Revisión, edición y corrección: Winder Ñañez
Continuando con estas
interesantes historias, y una vez más agradeciendo todo el apoyo que nos han
brindado a este equipo integrado por el gran Winder Ñañez (Revisión, edición y
corrección) y mi persona. Nos ha llenado de orgullo ver cómo estas historias
han calado en una gran lista de usuarios que nos escriben, tanto para
felicitarnos, como para dar sus aportes y valiosas opiniones, una vez más, a
todos ustedes, gracias.
La historia que nos ocupa hoy, me ocurrió hace
aproximadamente, 25 años, y les confieso, que como muchas que me han sucedido,
a esta tampoco le he encontrado respuesta, por eso también espero con esta, sus
maravillosos aportes, que en definitiva, son los que nutren “MIS HISTORIAS”, y
nos inspiran a seguir escribiendo.
Eran los tiempos cuando trabajaba de noche en la Telefónica
de mi país, de 9pm a 7am, allí conocí a muchas personas, en diferentes
departamentos, aerolíneas nacionales y extranjeras (Ya que mi central era la
del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar), y comercios, en uno de estos
comercios conocí a un gran amigo, Carlos Hernández, que trabajaba como agente
operador cambiario de monedas.
Carlos, era algo mayor que yo, una gran persona, nos fuimos
haciendo amigos, salíamos en nuestros días libres, nos reuníamos en su casa, en
la mía, en uno que otro bar, un hombre de convicciones. Coincidíamos cada tres
guardias mías, ya que él trabajaba cada tres días y yo inter-diario. En un
tiempo, al salir de nuestra guardia, nos dirigíamos a una población montañosa
cercana, muy fresca, donde estaba un amigo en común que cuidaba una hacienda y
hacíamos parrillada.
Luego, nos instalábamos en un barcito muy amigable a
refrescarnos y conversar con su dueño. Esto lo hacíamos, ya que Carlos había
comprado un Chevette, y como estaba nuevo, ese era el motivo, probarlo. La
carretera hacia esa población montañosa, denominada Carayaca (Nombre indígena),
era algo tortuosa, muchas curvas y a una altura de 820 metros sobre el nivel
del mar.
Carlos, un personaje poco creyente de ritos, cultos, e
inclusive religión, siempre conversábamos sobre estos temas. Carayaca, llamada
“La Suiza del Litoral” por su agradable y fresco clima, fue una población que
se desarrolló donde antes existían muchas haciendas, de terratenientes con
esclavos, vivía de una agricultura, avicultura y ganadería regular. Quedaba
ubicada a 25 minutos de donde vivíamos.
Por lo general, salíamos a las 8 de la mañana del Aeropuerto,
desayunábamos y tomábamos rumbo a la fresca población, en busca de
esparcimiento, de días diferentes. Bajábamos siempre, entre las 7:00 - 7:30 de
la noche aproximadamente.
En una oportunidad, ya de regreso, compramos un pack de 6
cervezas para el camino, veníamos conversando como siempre, escuchando
musiquita. La carretera, de sinuosas curvas, era con la montaña a la derecha y
a la izquierda un barranco muy pronunciado, carretera donde quedaban haciendas
y que también fue hecha por los presos en la dictadura del General Gómez en los
años 30’s.
De repente, vengo conversando con Carlos y pendiente de la
carretera, cuando asombrado veo que en una curva, él sigue derecho directo al
barranco, gracias a Dios en esa curva había un saliente de protección. Nos
salimos del camino, yo volteo inmediatamente a ver a mi amigo… lo noto con los
ojos desorbitados, (Todo esto sucedió muy rápidamente, trataré de ser lo más
explícito posible para que estén ubicados/as en la historia), al ver que vamos
directo al abismo, inmediatamente puse el carro en neutro y le apliqué el freno
de mano, el vehículo se detuvo bruscamente.
Mi
amigo Carlos cae recostado al volante y comienzo a moverlo: -“¡CARLOS, CARLOS… ¿QUÉ TE PASA HERMANO?”.
No responde. Ya, consciente de que el vehículo está plenamente detenido, abro
la puerta y doy la vuelta para abrir la del conductor y sacarle del carro. A
todas estas, es una carretera muy solitaria y oscura. Abro la portezuela, lo
saco del vehículo y cae al suelo, como inconsciente… así permaneció por espacio
de un minuto.
De
repente Carlos, creo que va a recobrar el sentido, porque abre los ojos y se me
queda viendo profundamente y me dice, con una voz totalmente extraña, más grave
que la propia de él, con un acento ancestral y con un tono asustadizo: -“¿Quién es usted?... ¿Dónde estoy?”. Me
veía de una forma extraña. Me preguntó que qué era eso, señalando al carro, se
veía las ropas y decía que por qué estaba vestido así y yo también. En ese
momento, explotó en un fuerte y aterrador grito: -“Ahí vienen, ahí vienen… Los perros con el amo, me van a azotá… Me
escapé de la hacienda”. Y salió corriendo hacia el peligroso barranco y yo
detrás de él, de esa persona desconocida que no era mi amigo Carlos.
Logré
detenerlo, me vi forzado a darle dos cachetadas a ver si volvía en sí, lo
llamaba una y muchas veces: -“¡CARLOS,
CARLOS… ¿QUÉ VAINA TE PASA VIEJO?... ¡COÑO CARLOS, REACCIONA MAN!”. Y el
hombre, nada que ver, no reaccionaba, en ese momento pasaron como 4 a 5
minutos, lo que me decía era que siempre se escapaba, que estaba en la Hacienda
“Los Uveritos” y que se había escapado. Que lo azotaban cuando lo hacía.
En
eso, cayó al suelo arrodillado, la cara entre las manos, hizo un silencio como de
un minuto aproximadamente, luego volvió la cabeza hacia mí y me dijo: -“Coño, José ¿Qué me pasó?... sentí que me
iba, que me salí de donde estaba”. Estaba sudoroso, algo tembloroso, casi
que no coordinaba, helado.
Le
dije lo que había sucedido y no me creía, se lo aseguré que eso hizo, y me dijo
que era imposible, que él no creía en esas “vainas”,
pero yo, para estar mucho más seguro, no le dejé continuar conduciendo, tomé el
carro y seguí manejando yo, aún en contra de su voluntad.
Debo
confesar, el estado en que estaba antes de estos sucesos, habíamos tomado,
pero, al menos yo, me encontraba plenamente consciente de mis actos, ese
suceso, hizo que se me pasara el leve efecto de las cervezas previamente
ingeridas. Pudieran decir algunas personas que lean esta interesante historia
que me encontraba ebrio para el momento de los sucesos, pero doy fe, de que eso
no era así.
Mis
interrogantes:
1. ¿Qué
le sucedió a mi amigo Carlos?
2. ¿Pudiese
ser que alguna alma o espíritu penetrase en su cuerpo?
3. De
ser así ¿Dónde quedó la de él?
4. ¿Pudo
haber entrado en otra dimensión, vórtice o portal del tiempo?
5. ¿A
qué se refería cuando dijo que “Los
perros le perseguían, que lo azotaban, Etc.?
Espero
les haya gustado esta historia de “MIS HISTORIAS”, también, desde este momento,
quedan abiertos los canales de comunicación en espera de sus interesantes
opiniones, y comentarios.
quizás un recuerdo genético de su vida pasada..
ResponderEliminarHola José, qué valiente eres, manejaste muy bien la situación! Te felicito.... Si hubiera sido yo me muero del susto :)
ResponderEliminarGracias Sarah... si... Cosas que le suceden a uno... En lo largo del recorrido de la vida... Gracias a Dios tomé la decisión más acertada... Gracias mil por leer MIS HISTORIAS.
ResponderEliminarhola jose muy interesante ...sabes si por esos lugares pasaron cosas como de esclavos o algo asi ...por q me solprendio q te pregunto por q estabas con ese tipo de ropa...has chequiado en la historia de ese lugar si exitio una acienda llamado los uveritos....creo q esa persona murio en el camino a la libertad y quedo queriendo uir...si sabes algo de la acienda ecribelo seria muy interesante ....
ResponderEliminarExcelente comentario Giselle... Si, eran haciendas... y en esa zona hay muchas historias y mitos, esta que conté es real, este blog se caracteriza por contar historias reales...
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