Contentos
los integrantes de este equipo: Winder Ñañez y mi persona, por el trato
preferencial que les dan a “MIS HISTORIAS”, y alegres a la vez por estar de
vuelta para despertar el interés y su curiosidad en estas narraciones, ya
definitivamente viviendo acá en La Vela, en este enigmático y hermoso pueblo; como
siempre, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano.
Pidiendo también de antemano, disculpas por la prolongada ausencia del Blog.
La historia que nos ocupa hoy me
llega de la mano de un gran amigo que he conocido acá en el Museo Comunitario
La Vela, artista plástico y de una gran calidad humana; Julio Quintero,
“Quinterito” de cariño. Les confieso, que cuando me contó esta historia, esa
noche tenía que pernoctar solo acá en este recinto, La Antigua Aduana, desde
donde estoy escribiendo estas historias, y puedo decir, que sentí algo de
miedo, yo, que me jacto que esas cosas no me asustan.
Su narración fue tan realista, que
le animé a escribirlo, y otras historias que esa noche me regaló y que voy a ir
publicándolas paulatinamente.
Refiere “Quinterito” que se quedaba
al cuido de una casona de muy vieja data, de esas que hoy día pertenecen al
Patrimonio de la Humanidad decretado por la UNESCO hace ya algún tiempo, o sea,
una casa de más de 100 años de construida, y perteneciente a la Familia Reyes
(Sra. Anita Reyes). No solamente “Quinterito” se quedaba a dormir en ella, sino
que en oportunidades, cuando este no podía, se quedaban allí varios de sus
compañeros de la Universidad a pasar la noche. Pero, refieren estos compañeros,
que en muchas oportunidades, tuvieron que salir algo asustados y despavoridos,
porque al estar dormidos en hamacas, sentían que les eran agitadas con mucha
fuerza las “cabulleras[1]” y
al día siguiente le contaban a “Quinterito” lo ocurrido, no tomándolo éste en
serio.
Pero el mismo Quintero, también fue
testigo de algo, que a mi modo de ver, es tan impresionante e increíble, y
dicho sea esto, es de tener como decimos los venezolanos, las “metras”
(Canicas), bien atornilladas para aún estar vivo y contarlo, por eso, les sugiero
mis apreciados lectores, no pierdan ningún detalle a esta increíble y escalofriante
narración, llena de todo el realismo que la envuelve.
Por
eso voy a pasar a contarlo de su misma viva voz:
-“La
casa en cuestión era algo sombría, sumamente grande y da de una cuadra a otra,
mucho polvo, y algunas habitaciones estaban con llave, en total eran siete, dos
baños y un zaguán, cocina al fondo, patio central con un “aljibe” y en la parte
posterior un solar grande frondoso. Yo, dormía en el corredor, porque como
dije, estaba solo al cuido y había muchas pertenencias y objetos de gran valor.
Y también, porque en ese corredor me habían dejado un aparato de TV para que me
distrajera, y al costado de la hamaca siempre tenía una silla, donde yo
acostumbraba a dejar mis pertenencias y algunas ropas.”
-“Eran
ya pasadas las 10:00 de la noche cuando llegué tan cansado, que ni me duché, a
tal punto inclusive, que teniendo la ropa sucia, solo me quité la camisa y la
tiré a la silla, que como dije, estaba a un costado de la hamaca.”
“Quinterito” acá hace referencia que
en esta casa, el acceso de noche era a plena oscuridad, y que las bombillas las
tenía que dejar semi-roscadas y apretarlas cuando entraba y a tientas, por el
mal estado de los interruptores. Y prosiguió su narración:
-“Cuando
me fui a acostar, encendí la TV y me tumbé en la hamaca, no podía conciliar el
sueño de inmediato, por el fragor del cansancio y la faena del día, pasada
media hora, decidí apagar el aparato y definitivamente caí rendido. No sé a
ciencia cierta cuanto tiempo pasó cuando sentí que una mirada estaba sobre mis
hombros, horadándome, en eso me desperté y cuando miré, vi parada frente a mi a
una mujer alta, de tez blanca, cabello liso y ojos negros hasta la cintura y
una bata manga larga que le llegaba hasta los pies, de un salto me senté y allí
estaba ella, de pie, frente a mi, mirándome fijamente, yo sin miedo, pero sin
reaccionar y fue ella quien me habló primero y me increpó con mucha autoridad:
“-Te me vas de mi casa”.
Impactante
este relato de mi amigo “Quinterito”, les confieso de verdad, que yo no podía
creer lo que escuchaba, pero el prosiguió:
-“En eso
un escalofrío entró por mi columna y toda mi piel se erizó. Inmediatamente me
levanté para salir corriendo, pero al estar a su lado, como realmente no sabía
si era un sueño o estaba de verdad despierto, la miré y le dije: -“Bueno…
¿Quién está cuidando la casa…? ¿Tu o yo?”.
-“Ella
bajó la mirada y me respondió: -“Entonces, de ser así, ¿Será que puedo quedarme
en la casa?”. A lo que dije: -“Dale pues, pero… Ya déjame dormir”.
-“En eso
ella se retiró por el pasillo hacia el zaguán donde desapareció entre la
oscuridad, yo volví a la hamaca a acostarme, pero cual es mi sorpresa, que en
ese ínterin, veo que entra, en esta oportunidad otra mujer, ataviada como una
mucama de servicio, era blanca, de cabello corto, y portaba en su mano un paño
de servidumbre y me habló también, me dijo, eso si, con la mirada al piso: -“Buenas
noches señor… ¿Puedo servirle en algo?”.
Acá Quintero me relata que ya estaba
algo molesto, primero una mujer que le exigía que se fuera de la casa y luego
otra ¿Qué estaba sucediendo en esa casa?, pero prosiguió con su extraña
historia:
-“Inmediatamente
le respondí con un si y asentí con la cabeza, tomé la camisa que estaba en la
silla y se la lancé a las manos: -“Bueno, lávame esta camisa”, con algo de voz
de mando, o mejor, de molestia. –“Pero ya, de una vez por todas, déjenme
dormir”. Ella la tomó y la puso sobre el delantalcito que llevaba en el brazo
derecho y se retiró eso si, caminando hacia atrás sin darme la espalda y como
en una señal de reverencia y también se perdió en la oscuridad. Yo quedé de
verdad extrañado porque aún, insisto, no sabía si estaba despierto o dormido.
Me dirigí hacia la cocina de la misteriosa casa la cual se encontraba llena de
polvo y telarañas, el techo casi en el suelo. Fue allí donde, a pesar del
cansancio, me decidí a revisar toda la casa. Me devolví por el pasillo
revisando cada cuarto o habitación, lógicamente, si estaba abierta. Ya voy
llegando al zaguán cuando me vuelvo a quedar asombrado, porque veo de nuevo a
la primera mujer, pero esta vez, ella venía empujando una silla de ruedas donde
se encontraba un señor blanco y flaco pero algo pálido, de cabello negro,
sudando, temblando y arropado con una sábana blanca. Al verme venir, la mujer
puso una cara de asombro y me dijo en esta oportunidad: -“¿También él puede
quedarse?... No podía creer lo que estaba observando, pero no sé cómo me llené
de valor y le dije con voz muy segura y algo enérgico: -“¡No!… estas tu, está
aquella sirvienta ¿Y ahora él? No, se me van, se me van yendo de la casa”. A lo
que ella se retiró caminando de igual manera hacia atrás, halando la silla de
ruedas con el extraño, tembloroso y sudado hombre que parecía estar muy
enfermo, perdiéndose en la oscuridad del zaguán.
¿Increíble verdad mis queridos
lectores de MIS HISTORIAS? Les juro, que he ido conociendo a “Quinterito” y me
doy cuenta que es una persona totalmente equilibrada, además, como dije, un
artista plástico muy dedicado, no creo que esté inventando estas historias.
Pero sigamos con este interesantísimo relato.
-“Yo
seguí derecho al zaguán y pude notar que tenía las mismas características de
las habitaciones y por ende, del resto de la casa, telarañas, polvoriento, yo, sin
miedo, o simplemente no le di importancia, me devolví hacia mi hamaca, pero
cuando voy llegando, sale la mucama de la cocina, con su mismo atuendo y en
esta oportunidad me pregunta: -“Señor, disculpe, ¿Desea usted comer algo?”. Yo
le respondí, ya medio harto: -“¡Si!, cualquier cosa con tal y me dejen dormir”.
A lo que esta mujer se retiró, igual, de la misma manera, sin darme la espalda,
y allí si, de verdad, me volví a acostar en la hamaca y caí profundamente
dormido, no me pregunten por cuanto tiempo, hasta que un delicioso aroma a café
recién colado me despertó, era tal ese aroma, que me levanté una vez más y
comencé a revisar de qué parte de la casa extraña provenía ese exquisito olor.
Al revisar la casa una vez más, pero de manera infructuosa, pensé que ese aroma
podía provenir de la casa vecina donde estuviesen haciendo café, pero insisto
que el olor era tan rico, que fui al patio central para orientarme en su
búsqueda. Una vez allí, me pegó una ráfaga de brisa en la cara y ese aroma se
desvaneció de manera extraña. Me percaté que ya estaba amaneciendo, y yo sin
dormir, y el cansancio intacto, me devolví hacia la hamaca a ver si de alguna
manera podía descansar algo, y en lo que me siento en ella y dirigir la mirada
curiosa hacia la silla donde se encontraba mi camisa sucia anteriormente, ¡Oh
sorpresa me llevé! ¡Allí se encontraba mi camisa, si, la misma que le entregué
a la mucama, pero en esta oportunidad, perfectamente <LAVADA Y PLANCHADA>
y sutilmente doblada.
Lectores de MIS HISTORIAS, he
contado muchos relatos, pero “Quinterito” me ha sorprendido con este grandioso;
pero yo no me quedé así, le hice miles de preguntas a las cuales me respondía
perfectamente a todas mis interrogantes.
-“José”,
Me dice Quintero, “Ni
yo mismo tengo las respuestas de este extraño suceso, pero, es real, cierto,
fue verídico, eso lo viví yo”.
-“A
la mañana, me fui a contar el suceso a mis amigos, esos mismos, que salían en
carrera de la casa cuando les halaban las cabulleras y estos no me creyeron”.
Bueno mis amados lectores de MIS
HISTORIAS, espero que con esta haya logrado satisfacer sus expectativas, no me
despido antes sin dejarles mis interrogantes:
-
¿Quiénes eran estas
personas?
-
¿Será que en esa casa existe
un portal al más allá?
-
¿Un mundo paralelo?
-
¿Cómo es posible que un ser
del más allá pueda lavar y planchar una prenda de vestir tangible y de el acá y
del hoy?
También
quiero agradecerles en el nombre de mi corrector oficial Winder Ñañez y en el
mío propio su deferencia para con este Blog, no sin antes decirles que el
título de nuestra siguiente historia será: “ELIO… ¿TU COMISTE PAN?”, que
obviamente también es de “Quinterito”.
De
nuestra parte y en el de mi amigo “Quinterito” Mil gracias.
Hermano! saludos!
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