Correcciones, revisión y asistencia: Winder Ñañez
Un saludo a mis queridos
lectores y lectoras de “MIS HISTORIAS”, luego de un breve receso, hoy volvemos
con otra historia real, acontecida en este mágico pueblo de La Vela. Una vez
más agradeciéndoles de antemano, por sus aportes, opiniones y comentarios en
este su blog, ya que son estos, de una u otra manera, los que me inspiran a
escribir estas anécdotas, hechos y sucesos enmarcados en el Realismo Mágico
literario.
El caso que hoy relato, es el de la esposa de un hermano de mi
abuela y de sus hijos. Pasemos a detallar primeramente, para que tengan una
idea de lo sucedido.
La Vela, pueblito de nobles y hasta enraizadas costumbres,
era un pueblo muy pobre, pero a la vez respetuoso de los usos, modas y
costumbres que imperaban en las diferentes épocas de la historia. Tal es el
caso de Feliciana y su cuadro de hijas e hijos, entre ellos tres varones de 15,
16 y 17 años, jovencitos que debían respetar esas costumbres mencionadas, como
por ejemplo: la moda, costumbre y usanzas. Hasta esas edades, usaban lo que era
denominado: pantalones tres cuartos,
ya que no era bien visto que un jovencito de esa edad, usase pantalones largos.
Otra de las usanzas y costumbres, era que ya, al despuntar
las 7 de la noche, todo el mundo se recogía en sus humildes hogares y solo
quedaban por fuera, uno que otro despabilado borrachito en busca de licor y uno
que otro serenatero, llevando sus canciones a una enamorada de turno, pero, ya
a las 7:30 aproximadamente, las calles eran unos desiertos oscuros, porque no
existía iluminación pública, ni tampoco en los hogares, los que se servían de
lámparas de kerosén o de carburo, que convertía al pueblo en más bucólico en
las noches de lo que en sí era.
Resulta
que estos jovencitos, en su despertar a la vida, se enamoraron en una barriada
cercana, cosa esta que no le gustó a la señora Feliciana, primero, porque esa
barriada era algo peligrosa para la época, y la segunda era, porque ya estaban
llegando algo tarde, 7:10 de la noche. Feliciana reclamaba a los muchachos que
dejaran esas novias, o que en su defecto, llegasen a la hora a casa, porque
ella no iba a tener la puerta abierta hasta tarde, en espera de ellos.
Los chicos no hacían caso, ya que estaban profundamente
enamorados de sus novias. Hago acá un paréntesis, porque como buen curioso de
las historias de mi abuela, le llegué a preguntar: -“Abuela, si usted dice que ya a las 7 de la noche todo el mundo se
recogía a sus casas… ¿Cómo era posible que estos muchachos pudieran durar hasta
tarde?. A lo que mi abuela me respondió: -“Muchacho, es que habían madres alcahuetas que permitían eso… Aquí en
La Vela, se veía de todo”.
Lo cierto, es que una noche, ya la señora Feliciana algo
obstinada y de mal genio de la llegadera tarde de sus hijos, en una asomada que
hizo a la puerta a ver si venían estos de sus visitas, y según narra mi abuela
con las manos en la cintura, salió unos metros fuera de su casa e invocó lo
siguiente: ¡¡¡-“ÁNIMAS BENDITAS DEL
PURGATORIO, LES PIDO UN GRAN FAVOR: <TRÁIGANME ESOS MUCHACHOS DE DONDE
QUIERA QUE ESTÉN>,” QUE YA ESTOY HARTA DE ESTA LLEGADERA TARDE, TENGO SUEÑO
Y ME VOY A ACOSTAR”.
Refiere mi abuela, que Feliciana hizo esta invocación y de
inmediato, sintió una brisa fría que le heló los huesos, se abrazó de hombros,
miró calle arriba y calle abajo hasta donde la luz de la luna naciente le
permitió ver, se asomó a la modesta salita alumbrada por el candilito de la
tenue lamparita de carburo, vio al resto de sus hijos menores acostados en el
piso de la salita en un petate, se
encogió de hombros y se dispuso a entrar de nuevo a la sala.
Ya entrando a la sala, Feliciana entrejuntó la puerta, que
de paso, se cerraba con una pesada tranca horizontal de madera. Se dirigió a la
precaria cocinita donde tenía un fogón y un tinajero, se sirvió un vaso de
agua, cuando de repente, escuchó por la calle el tropel de unas carreras, puso
el vasito en la mesa y se dirigió a la salita. Pero, cuál sería su mayor
sorpresa. De una patada brusca, el mayor de los muchachos abrió la puerta y
entraron los tres a la carrera, se tiraron al suelo donde dormían sus hermanos
menores y se escondieron bajo las sábanas temblando de miedo.
Feliciana que casi la tumban, cerró la puerta y le estaba
poniendo la tranca cuando de repente escuchó: Toc, toc, toc, toc. A lo que la señora con voz algo alterada
contestó: -“¿Quién carajo me viene a
tocar mi puerta a esta hora de la noche?”. Inmediatamente de la calle
escuchó una voz de un hombre, pero esta voz tenía algo de especial. Era como
metálica, aletargada y triste. –“Somos
gente de paz, que nos llamaron de por estos lados para hacer un favor y ya lo
hicimos”. A lo que Feliciana respondió más enérgicamente: -“¿Y qué carajos quieren de mí?. De
nuevo le contestaron de fuera con la misma voz: -“Es que como venimos de un largo viaje, queríamos ver si era posible
que usted nos diera una posadita por esta noche, para mañana temprano proseguir
nuestro largo viaje”. Allí Feliciana contestó de una manera rotunda: -“Nooo señor, esta casita es muy incómoda,
de vaina cabemos mis hijos, mi marido y yo… ¿por qué no se van calle abajo
mejor, que hay un señor que está fabricando una casa a seis casas más debajo de
aquí, y se quedan allí?; ¡Y ya déjenme dormir, que estoy desvelada!”.
Refiere mi abuela en esta extraordinaria historia, que
Feliciana luego de enviar a los viajeros a la casa en construcción y dar la
espalda a la puerta para ir a acostarse, escuchó un murmullo de esa persona que
le hablaba antes, muy claro que comenzaba a decir: -“Padre nuestro, que estas en los cielos, santificado sea tu nombre...
Etc.”. al llegar a la mitad de la oración, el resto de la muchedumbre
respondió: -“El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy… Etc.”. la señora, llena de curiosidad, se asomó por una
rendijita de su cocina y dice mi abuela que alcanzó a ver a una muchedumbre de
personas, que iban vestidas todas de blanco, mujeres y hombres, jóvenes y
ancianos que portaban un farolito con una vela encendida, los que iban
entonando el rosario.
Pedro Arcadio, viene en ese momento, a buscar a Rafaél
Medina para irse a “la mar”, para el “pargo” y le toca pasar justamente en
frente de la casa donde Feliciana ha mandado a las extrañas personas, algo le
heló los huesos, vio una luminaria en esa casa, y escuchó un murmullo
escalofriante, siguió su camino hacia la casa de su amigo, lo llamó y éste le
contestó: -“Anda tu a la lancha, espérame
allá que no estoy listo todavía”. A lo que respondió: -“No, mejor yo te espero aquí, porque vi algo feo allí abajito donde
están construyendo la casa nueva”.
Al salir los dos compañeros y dirigirse a la playa a pescar,
Rafael Medina, quien no estaba al tanto de lo que su compañero Pedro Arcadio
había visto, y como la vista es curiosa, dirigió la mirada hacia la casa en
construcción, se quedó petrificado unos segundos y cayó al suelo. Dictaminaron
que su muerte había sido por un infarto al miocardio.
Mi curiosidad no quedó allí, le pregunté a mi abuela que qué
sería lo que vieron los muchachos, que arrancaron en estampida derecho a casa.
Mi abuela me respondió: -“Mijo, dicen que
veían personas volando sobre ellos con unas caras espantosas, escuchaban
sonidos macabros de voces aterradoras y risas como diabólicas”.
Como siempre mis interrogantes, y esperando que esta
historia les haya gustado como las anteriores, esperando sus opiniones,
comentarios y puntos de vista:
1.
¿Qué poder debió haber tenido esa invocación
de la señora Feliciana?
2.
¿Quiénes eran esos seres que vieron los
muchachos que les hicieron correr en tropel?.
3.
¿Quiénes eran esos viajeros que tocaron a la
puerta de Feliciana?
4.
¿Qué vio Pedro Arcadio que no le afectó y que
sería lo que vio Rafael Medina que le provocó la muerte?
Ya
saben mis apreciados lectores y lectoras, sus comentarios enriquecen MIS
HISTORIAS, Mi blog, es su blog. Ya tengo algunas historias en el tintero de
ustedes, procesándolas para publicarlas dentro de poco. Estén atentos.
Les recuerdo, que el
título de nuestra próxima historia es: ¡¡-“CARLOS, CARLOS…!! ¿QUÉ TE PASA
HERMANO?
Cabilla esta historia... Bastante escalofriante!!! Saludos!!!
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