal.

         De inmediato se levantaron todos, mi abuelo, como muchachito regañado pegado a la dormilona de mi abuela, mi abuela en actitud de burla, hacia mi abuelo, le decía: -“¡¡¡Ajáaaa!!!, ¿Quién era el que iba a estar nadando en mierda? No pareces un hombre viejo; Suéltame para buscarte un palo de brandy para que calientes el cuerpo”. Mi abuelo contestó: -“No, María, no me dejes solo, yo voy contigo”. Mi abuela, que también era brava dijo: -“Jajajajajaja ¡¡¡Miren esta vaina!!!, el que no tiene miedo, caga’o, parece pendejo Jajajajajaja”.

         Toda la vecindad se enteró, y también los dueños de la casa, quienes le pidieron el desalojo de inmediato a mi abuelo, quienes se tuvieron que mudar lo más pronto posible.

         Los dueños originales de la casa donde vivió mi familia, la ocuparon y a los meses, mi abuela se enteró que habían sacado una “Botija con morocotas” (Especie de recipiente de barro que algunas personas adineradas, en épocas pasadas, usaban para enterrar sus fortunas personales. Trayendo como consecuencia, que estas personas morían y se decía que quedaban sus almas en pena hasta que sacasen esos entierros).


          Según dicen las leyendas, que hay que hacerles unas misas a esa alma en pena, por haberle hecho el oficio de favorecerles con esos tesoros. Estas personas, según mi abuela, en su avaricia no hicieron nada de lo que se acostumbra, según las malas lenguas del sector, y fueron pereciendo inexplicablemente en accidentes, de las formas más inverosímiles. O sea, el muerto, según, cobró sus vidas.


         Como siempre, me hago una serie de interrogantes, y quiero compartírselas, en espera de sus valiosas opiniones.

1.    ¿Por qué un muerto tratando de ahorcar?
2.    ¿Será cierto lo de la cuenta de rosario, y de la sal en candela?
3.    ¿Será que el muerto tomó venganza de mi abuelo por burlarse de él?
4.    ¿Puede un alma llevarse a otra? Como dicen los vecinos de las extrañas muertes.

Como siempre en nombre de mi gran colaborador Winder Ñañez y en el mío, su amigo José G. Martínez, le damos las gracias, en espera que esta historia les haya gustado, anunciándoles que el título de la siguiente será: “PASE ADELANTE, LA ESTABA ESPERANDO”

lunes, 10 de septiembre de 2012

-“¡CARLOS, CARLOS!… ¿QUÉ TE PASA HERMANO?”

Textos: José G. Martínez
Revisión, edición y corrección: Winder Ñañez


        Continuando con estas interesantes historias, y una vez más agradeciendo todo el apoyo que nos han brindado a este equipo integrado por el gran Winder Ñañez (Revisión, edición y corrección) y mi persona. Nos ha llenado de orgullo ver cómo estas historias han calado en una gran lista de usuarios que nos escriben, tanto para felicitarnos, como para dar sus aportes y valiosas opiniones, una vez más, a todos ustedes, gracias.

         La historia que nos ocupa hoy, me ocurrió hace aproximadamente, 25 años, y les confieso, que como muchas que me han sucedido, a esta tampoco le he encontrado respuesta, por eso también espero con esta, sus maravillosos aportes, que en definitiva, son los que nutren “MIS HISTORIAS”, y nos inspiran a seguir escribiendo.

         Eran los tiempos cuando trabajaba de noche en la Telefónica de mi país, de 9pm a 7am, allí conocí a muchas personas, en diferentes departamentos, aerolíneas nacionales y extranjeras (Ya que mi central era la del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar), y comercios, en uno de estos comercios conocí a un gran amigo, Carlos Hernández, que trabajaba como agente operador cambiario de monedas.

         Carlos, era algo mayor que yo, una gran persona, nos fuimos haciendo amigos, salíamos en nuestros días libres, nos reuníamos en su casa, en la mía, en uno que otro bar, un hombre de convicciones. Coincidíamos cada tres guardias mías, ya que él trabajaba cada tres días y yo inter-diario. En un tiempo, al salir de nuestra guardia, nos dirigíamos a una población montañosa cercana, muy fresca, donde estaba un amigo en común que cuidaba una hacienda y hacíamos parrillada.

         Luego, nos instalábamos en un barcito muy amigable a refrescarnos y conversar con su dueño. Esto lo hacíamos, ya que Carlos había comprado un Chevette, y como estaba nuevo, ese era el motivo, probarlo. La carretera hacia esa población montañosa, denominada Carayaca (Nombre indígena), era algo tortuosa, muchas curvas y a una altura de 820 metros sobre el nivel del mar.

         Carlos, un personaje poco creyente de ritos, cultos, e inclusive religión, siempre conversábamos sobre estos temas. Carayaca, llamada “La Suiza del Litoral” por su agradable y fresco clima, fue una población que se desarrolló donde antes existían muchas haciendas, de terratenientes con esclavos, vivía de una agricultura, avicultura y ganadería regular. Quedaba ubicada a 25 minutos de donde vivíamos.

         Por lo general, salíamos a las 8 de la mañana del Aeropuerto, desayunábamos y tomábamos rumbo a la fresca población, en busca de esparcimiento, de días diferentes. Bajábamos siempre, entre las 7:00 - 7:30 de la noche aproximadamente.

         En una oportunidad, ya de regreso, compramos un pack de 6 cervezas para el camino, veníamos conversando como siempre, escuchando musiquita. La carretera, de sinuosas curvas, era con la montaña a la derecha y a la izquierda un barranco muy pronunciado, carretera donde quedaban haciendas y que también fue hecha por los presos en la dictadura del General Gómez en los años 30’s.

         De repente, vengo conversando con Carlos y pendiente de la carretera, cuando asombrado veo que en una curva, él sigue derecho directo al barranco, gracias a Dios en esa curva había un saliente de protección. Nos salimos del camino, yo volteo inmediatamente a ver a mi amigo… lo noto con los ojos desorbitados, (Todo esto sucedió muy rápidamente, trataré de ser lo más explícito posible para que estén ubicados/as en la historia), al ver que vamos directo al abismo, inmediatamente puse el carro en neutro y le apliqué el freno de mano, el vehículo se detuvo bruscamente.

Mi amigo Carlos cae recostado al volante y comienzo a moverlo: -“¡CARLOS, CARLOS… ¿QUÉ TE PASA HERMANO?”. No responde. Ya, consciente de que el vehículo está plenamente detenido, abro la puerta y doy la vuelta para abrir la del conductor y sacarle del carro. A todas estas, es una carretera muy solitaria y oscura. Abro la portezuela, lo saco del vehículo y cae al suelo, como inconsciente… así permaneció por espacio de un minuto.

De repente Carlos, creo que va a recobrar el sentido, porque abre los ojos y se me queda viendo profundamente y me dice, con una voz totalmente extraña, más grave que la propia de él, con un acento ancestral y con un tono asustadizo: -“¿Quién es usted?... ¿Dónde estoy?”. Me veía de una forma extraña. Me preguntó que qué era eso, señalando al carro, se veía las ropas y decía que por qué estaba vestido así y yo también. En ese momento, explotó en un fuerte y aterrador grito: -“Ahí vienen, ahí vienen… Los perros con el amo, me van a azotá… Me escapé de la hacienda”. Y salió corriendo hacia el peligroso barranco y yo detrás de él, de esa persona desconocida que no era mi amigo Carlos.

Logré detenerlo, me vi forzado a darle dos cachetadas a ver si volvía en sí, lo llamaba una y muchas veces: -“¡CARLOS, CARLOS… ¿QUÉ VAINA TE PASA VIEJO?... ¡COÑO CARLOS, REACCIONA MAN!”. Y el hombre, nada que ver, no reaccionaba, en ese momento pasaron como 4 a 5 minutos, lo que me decía era que siempre se escapaba, que estaba en la Hacienda “Los Uveritos” y que se había escapado. Que lo azotaban cuando lo hacía.

En eso, cayó al suelo arrodillado, la cara entre las manos, hizo un silencio como de un minuto aproximadamente, luego volvió la cabeza hacia mí y me dijo: -“Coño, José ¿Qué me pasó?... sentí que me iba, que me salí de donde estaba”. Estaba sudoroso, algo tembloroso, casi que no coordinaba, helado.

Le dije lo que había sucedido y no me creía, se lo aseguré que eso hizo, y me dijo que era imposible, que él no creía en esas “vainas”, pero yo, para estar mucho más seguro, no le dejé continuar conduciendo, tomé el carro y seguí manejando yo, aún en contra de su voluntad.

Debo confesar, el estado en que estaba antes de estos sucesos, habíamos tomado, pero, al menos yo, me encontraba plenamente consciente de mis actos, ese suceso, hizo que se me pasara el leve efecto de las cervezas previamente ingeridas. Pudieran decir algunas personas que lean esta interesante historia que me encontraba ebrio para el momento de los sucesos, pero doy fe, de que eso no era así.

Mis interrogantes:

1.    ¿Qué le sucedió a mi amigo Carlos?
2.    ¿Pudiese ser que alguna alma o espíritu penetrase en su cuerpo?
3.    De ser así ¿Dónde quedó la de él?
4.    ¿Pudo haber entrado en otra dimensión, vórtice o portal del tiempo?
5.    ¿A qué se refería cuando dijo que “Los perros le perseguían, que lo azotaban, Etc.?

Espero les haya gustado esta historia de “MIS HISTORIAS”, también, desde este momento, quedan abiertos los canales de comunicación en espera de sus interesantes opiniones, y comentarios.

         Recordándoles que el título de nuestra siguiente entrega será: “BENDICIÓN PADRINO”

sábado, 8 de septiembre de 2012

“TRÁIGANME A ESOS MUCHACHOS DONDE QUIERA QUE ESTÉN”

Historia: José G. Martínez
Correcciones, revisión y asistencia: Winder Ñañez


       Un saludo a mis queridos lectores y lectoras de “MIS HISTORIAS”, luego de un breve receso, hoy volvemos con otra historia real, acontecida en este mágico pueblo de La Vela. Una vez más agradeciéndoles de antemano, por sus aportes, opiniones y comentarios en este su blog, ya que son estos, de una u otra manera, los que me inspiran a escribir estas anécdotas, hechos y sucesos enmarcados en el Realismo Mágico literario.

         El caso que hoy relato, es el de la esposa de un hermano de mi abuela y de sus hijos. Pasemos a detallar primeramente, para que tengan una idea de lo sucedido.

         La Vela, pueblito de nobles y hasta enraizadas costumbres, era un pueblo muy pobre, pero a la vez respetuoso de los usos, modas y costumbres que imperaban en las diferentes épocas de la historia. Tal es el caso de Feliciana y su cuadro de hijas e hijos, entre ellos tres varones de 15, 16 y 17 años, jovencitos que debían respetar esas costumbres mencionadas, como por ejemplo: la moda, costumbre y usanzas. Hasta esas edades, usaban lo que era denominado: pantalones tres cuartos, ya que no era bien visto que un jovencito de esa edad, usase pantalones largos.

         Otra de las usanzas y costumbres, era que ya, al despuntar las 7 de la noche, todo el mundo se recogía en sus humildes hogares y solo quedaban por fuera, uno que otro despabilado borrachito en busca de licor y uno que otro serenatero, llevando sus canciones a una enamorada de turno, pero, ya a las 7:30 aproximadamente, las calles eran unos desiertos oscuros, porque no existía iluminación pública, ni tampoco en los hogares, los que se servían de lámparas de kerosén o de carburo, que convertía al pueblo en más bucólico en las noches de lo que en sí era.

         Resulta que estos jovencitos, en su despertar a la vida, se enamoraron en una barriada cercana, cosa esta que no le gustó a la señora Feliciana, primero, porque esa barriada era algo peligrosa para la época, y la segunda era, porque ya estaban llegando algo tarde, 7:10 de la noche. Feliciana reclamaba a los muchachos que dejaran esas novias, o que en su defecto, llegasen a la hora a casa, porque ella no iba a tener la puerta abierta hasta tarde, en espera de ellos.

         Los chicos no hacían caso, ya que estaban profundamente enamorados de sus novias. Hago acá un paréntesis, porque como buen curioso de las historias de mi abuela, le llegué a preguntar: -“Abuela, si usted dice que ya a las 7 de la noche todo el mundo se recogía a sus casas… ¿Cómo era posible que estos muchachos pudieran durar hasta tarde?. A lo que mi abuela me respondió: -“Muchacho, es que habían madres alcahuetas que permitían eso… Aquí en La Vela, se veía de todo”.

         Lo cierto, es que una noche, ya la señora Feliciana algo obstinada y de mal genio de la llegadera tarde de sus hijos, en una asomada que hizo a la puerta a ver si venían estos de sus visitas, y según narra mi abuela con las manos en la cintura, salió unos metros fuera de su casa e invocó lo siguiente: ¡¡¡-“ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO, LES PIDO UN GRAN FAVOR: <TRÁIGANME ESOS MUCHACHOS DE DONDE QUIERA QUE ESTÉN>,” QUE YA ESTOY HARTA DE ESTA LLEGADERA TARDE, TENGO SUEÑO Y ME VOY A ACOSTAR”.

         Refiere mi abuela, que Feliciana hizo esta invocación y de inmediato, sintió una brisa fría que le heló los huesos, se abrazó de hombros, miró calle arriba y calle abajo hasta donde la luz de la luna naciente le permitió ver, se asomó a la modesta salita alumbrada por el candilito de la tenue lamparita de carburo, vio al resto de sus hijos menores acostados en el piso de la salita en un petate, se encogió de hombros y se dispuso a entrar de nuevo a la sala.

         Ya entrando a la sala, Feliciana entrejuntó la puerta, que de paso, se cerraba con una pesada tranca horizontal de madera. Se dirigió a la precaria cocinita donde tenía un fogón y un tinajero, se sirvió un vaso de agua, cuando de repente, escuchó por la calle el tropel de unas carreras, puso el vasito en la mesa y se dirigió a la salita. Pero, cuál sería su mayor sorpresa. De una patada brusca, el mayor de los muchachos abrió la puerta y entraron los tres a la carrera, se tiraron al suelo donde dormían sus hermanos menores y se escondieron bajo las sábanas temblando de miedo.

         Feliciana que casi la tumban, cerró la puerta y le estaba poniendo la tranca cuando de repente escuchó: Toc, toc, toc, toc. A lo que la señora con voz algo alterada contestó: -“¿Quién carajo me viene a tocar mi puerta a esta hora de la noche?”. Inmediatamente de la calle escuchó una voz de un hombre, pero esta voz tenía algo de especial. Era como metálica, aletargada y triste. –“Somos gente de paz, que nos llamaron de por estos lados para hacer un favor y ya lo hicimos”. A lo que Feliciana respondió más enérgicamente: -“¿Y qué carajos quieren de mí?. De nuevo le contestaron de fuera con la misma voz: ­-“Es que como venimos de un largo viaje, queríamos ver si era posible que usted nos diera una posadita por esta noche, para mañana temprano proseguir nuestro largo viaje”. Allí Feliciana contestó de una manera rotunda: -“Nooo señor, esta casita es muy incómoda, de vaina cabemos mis hijos, mi marido y yo… ¿por qué no se van calle abajo mejor, que hay un señor que está fabricando una casa a seis casas más debajo de aquí, y se quedan allí?; ¡Y ya déjenme dormir, que estoy desvelada!”.

         Refiere mi abuela en esta extraordinaria historia, que Feliciana luego de enviar a los viajeros a la casa en construcción y dar la espalda a la puerta para ir a acostarse, escuchó un murmullo de esa persona que le hablaba antes, muy claro que comenzaba a decir: -“Padre nuestro, que estas en los cielos, santificado sea tu nombre... Etc.”. al llegar a la mitad de la oración, el resto de la muchedumbre respondió: -“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy… Etc.”. la señora, llena de curiosidad, se asomó por una rendijita de su cocina y dice mi abuela que alcanzó a ver a una muchedumbre de personas, que iban vestidas todas de blanco, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos que portaban un farolito con una vela encendida, los que iban entonando el rosario.

         Pedro Arcadio, viene en ese momento, a buscar a Rafaél Medina para irse a “la mar”, para el “pargo” y le toca pasar justamente en frente de la casa donde Feliciana ha mandado a las extrañas personas, algo le heló los huesos, vio una luminaria en esa casa, y escuchó un murmullo escalofriante, siguió su camino hacia la casa de su amigo, lo llamó y éste le contestó: -“Anda tu a la lancha, espérame allá que no estoy listo todavía”. A lo que respondió: -“No, mejor yo te espero aquí, porque vi algo feo allí abajito donde están construyendo la casa nueva”.

         Al salir los dos compañeros y dirigirse a la playa a pescar, Rafael Medina, quien no estaba al tanto de lo que su compañero Pedro Arcadio había visto, y como la vista es curiosa, dirigió la mirada hacia la casa en construcción, se quedó petrificado unos segundos y cayó al suelo. Dictaminaron que su muerte había sido por un infarto al miocardio.

         Mi curiosidad no quedó allí, le pregunté a mi abuela que qué sería lo que vieron los muchachos, que arrancaron en estampida derecho a casa. Mi abuela me respondió: -“Mijo, dicen que veían personas volando sobre ellos con unas caras espantosas, escuchaban sonidos macabros de voces aterradoras y risas como diabólicas”.

         Como siempre mis interrogantes, y esperando que esta historia les haya gustado como las anteriores, esperando sus opiniones, comentarios y puntos de vista:

         1.    ¿Qué poder debió haber tenido esa invocación de la señora Feliciana?
       2.    ¿Quiénes eran esos seres que vieron los muchachos que les hicieron correr en tropel?.
         3.    ¿Quiénes eran esos viajeros que tocaron a la puerta de Feliciana?
        4.    ¿Qué vio Pedro Arcadio que no le afectó y que sería lo que vio Rafael Medina que le provocó la muerte?

Ya saben mis apreciados lectores y lectoras, sus comentarios enriquecen MIS HISTORIAS, Mi blog, es su blog. Ya tengo algunas historias en el tintero de ustedes, procesándolas para publicarlas dentro de poco. Estén atentos.

         Les recuerdo, que el título de nuestra próxima historia es: ¡¡-“CARLOS, CARLOS…!! ¿QUÉ TE PASA HERMANO?

-"Padrino Bendición, pero ¿Usted qué hace aqui?"

Autor: José "Cheo" Martínez Revisión: Alexis Aguirreche             Me siento nervioso, siento esa misma cosquilla como la que sen...