Revisión, corrección y edición: Winder Ñañez
Permítanme saludarles en nombre de mi amigo Winder Ñañez y en el mío
propio, agradecerles por el impulso que le dan a este, su blog “MIS HISTORIAS”.
La historia que nos ocupa en
esta oportunidad, es también real, y les sucedió tanto a mi abuela como a mi
abuelo. Ya instalados en una casa alquilada en La Guaira, donde emigraron desde
La Vela, como lo dije antes, en busca de futuro y porvenir, como en fin lo
lograron. Trabajaba mi abuelo, modestamente en la Aduana del principal puerto
naviero mercante, y mi madre, logró instalarse como operaria de la Telefónica
de Venezuela, o sea, dos entradas de dinero. Mi abuela ayudaba con los gastos,
haciendo comida para vender.
Las primeras manifestaciones de algo extraño las sintió mi madre, cuando en
una oportunidad regresó de su trabajo una tarde, y encontró a todos en la casa
parados en un miradorcito donde siempre se instalaban a ver ese hermoso puerto.
Ella los saludó y pasó a la casa a dejar su cartera e implementos de trabajo.
Cuando sintió en el cuarto de mi abuela y abuelo un movimiento fuerte como de
papeles de periódico, lo que le pareció sospechoso y dijo desde afuera: -“Bendición papá-Ángel”, así se llamaba
mi abuelo, Ángel Custodio.
A lo que preguntó mi mamá: -“¿Papá, está usted en el cuarto?”, al
no escuchar la respuesta de mi abuelo, pero si seguir escuchando el sonido de
como reguera de papeles periódicos más fuerte, mi madre se dirigió al cuarto,
al levantar la cortinita, ¿Cuál fue su sorpresa?. La habitación estaba
perfectamente acomodada, la cama tendida y para mucha mayor sorpresa, el
periódico que mi abuelo religiosamente leía todas las tardes, estaba
perfectamente ubicado sobre la almohada de él, como siempre solía colocarlo.
Mi madre sintió un calosfrío,
como de una presencia, se quedó asombrada, congelada y lo que hizo entonces,
fue pegar una carrera hacia afuera, donde estaban todos reunidos, para,
alarmada por el extraño suceso, contarles a todos. Allí estaba mi abuelo, mi
abuela, mi tía Tina, (Hermana de mi abuelo) y mi bisabuela Plácida (Madre de mi
abuelo). Todos le escucharon atentos, pero mi abuela fue quien habló: -“Mijita, a lo mejor fue el cansancio”,
y dirigiéndose a todos dijo: -“Vámonos que
ya se acerca la hora de montar el cafecito”.
El suceso no fue tan tomado
en cuenta, no causó relevancia y los días siguieron pasando en aparente
normalidad. Hasta que una noche, todos dormían, menos mi abuelo que siempre iba
al “Club Tiuna” a jugar dominós y cartas, era su única distracción. Cuando, mi
abuela se despertó de repente, porque presintió algo extraño y tanto fue, que
se quedó perpleja al ver una lucecita que se levantaba desde el piso hasta una
de las paredes del cuartito, eso lo hizo varias veces hasta que se desapareció.
Mi abuela, agarró un zapatito de mi madre y lo puso en el sitio de donde
apareció esa luz, diciéndoles a todos y todas en la mañana siguiente, que no le
fuesen a quitar esa “marquita” de
allí.
No quiso dar explicación, y pasaron dos noches, cuando
volvió a ver la misma luz aparecer desde el piso, esta vez, la luz no apareció
sola, sino que la imagen de un hombre alto, fornido, con sombrero y camisa
manga larga arremangada a los codos, cuando mi abuela intentó detallarle, vio
que no pisaba el suelo, estaba parado allí mirándole. Mi abuela pensó para su
adentros: -“Carajo, esto es un muerto”,
y lentamente se quiso incorporar para darle la espalda, a que le hablase (Decía
mi abuela, que a los muertos desconocidos, se les da la espalda, a diferencia
de la Sra. Adela López, que les conté anteriormente).
Mi abuela que se está incorporando, para que la figura ectoplasmática le
hablase, cuando de repente, este señor, ese muerto, le saltó encima, en una
actitud agresiva, poniendo su mano en el cuello muy fuerte, tanto, que sentía
que la estaba ahorcando, de repente comenzó un desesperante forcejeo entre
estos dos seres, mi abuela y el muerto, mi abuela le tomó con sus dos manos la mano
que le ahorcaba, le veía los ojos enfurecidos, pensaba muchas cosas, como por
ejemplo, que ese muerto no estaba de buenas maneras, continuaba el forcejeo, mi
abuela no podía pedir auxilio, ya que no la dejaba pronunciar palabra alguna.
Me relató mi abuela que ese
forcejeo duró aproximadamente como cinco minutos, que le parecieron eternos, me
refirió que era helado como un témpano y que ese frío se le coló en los huesos,
hasta que por algún milagro, mi abuela, logró zafarse de la mano fuerte que le
intentaba ahorcar y soltó en forma de grito lo siguiente: -“¡Carajooo, ¿Qué vaina le pasa a usted no joda!”. Al pronunciar
estas palabras, el muerto se bajó sobre mi abuela y se escucharon en sus pasos,
el reguero de periódicos por todo el cuarto, esta enigmática figura, corrió y se
hundió en el piso, donde estaba noches antes y esa misma noche, la lucecita
extraña.
Inmediatamente, mi mamá, mis
tíos, mi tía Tina y la abuela Plácida que dormían en el otro cuartito,
preguntaron a mi abuela que qué sucedía, a lo que ella dijo: -“¡No pasa un carajo, quédense tranquilos y
duérmanse ya, no pasa un coño!”, También la vecina de al lado, como las
casitas eran muy pegadas, y en el silencio de la noche, logró escuchar la
alarma de mi abuela y también preguntó: -“Señora
María, vecina ¿Le sucede algo?”. A lo que mi abuela dijo: -“¡¡¡No, mija, no pasa nada, solo que me
salió un muerto y luché contra él, pero ya lo espanté!!!”, de inmediato se
escucharon los cuchicheos de miedo de mi madre y del resto.
A los pocos momentos, llegó mi abuelo de la calle,
encontrando a mi abuela embojotada de pie a cabeza, envuelta en las sábanas,
tiritando del frío que momentos antes le había dejado la lucha con el alma en
pena. Mi abuelo le preguntó a mi abuela que qué le sucedía a lo que esta le
contó de la lucha con el muerto minutos antes a lo cual esta fue su respuesta,
la escribo, tal cual mi abuela me la contó: -“Jajajajaja
María… ¿Un muerto?,¿Tú? ¿Y te estaba ahorcando? Jajajajajaja ¿Y cómo era?
Jajajajajaja Mira mujer, a ti te sale un muerto, y te encuentro nadando en
mierda, si mujer, te cagas Jajajajaja”.
-“Ríete, si, ríete”, dijo mi abuela, -“Lo
que si te digo es que me salió y me estaba ahorcando, y vos sabés, que con los
muertos no se juega”. Se acostaron, y mi abuela no pudo dormir toda la
noche, por el malestar que le había dejado el ectoplasma aparecido, estuvo en
vela toda la noche y obviamente, tiritando del frío que le heló los huesos,
así, hasta despuntar el alba.
A la mañana siguiente, se
levantaron todos, y mi abuela narró lo sucedido, todos estaban espantados por
lo desagradable del suceso, hasta la vecina vino a enterarse de lo acontecido,
y allí les refirió, que según, en esa casa había un entierro, y que siempre se
escuchaban cosas, lo que dejó a casi todos muy pensativos, menos a mi abuelo,
que siguió con la sorna y la chanza acerca del muerto: -“Jajajajajaja ¿Un entierro? Jajajajajaja ‘ta buena la vaina, bueno,
vamos a sacarlo y seremos ricos… Jajajajaja ya a María no la quiere, la estaba
ahorcando anoche, tuve que sacar las sábanas llenas de mierda, se cagó…
Jajajajaja.
-“Ángel,
mijito, con los muertos no se juega”. Le dijeron tanto mi abuela como mi bisabuela, él se fue riendo a su
trabajo y diciendo cosas.
Pasó el día, mi abuela no muy bien por el suceso de la
noche, y obvio, por el desvelo. Todos se fueron a sus quehaceres, y se quedaron
mi tía Tina, mi abuela y mi bisabuela con ese tema de conversación todo el día,
hasta que llegó la noche de nuevo, todos se acostaron y la primera en dormirse
fue mi abuela, rendida por el desvelo de la noche anterior, no se percató de
cuanto durmió, llegó mi abuelo de su habitual noche de juegos, la vio dormida y
no quiso despertarla, se acostó con sumo cuidado y se puso con la lamparita, a
leer.
De repente, mi abuela, que estaba de espaldas a mi abuelo, comenzó a sentir
un codazo, mi abuela respondió dormida con otro. De inmediato otro codazo más
fuerte, y mi abuela respondió sin voltear y con otro codazo: -“¿Qué eeees mijito?”, de inmediato, ya
con el tercer codazo enviado por mi abuelo, le escuchó balbucear: -“El mueeerrtooo María, me está ahorcando”,
a lo que mi abuela respondió increpándole: -“¡¡¡Aaaah!!!,
¿El muerto? ¡¡¡Caraaajoooo!!! ¿Entonces ahora me crees?
Allí fue donde mi abuela, no
soportando esta engorrosa situación, se armó de valor, al voltear y ver
horrorizada como la misma figura misteriosa de la noche anterior, estaba
literalmente “encaramado” sobre la
humanidad de mi abuelo, ahorcándole también. No pudo sino más que decir: -“¡¡¡Caraaajo, ¿Qué vaina es? Er coño ’e la
madre de quien quiera que sea. Ya me voy a levantar a “QUEBRAR UNA CUENTA DE
ROSARIO” y a prender periódico para ECHAR SAL EN CANDELA”. Con estas
palabras que pronunció mi abuela, vieron ambos como el muerto, se lanzó lejos
de la cama, el sonido de papel periódico era ensordecedor, mi madre, abuela
Plácida, tía Tina y el resto de mis tíos, estaban todos embojotados de pies a
cabezas en sus camas, mudos.
Hago una aclaratoria, yo,
como siempre he sido curioso, le pregunté tanto a mi abuela, como a un
sacerdote sobre lo de “quemar sal” y lo de “romper una cuenta de rosario” ambos
me dijeron lo mismo, que eran usados para ahuyentar espíritus, pero que se
debía de tener mucho valor para hacerlo, por el fuerte alarido que se escuchaba
al hacerlo, que iba escuchando elevándose hasta el cielo. El sacerdote, muy
amigo mío, Mons. Omar Ramos, me dijo que eso era un pecado mortal.
De inmediato se levantaron
todos, mi abuelo, como muchachito regañado pegado a la dormilona de mi abuela,
mi abuela en actitud de burla, hacia mi abuelo, le decía: -“¡¡¡Ajáaaa!!!, ¿Quién era el que iba a estar nadando en mierda? No
pareces un hombre viejo; Suéltame para buscarte un palo de brandy para que
calientes el cuerpo”. Mi abuelo contestó: -“No, María, no me dejes solo, yo voy contigo”. Mi abuela, que
también era brava dijo: -“Jajajajajaja
¡¡¡Miren esta vaina!!!, el que no tiene miedo, caga’o, parece pendejo
Jajajajajaja”.
Toda la vecindad se enteró, y
también los dueños de la casa, quienes le pidieron el desalojo de inmediato a
mi abuelo, quienes se tuvieron que mudar lo más pronto posible.
Los dueños originales de la casa donde vivió mi familia, la
ocuparon y a los meses, mi abuela se enteró que habían sacado una “Botija con
morocotas” (Especie de recipiente de barro que algunas personas adineradas, en
épocas pasadas, usaban para enterrar sus fortunas personales. Trayendo como
consecuencia, que estas personas morían y se decía que quedaban sus almas en
pena hasta que sacasen esos entierros).
Según dicen las leyendas, que hay que hacerles unas misas a esa alma en
pena, por haberle hecho el oficio de favorecerles con esos tesoros. Estas
personas, según mi abuela, en su avaricia no hicieron nada de lo que se
acostumbra, según las malas lenguas del sector, y fueron pereciendo
inexplicablemente en accidentes, de las formas más inverosímiles. O sea, el
muerto, según, cobró sus vidas.
Como siempre, me hago una
serie de interrogantes, y quiero compartírselas, en espera de sus valiosas
opiniones.
1. ¿Por qué un muerto tratando de ahorcar?
2. ¿Será cierto lo de la cuenta de rosario, y de la sal en
candela?
3. ¿Será que el muerto tomó venganza de mi abuelo por burlarse
de él?
4. ¿Puede un alma llevarse a otra? Como dicen los vecinos de
las extrañas muertes.
Como siempre en nombre de mi gran colaborador Winder Ñañez
y en el mío, su amigo José G. Martínez, le damos las gracias, en espera que
esta historia les haya gustado, anunciándoles que el título de la siguiente
será: “PASE ADELANTE, LA ESTABA ESPERANDO”
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