martes, 20 de agosto de 2013

“LAVADA Y PLANCHADA”

Contentos los integrantes de este equipo: Winder Ñañez y mi persona, por el trato preferencial que les dan a “MIS HISTORIAS”, y alegres a la vez por estar de vuelta para despertar el interés y su curiosidad en estas narraciones, ya definitivamente viviendo acá en La Vela, en este enigmático y hermoso pueblo; como siempre, enmarcadas en la corriente literaria del Realismo Mágico Latinoamericano. Pidiendo también de antemano, disculpas por la prolongada ausencia del Blog.

            La historia que nos ocupa hoy me llega de la mano de un gran amigo que he conocido acá en el Museo Comunitario La Vela, artista plástico y de una gran calidad humana; Julio Quintero, “Quinterito” de cariño. Les confieso, que cuando me contó esta historia, esa noche tenía que pernoctar solo acá en este recinto, La Antigua Aduana, desde donde estoy escribiendo estas historias, y puedo decir, que sentí algo de miedo, yo, que me jacto que esas cosas no me asustan.

            Su narración fue tan realista, que le animé a escribirlo, y otras historias que esa noche me regaló y que voy a ir publicándolas paulatinamente.
            Refiere “Quinterito” que se quedaba al cuido de una casona de muy vieja data, de esas que hoy día pertenecen al Patrimonio de la Humanidad decretado por la UNESCO hace ya algún tiempo, o sea, una casa de más de 100 años de construida, y perteneciente a la Familia Reyes (Sra. Anita Reyes). No solamente “Quinterito” se quedaba a dormir en ella, sino que en oportunidades, cuando este no podía, se quedaban allí varios de sus compañeros de la Universidad a pasar la noche. Pero, refieren estos compañeros, que en muchas oportunidades, tuvieron que salir algo asustados y despavoridos, porque al estar dormidos en hamacas, sentían que les eran agitadas con mucha fuerza las “cabulleras[1]” y al día siguiente le contaban a “Quinterito” lo ocurrido, no tomándolo éste en serio.

            Pero el mismo Quintero, también fue testigo de algo, que a mi modo de ver, es tan impresionante e increíble, y dicho sea esto, es de tener como decimos los venezolanos, las “metras” (Canicas), bien atornilladas para aún estar vivo y contarlo, por eso, les sugiero mis apreciados lectores, no pierdan ningún detalle a esta increíble y escalofriante narración, llena de todo el realismo que la envuelve.

            Por eso voy a pasar a contarlo de su misma viva voz:

            -“La casa en cuestión era algo sombría, sumamente grande y da de una cuadra a otra, mucho polvo, y algunas habitaciones estaban con llave, en total eran siete, dos baños y un zaguán, cocina al fondo, patio central con un “aljibe” y en la parte posterior un solar grande frondoso. Yo, dormía en el corredor, porque como dije, estaba solo al cuido y había muchas pertenencias y objetos de gran valor. Y también, porque en ese corredor me habían dejado un aparato de TV para que me distrajera, y al costado de la hamaca siempre tenía una silla, donde yo acostumbraba a dejar mis pertenencias y algunas ropas.”
            -“Eran ya pasadas las 10:00 de la noche cuando llegué tan cansado, que ni me duché, a tal punto inclusive, que teniendo la ropa sucia, solo me quité la camisa y la tiré a la silla, que como dije, estaba a un costado de la hamaca.”
            “Quinterito” acá hace referencia que en esta casa, el acceso de noche era a plena oscuridad, y que las bombillas las tenía que dejar semi-roscadas y apretarlas cuando entraba y a tientas, por el mal estado de los interruptores. Y prosiguió su narración:

            -“Cuando me fui a acostar, encendí la TV y me tumbé en la hamaca, no podía conciliar el sueño de inmediato, por el fragor del cansancio y la faena del día, pasada media hora, decidí apagar el aparato y definitivamente caí rendido. No sé a ciencia cierta cuanto tiempo pasó cuando sentí que una mirada estaba sobre mis hombros, horadándome, en eso me desperté y cuando miré, vi parada frente a mi a una mujer alta, de tez blanca, cabello liso y ojos negros hasta la cintura y una bata manga larga que le llegaba hasta los pies, de un salto me senté y allí estaba ella, de pie, frente a mi, mirándome fijamente, yo sin miedo, pero sin reaccionar y fue ella quien me habló primero y me increpó con mucha autoridad: “-Te me vas de mi casa”.

            Impactante este relato de mi amigo “Quinterito”, les confieso de verdad, que yo no podía creer lo que escuchaba, pero el prosiguió:

            -“En eso un escalofrío entró por mi columna y toda mi piel se erizó. Inmediatamente me levanté para salir corriendo, pero al estar a su lado, como realmente no sabía si era un sueño o estaba de verdad despierto, la miré y le dije: -“Bueno… ¿Quién está cuidando la casa…? ¿Tu o yo?”.

            -“Ella bajó la mirada y me respondió: -“Entonces, de ser así, ¿Será que puedo quedarme en la casa?”. A lo que dije: -“Dale pues, pero… Ya déjame dormir”.

            -“En eso ella se retiró por el pasillo hacia el zaguán donde desapareció entre la oscuridad, yo volví a la hamaca a acostarme, pero cual es mi sorpresa, que en ese ínterin, veo que entra, en esta oportunidad otra mujer, ataviada como una mucama de servicio, era blanca, de cabello corto, y portaba en su mano un paño de servidumbre y me habló también, me dijo, eso si, con la mirada al piso: -“Buenas noches señor… ¿Puedo servirle en algo?”.

            Acá Quintero me relata que ya estaba algo molesto, primero una mujer que le exigía que se fuera de la casa y luego otra ¿Qué estaba sucediendo en esa casa?, pero prosiguió con su extraña historia:
            -“Inmediatamente le respondí con un si y asentí con la cabeza, tomé la camisa que estaba en la silla y se la lancé a las manos: -“Bueno, lávame esta camisa”, con algo de voz de mando, o mejor, de molestia. –“Pero ya, de una vez por todas, déjenme dormir”. Ella la tomó y la puso sobre el delantalcito que llevaba en el brazo derecho y se retiró eso si, caminando hacia atrás sin darme la espalda y como en una señal de reverencia y también se perdió en la oscuridad. Yo quedé de verdad extrañado porque aún, insisto, no sabía si estaba despierto o dormido. Me dirigí hacia la cocina de la misteriosa casa la cual se encontraba llena de polvo y telarañas, el techo casi en el suelo. Fue allí donde, a pesar del cansancio, me decidí a revisar toda la casa. Me devolví por el pasillo revisando cada cuarto o habitación, lógicamente, si estaba abierta. Ya voy llegando al zaguán cuando me vuelvo a quedar asombrado, porque veo de nuevo a la primera mujer, pero esta vez, ella venía empujando una silla de ruedas donde se encontraba un señor blanco y flaco pero algo pálido, de cabello negro, sudando, temblando y arropado con una sábana blanca. Al verme venir, la mujer puso una cara de asombro y me dijo en esta oportunidad: -“¿También él puede quedarse?... No podía creer lo que estaba observando, pero no sé cómo me llené de valor y le dije con voz muy segura y algo enérgico: -“¡No!… estas tu, está aquella sirvienta ¿Y ahora él? No, se me van, se me van yendo de la casa”. A lo que ella se retiró caminando de igual manera hacia atrás, halando la silla de ruedas con el extraño, tembloroso y sudado hombre que parecía estar muy enfermo, perdiéndose en la oscuridad del zaguán.

            ¿Increíble verdad mis queridos lectores de MIS HISTORIAS? Les juro, que he ido conociendo a “Quinterito” y me doy cuenta que es una persona totalmente equilibrada, además, como dije, un artista plástico muy dedicado, no creo que esté inventando estas historias. Pero sigamos con este interesantísimo relato.

            -“Yo seguí derecho al zaguán y pude notar que tenía las mismas características de las habitaciones y por ende, del resto de la casa, telarañas, polvoriento, yo, sin miedo, o simplemente no le di importancia, me devolví hacia mi hamaca, pero cuando voy llegando, sale la mucama de la cocina, con su mismo atuendo y en esta oportunidad me pregunta: -“Señor, disculpe, ¿Desea usted comer algo?”. Yo le respondí, ya medio harto: -“¡Si!, cualquier cosa con tal y me dejen dormir”. A lo que esta mujer se retiró, igual, de la misma manera, sin darme la espalda, y allí si, de verdad, me volví a acostar en la hamaca y caí profundamente dormido, no me pregunten por cuanto tiempo, hasta que un delicioso aroma a café recién colado me despertó, era tal ese aroma, que me levanté una vez más y comencé a revisar de qué parte de la casa extraña provenía ese exquisito olor. Al revisar la casa una vez más, pero de manera infructuosa, pensé que ese aroma podía provenir de la casa vecina donde estuviesen haciendo café, pero insisto que el olor era tan rico, que fui al patio central para orientarme en su búsqueda. Una vez allí, me pegó una ráfaga de brisa en la cara y ese aroma se desvaneció de manera extraña. Me percaté que ya estaba amaneciendo, y yo sin dormir, y el cansancio intacto, me devolví hacia la hamaca a ver si de alguna manera podía descansar algo, y en lo que me siento en ella y dirigir la mirada curiosa hacia la silla donde se encontraba mi camisa sucia anteriormente, ¡Oh sorpresa me llevé! ¡Allí se encontraba mi camisa, si, la misma que le entregué a la mucama, pero en esta oportunidad, perfectamente <LAVADA Y PLANCHADA> y sutilmente doblada.

            Lectores de MIS HISTORIAS, he contado muchos relatos, pero “Quinterito” me ha sorprendido con este grandioso; pero yo no me quedé así, le hice miles de preguntas a las cuales me respondía perfectamente a todas mis interrogantes.

            -“José”, Me dice Quintero, “Ni yo mismo tengo las respuestas de este extraño suceso, pero, es real, cierto, fue verídico, eso lo viví yo”.

            -“A la mañana, me fui a contar el suceso a mis amigos, esos mismos, que salían en carrera de la casa cuando les halaban las cabulleras y estos no me creyeron”.

            Bueno mis amados lectores de MIS HISTORIAS, espero que con esta haya logrado satisfacer sus expectativas, no me despido antes sin dejarles mis interrogantes:

-       ¿Quiénes eran estas personas?

-       ¿Será que en esa casa existe un portal al más allá?

-       ¿Un mundo paralelo?

-       ¿Cómo es posible que un ser del más allá pueda lavar y planchar una prenda de vestir tangible y de el acá y del hoy?

También quiero agradecerles en el nombre de mi corrector oficial Winder Ñañez y en el mío propio su deferencia para con este Blog, no sin antes decirles que el título de nuestra siguiente historia será: “ELIO… ¿TU COMISTE PAN?”, que obviamente también es de “Quinterito”.

De nuestra parte y en el de mi amigo “Quinterito” Mil gracias.




[1] Venezolanismo: Atado de cordeles con los cuales se amarran las sogas de las hamacas

1 comentario:

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